Crece la alarma en torno al suicidio adolescente en la Región
Edición Impresa | 27 de Agosto de 2017 | 04:55

Ayudar a poner el dolor y la angustia en palabras. Esa es una de las claves en las que ponen el acento los equipos que, por estos días, trabajan para prevenir el suicidio adolescente, un flagelo que crece en la Argentina y en el mundo y que en los últimos días encendió trodas las alarmas en la Región, después de que se registraran tres casos en menos de un mes.
Todo empezó el tres de agosto. Ese día, Lara, una chica de 16 años, se disparó en un aula del Colegio Nacional. Cinco días después fallecía en el Policlínico San Martín.
La última semana la tragedia volvió a golpear en la Región. Primero trascendió la muerte de Daiana, una chica de 17 años domiciliada en Villa Alba que había atentado contra su vida el 12 de agosto. Días después, afectada por esa decisión de su amiga, Camila, de 15 años y compañera de escuela de la primera, también intentó quitarse la vida en su casa. Tras una breve agonía murió el 23 de agosto,
Los casos dispararon la alarma y los mecanismos preventivos con una consigna clara: evitar otras tragedia s cómo éstas. Para eso, según indicaron a este diario distintos especialistas, se trabaja con las comunidades educativas afectadas y especialmente con los grupos considerados vulnerables: los más allegados a la víctima. Y también con los adultos de las comunidades educativas afectadas, devastados por el episodio.
Los suicidios de Lara, Daiana y Camila devolvieron al centro del debate el problema del suicidio adolescente, un flagelo que crece en el mundo y también en la Argentina y que ha golpeado en otras ocasiones a la Región.
El año pasado, por caso, este diario informó acerca del suicidio de cuatro chicos de entre 16 y 20 años en Villa Elvira en apenas diez meses. Los episodios se registraron en un radio de apenas tres manzanas en el marco de un barrio signado por las carencias, la falta de proyecto y la dificultad para elaborar una visión de futuro.
Lo dicen los especialistas: el suicidio adolescente es un problema que crece a nivel global y que golpea a todas las clases sociales. No obstante, alguns expertos sugieren un posible vínculo entre contexto ambiental y suicidio juvenil, cuando en esos entornos faltan los lugares de encuentro, no están cubiertas las necesidades básicas y aparecen problemas como la exposición a las adicciones y el hacinamiento, entre otros.
Y si bien en la geografía de Villa Alba y Villa Ponzatti, los barrios donde vivían Daiana y Camila se repiten muchas de las carencias presentes, por ejemplo, en Villa Elvira, los especialistas destacan que, en todo caso, el suicidio adolescente es siempre un hecho tan doloroso como complejo y multicausal.
Lo más dramático es que la cantidad de hechos de este tipo marca una curva ascendente en todo el mundo.
los numeros de un flagelo
Los datos estadísticos son contundentes al señalar que en las últimas dos décadas el número de suicidios entre chicos argentinos de entre 10 y 19 años creció más del doble.
Según los registrosmanejados por Unicef, pasó de 2,5 cada 100.000 habitantes durante el período 1990-1992 a 6,9 cada 100.000 habitantes en el lapso 2013-2015.
Desde el Capítulo de Suicidología de la Asociación de Psiquiatras Argentinos se habla de ”una suba importante” del número de casos, “particularmente en el rango etario que va de los 19 a los 30 años. En esa franja, la tasa de sucidios es actualmente de aproximadamente 14 cada 100.000 habitantes.
El año pasado, más de 800 chicos de entre 15 y 24 años decidieron quitarse la vida en el país.
En tanto, y otra vez siguiendo las cifras de Unicef, en 2015 se registraron 438 casos de suicidios de adolescentes y el 75% de los mismos fueron protagonizados por varones.
El suicidio es considerado uno de los principales factores de riesgo de muerte para los jóvenes hoy en el país, donde en 2015 murieron 3.533 chicos (10 por día) por motivos evitables (suicidios, accidentes o agresiones).
Se estima que, en todo el mundo, 800.000 personas mueren al año a causa de suicidios, lo que equivale a una tragedia de este tipo cada 40 segundos.
El suicidio aparece así como la principal causa de muerte en el mundo, superando incluso a homicidios y guerras.
Con todo, sigue siendo un tema incómodo, un tema muchas veces tabú al que cuesta poner en el centro del debate.
La contundencia de los números que aparecen como el iceberg oculto debajo de casos como los vividos en el último mes en La Plata lleva a muchos especialistas a pedir que el tema sea prioritario en la agenda de los gobiernos.
Los expertos de la Organización Mundial de la Salud, en el marco de la Conferencia Mundial de Salud Adolescente desarrollada en mayo en Canadá, instaron a los gobiernos a ocuparse de mejorar la salud y la calidad de vida de los adolescentes ante amenazas como el suicidio pero no sólo esa: también otras que los acechan como la violencia, las adicciones, el embarazo juvenil o los accidentes.
Mientras tanto, devastadas por el dolor, las comunidades que se enfrentan a los hechos se debaten en una serie de interrogantes impactadas por tragedias que ponen en suspenso a las rutinas cotidianas y obligan al debate y a la reflexión.
Entre esas preguntas que se instalan con fuerza surgen tres que aparecen siempre: “¿Porqué?”, ¿”Qué hacer?”. “¿Cómo evitar nuevos casos?
Las causas de un flagelo
Siempre multicausal, siempre complejo, detrás del suicidio adolescente pueden encontrarse distintos factores.
Uno de ellos es la falta de proyecto, la sensación de tener el futuro clausurado que tienen muchos jóvenes, para peor en un mundo cada vez más caótico, según describe Héctyor Basile miembro de la Red Mundial de Suicidólogos.
Otro, el principal, es la depresión adolescente. Un problema en crecimiento en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud, que alertó recientemente sobre el aumento de este flagelo en chicos hasta casi igualar a la de los adultos.
La depresión aparece como causa principal de los suicidios adolescentes y se diferencia de la tristeza normal en que la primera está motivada por una circunstancia dada y se extiende por un período determinado y generalmente breve, La depresión, en cambio, se define como un estado psicopatológico en el que a la tristeza se le suma la falta de fuerza psicomotriz para encarar el día.
A estos factores se suman otros como posibles motores del suicidio adolescente, que también mencionan los especialistas. El bullying (tanto padecerlo como hacerlo), los trastornos de la alimentación, las adicciones, los problemas familiares y los de pareja y las adicciones son algunos de ellos.
comunidades impactadas
“El suicidio es un acto individual que desborda lo personal e impacta profundamente la vida de la comunidad afectada”, dice Fernanda Cabeza, Inspectora de Psicología Comunitaria y Pedagogía Social, quien supervisa el Equipo de Infancia y Adolescencia EDIA de la Dirección General de Cultura y Educación. Este grupo interdisciplinario interviene en situaciones de conflicto en escuelas. (En la misma sintonía, las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud indican que por cada suicido el número de vidas afectadas puede superar el centenar).
Según Cabeza, cuando se produce un episodio de este tipo en una escuela, la afectada no es sólo la comunidad educativa. También impacta en el barrio todo con una doble carga de sentimientos. Por un lado, la culpa de los más cercanos al hecho, la sensación de que quizás se podría haber hecho algo para prevenirlo, para evitarlo, y no se hizo. Por otro, el miedo a que se repita.
“Uno de las primeras acciones preventivas que se lleva a cabo es hacer el mapa de los más allegados, hermanos, amigos, compañeros más cercanos, considerado el círculo más vulnerable”, dice Cabeza.
Pero también se trabaja con otros actores: docentes y adultos de la comunidad educativa y también del barrio.
“El suicidio de un adolescente es un hecho siempre complejo, siempre multicausal. Que los chicos estén en la escuela y poder trabajar el tema con ellos es una gran ventaja. Pero la escuela sola no puede enfrentar un drama de esta magnitud. Es necesario hacer un trabajo en red que contemple la participación de otros actores comunitarios: clubes, unidades sanitarias, lugares de pertenencia de los chicos, familias”.
Uno de los aspectos claves de ese trabajo es el de generar espacios, a veces colectivos, a veces individuales, donde poner en palabras lo que sucede evitando así todo pasaje al acto”, dice Cabeza.
“Hay que tener en cuenta que una tragedia de este tipo siempre tiene su singularidad y hay que trabajar sobre ella de manera casi artesanal para prevenir y para contener a los más vulnerables”.
En este trabajo es fundamental el rol del equipo interdisciplinario tanto como el de los docentes y del de los referentes barriales.
“Los adultos que son referentes y sobre todo los docente, disponen de una herramienta de primer orden para la prevención: el diálogo abierto y confiado con los chicos”, dice Cabeza.
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