Diálogo y voluntad, las vías para arreglar el conflicto docente

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Hace menos de un mes se aludía en esta columna al conflicto planteado en el área educativa provincial, a partir de las demandas de mejoras salariales y de otra índole formuladas por el sector docente, señalándose que, a pesar de los fracasos en las negociaciones con el Gobierno, todavía quedaba tiempo como para seguir buscando fórmulas superadoras y evitar así que volvieran los paros a las escuelas públicas. ´

Ahora esa misma situación volvió a quedar planteada anteayer luego de concretarse la séptima reunión paritaria en lo que va del año y haber rechazado los gremios la nueva propuesta salarial que le presentaron las autoridades provinciales. Como se sabe, el comunicado gremial posterior al encuentro, donde argumentaron el rechazo a la oferta -firmado por la Feb, Suteba, Udocba, Sadop y Amet, en tanto que la Uda, por cuestiones que tienen que ver con la interna cegetista, se viene manejando por separado, aunque coincidió en rechazar la oferta oficial- concluyó con la convocatoria al paro y movilización el 25 de este mes.

En definitiva, de no mediar novedades, la semana que viene las aulas de las escuelas públicas provinciales volverán a estar vacías, en tanto que el paro del miércoles próximo se verá sucedido hasta el viernes siguiente por jornadas de protesta de 48 horas en la Universidad, en el marco global de algunas manifestaciones anunciadas por diversos sectores docentes. Es evidente que, desde hace muchos años, el panorama en el universo educativo en nuestro país sigue mostrándose poco auspicioso.

En el caso provincial, se ha dicho ya en reiteradas oportunidades que, más allá de las demandas de los maestros y de la postura del Gobierno –aun cuando pueda reconocerse que ambas partes se hayan esforzado por acercar posiciones en esta serie de encuentros-, lo que corresponde una vez más es instar a los actores de este conflicto a que extremen esfuerzos para lograr que un servicio tan esencial, como lo es el de la educación, pueda brindarse en plenitud.

Esto significa, procurar, a todo trance, que el ciclo lectivo se brinde sin interrupciones que alteren, inevitable y negativamente, el aprendizaje de los escolares. No cabe señalar aquí otra cosa que no sea la de volver a decir que, mientras quede tiempo disponible para negociar, ninguna puerta debe cerrarse en forma definitiva.

Tal como se ha dicho en años anteriores, lo cierto es que por más intensos que puedan parecer los niveles de controversia, sólo cabe insistir en la necesidad de que ambos sectores agoten las posibilidades hasta llegar a posturas consensuadas, que permitan resolver una situación cuyos primeros y más directos perjudicados son los millones de niños y jóvenes que asisten a las escuelas bonaerenses y que, de no acordar entre las partes, no podrán acudir a ellas.

Lo concreto es que la discontinuidad de un ciclo lectivo resiente profundamente a la escuela pública. Ello no significa, en modo alguno, desmerecer las justas reivindicaciones que puedan invocar los docentes.

Por ello es que debe insistirse en que las autoridades y los dirigentes gremiales del sector procuren en estas horas encontrar fórmulas positivas, que permitan la extensión de las clases sin interrupciones y que, por consiguiente, le garanticen a los alumnos ejercer el pleno derecho de aprender.

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