Victoria soñada en una semana dura y dolorosa

“Vamos Gimnasia querido”, grita Leandro Martini en el final del partido, cierra los puños, se da vuelta y se abraza con Mariano Messera y enseguida se suman médicos, auxiliares, suplentes. Ese pitazo final de Silvio Trucco cerró una semana dura, complicada, triste para todos. No solo los jugadores sienten que la noche en Banfield fue una pesadilla, sino todo el entorno también: cuerpo técnico, médicos, kinesiólogos, administrativos, utileros... Y obviamente las respectivas familias. Irse eliminado, silbado e insultado por tu gente y sintiendo “vergüenza deportiva”, como dijo Mauricio Romero, no es fácil de superar rápidamente.

Y no fueron fáciles las horas siguientes, donde no faltaron las charlas en Abasto. En Córdoba mismo. Nadie daba dos mangos por Gimnasia ante Talleres, esa es la verdad, pero después de tocar fondo siempre se sale. Y el Lobo lo hizo jugando con una enorme entrega y sabiendo que no podía fallar.

Seguro que lo que queda en la retina son los últimos minutos donde Gimnasia la pasó mal y tuvo intervenciones brillantes de Alexis Martín Arias para sostener el cero, pero el partido no fue todo así. Por otro lado, es lógico que el equipo local perdiendo, con una multitud atrás gritando, con chances de entrar a la Sudamericana, te tire toda la artillería encima y te meta en tu arco buscando empatar como sea.

Pero el primer tiempo fue parejo, con una llegada clara de cada lado, en medio de un juego muy trabado y donde no se pudieron sacar diferencias. En el complemento el Lobo llegó al gol por intermedio del Pampa Romero y luego pudo haberlo liquidado con algunos contragolpes claros que no terminaron bien o el tiro en el palo de Alemán.

Gimnasia empezó a sufrir llegando a los 30 minutos donde Martín Arias, que hasta ahí no había sido muy exigido, se ajustó los guantes y sacó todo lo que le tiraron. El Lobo fue ordenado y supo ir manejando el partido hacia su conveniencia. Obvio que haber metido el segundo le hubiese dado tranquilidad, pero no se le dio y por eso defendió con el corazón esa diferencia.

Por eso, dejemos por un momento el “gataflorismo” de lado en tiempos de fútbol, si ganó y sufrió mucho, si solo sirve jugar bien y después ganar y toda esa discusión estéril de escuelas futbolísticas que son puro cuento. Después de semejante “nocaut” que le propinó Defensores de Villa Ramallo, Gimnasia necesitaba recuperarse para volver a creer y esperar mejor el partido del martes en el Bosque con San Martín, para reeconciliarse con el hincha que espera una alegría como la que consigió en Córdoba, pero ahora en su casa de 60 y 118 donde cayó las últimas tres veces.

El silencio sepulcral en el vestuario en la cancha de Banfield fue uno de los más dolorosos para el grupo, que una semana después explota en abrazos en el “Mario Kempes” donde ahora el vestuario es todo alegría. Solo pasó una semana, por eso el fútbol es tan hermoso, y da revancha enseguida y Gimnasia la tuvo. Por Martini y Messera que sufren como entrenadores y como hinchas, por Lucas Lobos y Chirola que se van abrazados del campo de juego sabiendo que tal vez están derramando las últimas gotas de transpiración con la camiseta que aman, por los más pibes que se juntan y saltan en el mismo campo de juego mientras todo un estadio silba. La recuperación llegó rápido para Gimnasia. En buena hora.