Todo ese brillo tropical

“Caracas”, el nuevo disco de los platenses, confirma a la vez sus marcas de origen y la evolución de su carrera. Con nueva formación y a siete años del debut, el indie cerebral y el groove ochentoso siguen guiando melodías para aprender y corear

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Por DIEGO DIPIERRO

Por SEBA CASALI

Alguien flota en el aire, eyectado del sillón en el que estaba apoltronado. Rojo, azul, amarillo y negro se combinan en tensión. Girándola de costado, la tapa dibujada de “Caracas”, el último disco de Pérez, deja ver a su protagonista sacando a bailar a alguien. Con un ritmo que remite a los ochenta o de la mano de una cumbia oscura, ese alguien se sacó la frazada y se puso a mover. Es julio y hace calor, porque hay mucho para decir.

El material se lanzó hace dos semanas y trajo la novedad de la formación como quinteto. Hoy por hoy, en la banda están Ramiro Sagasti (voz) Diego Goldszein (bajo), Martín Lambert (batería), Gastón Le (guitarras) y Germán Tschudy (sintetizadores y programaciones). Por el momento, Le, cantante y violero de Un Planeta, tomó la posta de Matías Zabaljáuregui, quien grabó el álbum pero está abocado a un proyecto paralelo. “Volverá cuando quiera, como Frusciante”, se ríe Sagasti.

En su cuarto disco, Pérez vuelve a mostrar su versatilidad, aunque con el hilo conductor de un disco con forma de manifiesto, que estalla por tramos y se amansa y aligera en otros. Algo que, por ejemplo, ya se escuchaba en su segundo opus, “17 canciones para autopista”, aunque en este caso parece que brotó con algo de rabia contenida. El rock de guitarras, los arreglos de sintetizadores bien presentes en la arquitectura sonora, el pulso implacable que elude las desprolijidades del “indie” convencional y la cadencia incitante de las baladas aparecen como rasgos indelebles.

A lo largo de “Caracas” hay ideas-fuerza que se renuevan y recrean, como las alusiones a la mañana, la amistad, el río y el mar. Si se piensa en casilleros, es un disco indie, en ese estilo que le sale a Pérez, melancólico y de agite a la vez, como esos amigos que se ven cada tanto. “Tiene más matices, en la instrumentación y en los ritmos, con momentos calmos y otros fuertes”, admite Ramiro Sagasti.

Para el cantante, “Caracas marca una evolución” en la carrera del grupo. Parte de eso se debió a la cantidad de gente involucrada en el registro -lo grabó Hernán Ascóniga en el estudio Del Parral, lo mezcló Juan Armani y lo masterizó Carlos Laurenz- y a los músicos invitados: Kubilai Medina -de Mostruo!, antiguo compadre vocal de Ramiro-, Neco Marcenaro y Germán Tschudy, quien teminó por quedar en la formación estable.

“Es un disco más parecido al primero, en cuanto a una necesidad de decir algo... por algún motivo tiene parte de esa energía”, analiza Sagasti, quien está conforme por su interpretación general de las letras. Ahí es donde aparece el vocalista polifacético: el de los alaridos, el registro grave y las onomatopeyas capaces de convivir en un mismo tema.

Cada uno a su forma, los músicos revisaron sus formas de tocar. “Esta noche” tiene un bajo de sintetizador, que le dejó el camino libre a Diego para usar el bajo como una guitarra. El tecladista alterna con la ejecución de alguna guitarra o canta coros. Sagasti también cambió: si puede, solamente canta sin tocar nada. Gastón Le, referente de otra banda destacada de la escena local, Un Planeta, asoma como un complemento creativo relevante.

Hace dos semanas, 500 personas fueron a un bar de 49 entre 4 y 5 a ver cómo irían a sonar las canciones nuevas de Pérez. Varios tuvieron que escucharlo de afuera. La banda está en un momento ascendente en materia de convocatoria: “la salida de un disco genera una curiosidad. En vivo estamos en un momento de cambio, hay una evolución y estamos más compactos”, revela Ramiro.

El show fue sólido y sonó como si la formación actual hubiera tenido mucho más que los “cinco o seis ensayos” previos. La presentación oficial va a ser en el club Matienzo porteño, el 12 de agosto. A La Plata vuelven en septiembre.

“Caracas” también tiene sus rarezas. El interludio compuesto por Martín Lambert se grabó desde una tablet con sonido de mellotron. El repertorio va de la rampa descendente de la vorágine de “Arbol viajero” a la calma anaranjada de “Tren”. Y en el arranque, “Buen amigo” quedó como obra trunca, para ser estirada en zapadas que machaquen.

Nuevos discos, nuevas mezclas

La salida del nuevo álbum no es más que la confirmación de una escena platense en la que cada lanzamiento promete y no defrauda. Ramiro analiza el contexto y opina que “hay muchas propuestas, mucho movimiento en la búsqueda sonora. Los géneros se están diversificando y también hay nuevas mezclas. Lo mismo pasa en algunos lugares para tocar, donde se combinan distintas escenas. El público siempre es respetuoso. En lo expresivo, puede que haya algo de rabia contenida por el contexto actual”.

Algunos vestigios de Virus, The Clash o del Lennon de los aportes a la Plastic Ono Band flotan en ciertos pasajes. Es la música que alimentó a Ramiro de chico y que reaparece como un reflejo, una luz pálida en el río, marcando su vigencia. “Hoy la tendencia está apuntada a la electrónica, pero siempre a la música negra”, sentencia: “todo va hacia el groove”. Es eso que te hace mover la patita o la cabeza, al calor de una Caracas lejana, un hervidero tropical.

 

 

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