Alerta sobre la venta de drogas en el interior de algunas escuelas

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La declaración ofrecida en las últimas horas por el presidente de la Comisión Episcopal de la Pastoral Social, que refleja la preocupación de la Iglesia Católica por el consumo creciente de drogas por parte de los jóvenes, señalándose que “la droga comenzó a ir a la escuela y tiene asistencia perfecta”, significa por lo pronto un nuevo y consistente alerta sobre la necesidad de intensificar las campañas de prevención y de información, dados los gravísimos riesgos para la salud individual y social que ello supone.

El indiscutible conocimiento de la realidad social y del sector educativo por parte de la Iglesia no hacen sino validar una advertencia que no sólo no debe ser desoída, sino que coincide con la posición de los especialistas y de diversas entidades, conocedores del fenómeno de la drogadicción y de la creciente participación de menores de edad en el consumo.

El presidente de la Comisión Episcopal dijo, asimismo, que al tomar contacto con directivos de establecimientos educativos, tanto de gestión estatal como privada, le transmitieron que primero se preocupaban porque se vendía droga a dos o tres cuadras de la escuela, que luego la operación se concretaba en las esquinas de los establecimientos y que ahora “en algunos lugares se comercializa dentro del establecimiento escolar”.

Al aludir a los chicos que dejan de asistir a las escuelas, los obispos señalaron que “con cada niño o adolescente que abandona el sistema educativo se manifiesta una serie de fracasos. Cuando los chicos no hacen nada en todo el día y están sentados o aburridos en la plaza o la esquina, están en riesgo de ser captados por el crimen organizado. Se da un círculo perverso: aburrimiento, droga, deuda, delito, droga, deuda, delito”, alertaron.

Hace varios años la situación se corporizó en La Plata a través de una encuesta demostrativa de la facilidad con que los jóvenes pueden acceder a las drogas y de que 3 de cada 10 confirmó haber consumido alguna de ellas, de acuerdo a un estudio elaborado por la Universidad Católica Argentina y la Fundación Florencio Pérez. El trabajo trazó un grave diagnóstico sobre el problema. Al mismo, se conocieron en los últimos años por boca de jueces y fiscales referencias sobre la altísima incidencia del consumo de drogas en la actividad delictiva. Se señaló que en el caso de los menores, esa relación es sumamente estrecha.

Surge con claridad lo importante que es que los chicos estén informados y bien orientados sobre los riesgos que implican para la salud el consumo de drogas y del alcohol. Y resulta definitivamente alarmante que las llamadas drogas ilícitas resulten tan accesibles para jóvenes adolescentes. En ese sentido, debería promoverse un trabajo más eficaz desde esferas judiciales y policiales. Si los chicos saben dónde se consigue droga, la Policía no debería ignorarlo.

Pero también es vital que los padres se acerquen a sus hijos y tomen conciencia de lo que está ocurriendo. Los jóvenes deben ser protegidos del flagelo de las drogas. Y es fundamental que el mundo adulto -la familia, en especial los docentes y las autoridades educativas, así como el conjunto de la sociedad- ayude a concientizarlos en forma eficaz y oportuna. Si se llega tarde en esta tarea, las secuelas muchas veces serán irreversibles.

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