Inexplicable estado de indefensión de las escuelas ante los actos de vandalismo
| 6 de Febrero de 2017 | 01:58

Un nuevo acto de vandalismo contra un edificio escolar de nuestra ciudad se perpetró en estas jornadas contra la Escuela Especial 538, ubicada en 25 y 526, en un episodio que se tradujo en el robo de equipos de alto valor, así como destrozos del mobiliario y de otros bienes en diversas dependencias. El hecho aquí reflejado es uno más de una inexplicable sucesión de ataques contra edificios escolares, que se extiende sin que las autoridades atinen a, siquiera, mitigar la intensidad de esta inexplicable ola delictiva contra instituciones de naturaleza educativa.
Tal como se informó, como en esta ocasión los malvivientes encontraron serias dificultades para vulnerar la resistencia que les opuso la puerta de entrada, decidieron hacer un gran boquete en una de las paredes y así lograron ingresar en el edificio, tal como lo precisó el responsable del mantenimiento del Consejo Escolar platense.
Frente a la reiteración de actos vandálicos, el funcionario señaló que en Consejo se avizora como probable y única solución, para ponerle freno a este flagelo, la vuelta de los tradicionales serenos, ya que las alarmas demostraron no intimidar a los delincuentes. Sin embargo, se advirtió que en áreas de la cartera educativa se considera que la presencia de serenos implicaría un costo presupuestario muy elevado, aún cuando la alternativa estaría bajo análisis.
Lo cierto es que ahora la Escuela 538 sufrió la pérdida de computadores de escritorio, de notebooks, un plasma de 42 pulgadas, un microondas, un horno eléctrico y un equipo de sonidos. Además, los ladrones vaciaron todos los matafuegos y se dedicaron a romper todo lo que encontraron a su paso.
Corresponde señalar que se habla de entidades que prestan, acaso, el servicio más esencial para la sociedad -como es el de la instrucción y educación de los niños- y que, por tratarse de instituciones públicas, no cobran nada a los alumnos, muchos de ellos de origen extremadamente humildes. Resulta, por cierto, tan irracional como extraño que existan sujetos capaces de atentar contra ellas.
En cuanto a los frecuentes robos y destrozos que sufren las escuelas, no deja de resultar llamativa la falta de noticias existente acerca de que se hubieran esclarecido algunos de esos delitos en los últimos años. Por lo pronto, el Consejo Escolar detalló hace un tiempo que no se habían podido esclarecer ninguno de esos episodios en los últimos cuatro años computados. Es evidente que ha sido escasa, por no decir nula, la respuesta policial.
Se ha dicho también en esta columna, en forma insistente, que deben ser las propias comunidades educativas las que se ocupen de analizar a fondo un problema que les concierne de manera tan directa y que adquiere connotaciones y dimensiones cada vez más preocupantes, que incluyen aspectos relacionados a cuestiones educativas, sociales y culturales que debieran ponderarse.
Desde luego que, antes de ello, lo que también urge es que el Estado -en especial a través la fuerza policial, que debería realizar mínimas tareas de inteligencia en los barrios en donde se encuentran las escuelas atacadas- extreme mecanismos de prevención más eficaces, reforzando además la custodia que merecen instituciones que, como las escuelas, pertenecen a la sociedad y que, por consiguiente, no pueden seguir permaneciendo en el estado de constante indefensión en que se encuentran.
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