
Katherine Mansfield
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La editorial Mil Botellas acaba de reeditar a la genital cuentista neozelandesa. Una gran oportunidad para reelerla
Katherine Mansfield
Katherine Mansfield murió a los 34 años de tuberculosis, enfermedad que otros tantos escritores, y que a la misma edad, también murieron. Anton Chejov. Frank Kafka. Rafael Barrett. D. H. Lawrence. Hubo otros tantos que alrededor de los cuarenta dejaron la vida, por motivos diferentes. Horacio Quiroga. Jack London. Roberto Arlt. Scott Fitzgerald. Todos ellos construyeron una vasta obra, son clásicos de la literatura universal y murieron dentro de las primeras cuatro décadas del siglo XX. La consigna era acelerar el pulso porque la muerte se les venía encima. Una frase repetida que suele escucharse qué hubiese pasado si hubiesen vivido más tiempo. Tal vez la respuesta más adecuada sea que escribieron mucho porque justamente intuían que la muerte venía pisándole los talones. Cada uno con su propia tragedia, a principios de siglo. La primera guerra mundial (1914-1918) globalizó la tragedia, como para que nadie quede afuera.
Y cuando hay tragedia siempre hay un relato a mano que necesita narrar. Por eso, con el buen olfato de los buenos artistas, en esas primeras décadas surgieron una gran cantidad de escritores que marcaron un antes y después en la literatura universal. Muchos de ellos fueron los nombrados en las líneas anteriores. Y entre ellos, la gran Katherine Mansfield.
EDITAR A MANSFIELD
Casi un siglo después de su muerte, se hizo un homenaje a Katherine Mansfield en la actual Feria del Libro de La Plata. El motivo fue la edición de “Matrimonio à la mode y otros cuentos”, de la editorial Mil Botellas. De la charla participaron su traductora Mariángel Mauri, el escritor platense Pablo Puel y Ramón Tarruella, editor de Mil Botellas.
Katherine Mansfield murió en 1923 en París, donde intentaba curarse de la tuberculosis. Nació en un pueblo de Nueva Zelanda, pero creció y se formó en Londres, donde se casó dos veces, tuve amantes, otros tantos amores perdidos y amistades que la rumbearon definitivamente hacia la literatura. Amistades como Virginia Woolf, James Joyce, D. H. Lawrence. También ellos de muertes prematuras. En vida publicó cuatro libros. En su mayoría cuentos. Su esposo, John Middleton Murry, a quién también conoció en Londres, se encargó de editar todo lo que encontró a mano. Cuentos inéditos. Diálogos. Cartas y el famoso diario. Murry, esposo de Mansfield, había sido además editor de otros libros de Mansfield. Tenía varias licencias para manipular los textos póstumos de Mansfield.
Pero una hubo una infinidad de editores posteriores que publicaron a Mansfield tan solo por su talento. La anécdota de su esposo sirve tan sólo para pensar cuantas cosas podó de los diarios de Mansfield. Quedan muchas dudas y por eso, tantas preguntas. ¿Habrá cortado por ejemplo los amores con mujeres que tuvo Mansfield? ¿O los comentarios que acumuló en sus sucesivas peleas con el mismo Murry? Y a pesar de esas dudas, el Diario es un testimonio redactado con la energía de una escritora única, con ese dolor y esa sensibilidad que Mansfield mostró en sus cuentos y novelas cortas.
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La antología de Mil Botellas se armó en base a tres libros de Mansfield, once cuentos que reflejan a la perfección su estilo. Un estilo que piensa el detalle genuino, la palabra precisa, el ademán único, para retratar los vínculos entre personas, ese detalle que insinúa la violencia implícita, la hipocresía o la soledad más absoluta. Mansfield acude a la cotidianeidad, y es allí donde se aloja la posible tragedia. Una virtud que supo leer en los primeros cuentos traducidos al inglés del ruso Anton Chejov, a principios del siglo XX, y sobre los que ella elaboró su propio estilo con gran destreza. En el libro recientemente editado por Mil Botellas, ese estilo se puede ver en dos hermanas marginadas por sus propias compañeras de colegio (“La casa de muñecas”); o en la soledad de una anciana que concurre al concierto de música cada domingo (“La señorita Brill”) o en una mujer rodeada de amigos bohemios que tan solo disfrutan del buen pasar (“Matrimonio à la mode”). Y se habla de posible tragedia porque, justamente, el estilo de Mansfield llega al fondo del problema, allí donde su cuece el conflicto. El estallido de ese conflicto ya es asunto del periodismo o la historia.
Otros tantos escritores han acudido a ese mismo estilo, años después. Ernest Hemingway. Flannery O’Connor. Raymond Carver. Carson Mc Cullers. Decir que ella fue la precursora de ese gesto literario sería injusto con esos escritores. Pero no ubicarla a ella entre esos grandes narradores, sería injusto para Mansfield.
TRADUIR A MANSFIELD
En la presentación en la Feria del Libro en La Plata, como se dijo, estuvieron presentes la traductora de “Matrimonio à la mode y otros cuentos”, y el escritor Pablo Puel. En la charla se hizo hincapié en la necesidad de traducciones a un lenguaje más cercano al nuestro. Algo que el libro de Mansfield lo logra con creces. Por ejemplo, dejar de leer acera cuando en nuestro lenguaje rioplatense es vereda. O tantas otras palabras como bus, follar, pitillo. En los últimos años, las editoriales nuevas, en su mayoría independientes, han apostado a la traducción de autores extranjeros por traductores argentinos. Todo un gesto. Y eso permite comprobar que nuestro lenguaje tiene sus propios recursos.
En una autora como Mansfield se vuelve necesaria una traducción más cercana al lenguaje del lector. Los cuentos de Mansfield proponen escenarios, conflictos, personajes muy cercanos a cualquier realidad de un hombre o mujer occidental. No importa la distancia temporal entre la edición original y la edición actual de Mil Botellas. Una edición imprescindible para leer a Mansfield. Leer o releer. Un lenguaje que permite pensar a esos cuentos como contemporáneos. Porque justamente Mansfield es una autora contemporánea, una autora que no envejece. Y menos aún con esta antología y esta nueva traducción.
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