Cantilo y su paisaje: lo que el tiempo se llevó
Edición Impresa | 2 de Noviembre de 2018 | 06:46

Susana Bautista Hualde
Profesora y vecina de City Bell
Poco se recuerda a José Guerrico; fue quien en nombre de la Sociedad Anónima que presidía compra a los sucesores de Jorge Bell 300 hectáreas de la Estancia Grande para fundar un pueblo. Y así fue que un 10 de mayo de 1913, por decreto del Poder Ejecutivo de la Provincia de Buenos Aires, se aprueban plano y proyecto de City Bell.
El plano inicial contemplaba la reserva de espacios públicos y privados, escuelas, iglesia, hospital y cementerio y áreas para quintas y chacras. La venta de terrenos no fue exitosa, la segunda guerra comenzaba en Europa y el temor paralizaba las inversiones. Por eso la Sociedad Anónima resuelve arrendar y cobrar una cuota mínima de 50 pesos la hectárea y asi comienzan a construirse los chalets. El primero en Cantilo y 7 perteneciente a Tobías Buchele y la avenida Cantilo comenzaba a asfaltarse en su tránsito hacia el Belgrano. Poco a poco en su extensión asomaban las tejas rojas y las chimeneas preparadas para los leños del invierno en los chalets que serían habitados por conocidas familias platenses en busca de la naturaleza y belleza que City Bell ofrecía.También recalaban numerosos inmigrantes con sus hijos que hallaban aquí paz y trabajo.
Una mañana soleada, de un dia primaveral recorrí la calle principal del pueblo y recordaba: en esta esquina estaba el 26, un poco más allá la telefónica y unos pasos más adelante una cuidada casa con una virgen que protegía su entrada. Atravesé la plaza Belgrano y sus añosos árboles con serpenteantes caminos de laboriosas hormigas. Miré hacia la izquierda y me acordé de la bicicletería de Brotto, ¿quién no pasó por allí? ¿a quién no le reparó la bicicleta?. Ingresé al último tramo de la calle, donde aún hay espacios abiertos y jardines que ya no están, mientras otro tipo de construcciones asoman amenazantes. El cielo ya no me parece tan azul, el paisaje cambia pero de pronto una bocanada de aire fresco: la zapatería de los Marino, lugar de encuentro de vecinos, y el ¡buen día, buona giornata! ¡Hola Antonio! Hola Gianni, ¿ya están los zapatos?, bajo la atenta mirada del más joven, Miguel. Y es en estos lugares de encuentro donde nos identificamos con el otro, con el vecino solidario, donde todos nos conocíamos y caminábamos sin temores
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