La campaña es buena, pero reina la exigencia para que juegue mejor
Edición Impresa | 4 de Abril de 2017 | 03:21

Por Martin Mendinueta
Es su propio pasado reciente el que le pide más puntos y mejor funcionamiento a este Estudiantes que no baja la guardia y sigue peleando por todo. Fue tan bueno lo que hizo en las primeras fechas, que ahora, estando tercero, debajo de Boca y de Newell’s, debe soportar la exigencia de ofrecer una imagen más seductora.
Meses atrás ganaba con absoluta naturalidad. Ahora, todo le cuesta más y algunas veces no consigue lo que se propone. Mucho se ha dicho y escrito sobre las circunstancias que matizaron su último verano. Hoy, en pleno otoño, el equipo no ha perdido el voraz apetito que lo caracteriza, aunque transita una etapa de rendimiento sin rasgos de excelencia.
Andújar, una gran arquero, no está en su mejor momento. Sánchez dejó de trepar con tanta eficacia por la banda derecha, y también sufre en la marca. Schunke es un “vikingo” que perdió seguridad y al Chavo varias veces lo han salvado más su oficio e inteligencia que su actualidad. En la banda izquierda, donde nadie parece ser dueño del puesto, recién el último domingo Dubarbier alcanzó a escribir su historia en el renglón de una tarea correcta.
En el medio, siguen las firmas. Ascacibar no es un robot y por eso se entiende que haya sufrido el trajín de no haber parado. El pibe, responsable y dedicado hasta el extremo, parece estar sintiendo el esfuerzo de haberse desdoblado entre su equipo y la Selección Sub 20. El Rusito continúa siendo una pieza clave que despierta en la gente exclamaciones de admiración. El fantástico quite que realizó en los primeros minutos del partido ante Arsenal, cuando había serio peligro para su arco, arrancó una ovación merecida. Damonte, otro motor fundamental, a veces también es arrastrado por el desorden.
Lo bueno de la reciente victoria fue que Augusto Solari y Lucas Rodríguez generaron el desequilibrio indispensable para plasmar las diferencias que existen con los de Sarandí. Fueron peligrosos, lastimaron en el uno contra uno y, además, se asociaron en una impecable demostración sobre el modo de terminar con éxito un contragolpe. El segundo gol fue pura electricidad. Una pintura de exacta combinación entre técnica, velocidad y precisión.
TOLEDO SE LA BANCA
Ausente uno de tanto valor como Lucas Viatri, las obligaciones para Javier Toledo eran muchas y, en ese contexto, aprobó con creces. Lo que le falta de técnica lo compensa con el manual del centrodelantero que se curtió peleando en ese rectángulo bravo donde nadie regala nada. Le pegan y se la aguanta sin chistar. En el roce se siente cómodo, se mueve como pez en el agua y si le dan espacio, no duda en buscar el arco rival. Es un nueve sin glamour, pero con todo lo que hay que tener para que nadie se lo lleve por delante. La gente valora su sacrificio, su manera de “laburar” en el área, de entretener a los zagueros rivales. Su gol fue un premio por saber jugar en equipo. El hombre de barba oscura interpreta con claridad lo que les gusta a los hinchas de Estudiantes.
En medio de un receso eterno y a la vez un tanto agitado, haber encontrado a Juan Otero fue un acierto de peso. El colombiano se hace notar siempre. Se adaptó rápido, es rápido y crecerá rápido. Consiguió en las tribunas una aprobación unánime. Todos confían en sus condiciones y nadie objeta su titularidad. Ya es parte del equipo base.
En un torneo donde siempre hay resultados sorpresivos, nadie sabe qué puede pasar en la lucha por ser campeón. Estudiantes está en la pelea grande del torneo y tiene argumentos como para ser protagonista hasta el final. En la ecuación global entre virtudes y defectos, el equipo de Vivas muestra saldo positivo. No está tan lúcido como en aquellas primeras fechas, pero eso no significa que no pueda plantearse metas ambiciosas. Es el que está tercero sobre un total de treinta equipos. Muy meritorio. Que los hinchas consideren que puede jugar mejor encierra un fuerte elogio sobre su potencial.
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