“Rojo”: secretos, furia y silencio en un pueblito de los años 70
Edición Impresa | 27 de Octubre de 2018 | 03:45

Alejandro Castañeda
afcastab@gmail.com
ROJO, de Benjamín Naishtat.- Es de esos films que lo que se insinúa es más importante que lo que se muestra. Nada nuevo. Estamos en septiembre de 1975, preparativos y vísperas de la peor tormenta. Detalles, tonos, miradas y sospechas van dejando pistas sobre lo que estaba y sobre lo que venía llegando. Es un policial, con algo de melodrama violento, que pasa del thriller a la comedia negra. Estamos en un pueblo de provincia. En el centro de la historia está Claudio Morán (uno de los mejores trabajos de Grandinetti) un abogado parco y bien reputado, que protagoniza una impensada tragedia después de un furioso altercado en un restaurante. Lo que queda a partir de allí son los caminos sinuosos y vacilantes de un film nacional (¡otro más!) que sabe contar y crear climas, pero que cuando aborda crímenes y suspenso, le tiembla el pulso y trastabilla.
El film deja ver el mundo susurrante de esos años y no sólo a través de una cuidadosa reconstrucción. La codicia, los temores, las noticias dichas en secreto, la sensación de que hay que callar mucho y mirar poco, dejan ver que lo que se oculta, lo que se silencia, lo que desaparece hace juego con ese mundo de recelos y aprovechadores, un mundo donde todos buscan (y tapan) algo.
Además del trabajo interpretativo de Grandinetti, entre las actuaciones se destaca la del actor platense Diego Cremonesi, que tuvo también una lograda participación en “El Potro”, y la de Andrea Frigerio.
Hay buenas escenas, una imagen cuidada, un parejo nivel actoral. Pero también suena a ratos inconsistente y a ratos, deshilvanada. Y hay subtemas (la representación del festival de danza, la poca consistencia del retrato familiar) que le quitan potencia a un relato que, con sus diálogos cargados de doble sentido, deja ver que el pueblito guarda secretos fatales debajo de su cáscara de vida mansa y gente sencilla.
La escena inicial es definitoria y alegórica: el film se abre con un grupo de buenos vecinos saqueando una casa recién abandonada. Los dueños han desaparecido. Pero a nadie le preocupa la suerte de los que ya no están. Lo que quiere el pueblo es no averiguar nada y hacer rentable su silencio y su indiferencia.
(***BUENA)
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