¿Cuándo una pareja tiene que pensar en hacer terapia sexual?
Edición Impresa | 15 de Abril de 2017 | 02:04

A veces el sexo se convierte en la asignatura pendiente que arrastran año tras año las parejas. Otras veces, se transforma en un verdadero problema, que puede generar discusiones frecuentes e incluso llegar a plantearse la separación.
Ante esta situación, las formas de afrontarlo pueden ser las más variadas, pero no siempre saludables para la relación: resignarse pasivamente, evadirse a través de la infidelidad, desahogarse con las amistades. Pero tal vez sea el momento de buscar la alternativa en una consulta al sexólogo.
Los sexólogos pueden pertenecer a distintos campos de las ciencias de la salud: psicología, medicina, terapeutas de pareja, pero todos tienen una formación específica en sexología y sexualidad que los capacita para asesorar.
Lejos de juzgar al paciente por los gustos o dificultades sexuales que presente, intentarán crear un clima de tranquilidad, respeto y confianza que le permitirá a quienes consultan convencerse de que no son enfermos sino personas que puede mejorar, aprender y tratar su problema.
Cada vez hay más mujeres, varones y parejas que buscan su plenitud sexual y no acallan sus dudas. Ya no tienen que mantener el secreto y sufrir en soledad sino que se sienten habilitados para solicitar ayuda.
Las consultas más frecuentes de los varones son eyaculación precoz y la disfunción eréctil. En las mujeres, anorgasmia y vaginismo. Y ambos consultan cada vez más por inhibición del deseo sexual, por el “ya no es como antes”, “es aburrido”, por fobias sexuales y por dolor en coito.
Dejando de lado las disfunciones donde los factores orgánicos son predominantes, diversas circunstancias por las que puede atravesar la vida sexual de una persona, pueden afectarla. En general aparece una interrelación de factores psicológicos, situacionales y psiquiátricos.
También factores inmediatos, como la ansiedad por el rendimiento, temor al desempeño, exigencias desmesuradas, falta de estimulación adecuada, desconocimiento sobre la respuesta sexual o conflictos con la pareja, pueden desencadenar problemas sexuales.
O factores previsibles como la edad y las crisis vitales, la constitución de una pareja o de una familia, el nacimiento de un hijo y factores accidentales como enfermedades, separaciones o muerte de un ser querido, pueden, a veces, inducir una disfunción sexual de mayor o menor gravedad.
El objetivo principal de la terapia sexual, a diferencia de las terapias tradicionales, es focalizar la intervención en el síntoma sexual. Por eso son breves, acotadas, efectivas y por lo tanto económicas.
Cuando la persona que consulta tiene pareja, se le pide la colaboración a él o ella para conocer su opinión, explicarle todo aquello referente a las causas y la solución del problema, y realizar las tareas indicadas en la terapia.
El profesional le indica a los pacientes tareas orientadas a resolver el problema: ejercicios de relajación, de autoconocimiento, de comunicación en la pareja, métodos de estimulación, y técnicas específicas para cada disfunción sexual en particular.
La pareja realiza estas tareas en su intimidad, y cada sesión se dedicará a trabajar sobre lo que la pareja ha practicado corrigiendo lo que es necesario y agregando otras tareas para la semana siguiente.
Una terapia sexual es breve y los resultados varían de acuerdo a la capacidad del profesional, la gravedad del problema y la motivación de los pacientes para trabajar en las tareas que se le asignan. Habitualmente la duración promedio está entre los 3 y 6 meses.
La posibilidad de consultar con un sexólogo, permite que este realice un diagnóstico preciso, plantee el tratamiento adecuado y, de ser necesario, derive a otro especialista si considera que el problema lo requiere (por ejemplo al psicólogo, al terapeuta de parejas, al clínico, al urólogo, al ginecólogo, al psiquiatra, al endocrinólogo etc.).
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