“El Mercadito”, un barrio donde los vecinos se la jugaron en la batalla contra los narcos
Edición Impresa | 9 de Abril de 2018 | 03:43

En el barrio de los tanques de agua pinchados, de las paredes agujereadas, de los dealers dueños de las calles, empiezan a preguntarse si la paz que llegó luego de una semana de fuego cruzado nocturno entre bandas de narcos, es el inicio de una nueva vida para todos, en la que se pueda salir, andar de noche y, sobre todo, no vuelen más las balas que se incrustan en las viviendas y obligan a meter a los chicos debajo la cama.
“El Mercadito”, como su vecino “El Churrasco”, en Tolosa, nació y creció alimentando al Mercado Regional con su fuerza de trabajo. Desde que en 1966 se construyó la primera casilla de madera, hogar de familia en la curva que une las avenidas 520 y 120, hubieron muchos cambios. El barrio creció y quedó encajonado entre el Mercado, la Autopista, las vías del tren y el Arroyo Del Gato. Florecieron las casillas y humildes viviendas de mampostería. También, alrededor de 800 casas de planes de asistencia estatal, dedicados a solucionar problemas habitacionales en la zona y al desafío de saneamiento de la cuenca del Arroyo, mudando a 300 familias de sus márgenes. Las calles se llenaron, pero un día empezaron a vaciarse. El 29 de octubre del año pasado un joven de 24 años fue asesinado a tiros en un callejón sembrado de restos de autos, vía de contacto entre El Mercadito y su desprendimiento, El Nuevo Mercadito (situado hacia la zona de 115 y 514, al lado de las vías).
Fuentes de la Policía y vecinos que pidieron no se revele su identidad coincidieron en que ese asesinato encendió la mecha de un enfrentamiento de bandas. Una, afincada en El Mercadito y la otra en el área de El Nuevo Mercadito (en rigor tendría su base del lado de las vías que da a calle 1 y 514, en Ringuelet). El escenario fue esa misma huella, que corre por detrás del Mercado Regional, bordeando una enorme pileta de ABSA, colectora de líquidos cloacales. “Por temas de venta de drogas o algún robo entre ellos, empezaron a tirotearse donde está la pileta. De un lado los de acá, del otro, a cien metros, los de Ringuelet. A la noche era terrible como volaban las balas. Hay vecinos con los tanques de agua pinchados, ventanas y paredes agujereadas”, detalló uno de los referentes barriales.
La primera versión de esta historia, indica que la banda de El Mercadito se dedicaba al narcomenudeo y tenía a la cabeza un hombre que lleva unos 10 años en la zona, pero su familia vivió durante décadas allí. A su alrededor, un puñado de jóvenes armados, moviéndose por el barrio. Varios ya estarían detenidos. Las operaciones se centralizaban en una casa usurpada del complejo construido por el Estado, en etapas, durante la última década.
Sus pares de Ringuelet, estarían diversificados, con intereses en el tráfico de drogas y los robos. Esto último, con un antecedente trágico, como fue el asesinato de la niña de 12 años Abril Scenna Bogado, frente a su casa (510 entre 11 y 12), en la madrugada del 5 del noviembre pasado. “En parte, esto se terminó por la valentía de la gente de El Nuevo Mercadito, que salió a protestar por la guerra de las bandas”, apuntó el vecino, sobre la protesta en 1 y 520, del 23 de marzo. Entonces, se mostraron allí centenares de vainas servidas, que luego fueron incorporadas a la investigación iniciada por la fiscal Betina Lacki (UFI 2). En El Mercadito también se la jugaron algunos vecinos, según señaló un jefe de la Policía Federal: “Sin las denuncias que ellos firmaron, sin su valentía para mostrarnos el camino acá adentro, nosotros no podríamos haber avanzado”, dijo en alusión a los operativos de la semana pasada. El lunes se realizaron las primeras detenciones y el martes, en una ofensiva conjunta de la Federal y la Bonaerense, se saturó la zona con 500 efectivos. Hasta una tanqueta de estilo militar se usó. Desde entonces, 210 policías de ambas fuerzas patrullan, día y noche, las calles y senderos. También hay control de motos y autos.
Las causas judiciales por narcomenudeo y abuso de armas en las que investiga el fiscal Juan Cruz Condomí Alcorta (UFI 16) e interviene el Juzgado de Garantías Nº 5 (Marcela Garmendia) tienen 8 detenidos de ambas facciones delictivas.
“Desde que empezó el operativo, esto está tranquilo. Por lo menos, se puede salir a hacer los mandados y los chicos juegan en la calle. Lo bueno es que detuvieron a los que generaban problemas y se llevaron las armas”, contó otro vecino quien, como todos, pidió no exponer su identidad. El martes pasado, los policías encontraron una pistola 9 mm con una adaptación que la transforma en ametralladora y una escopeta del calibre de las que usa la Bonaerense. Se investiga si esa arma fue robada en 2017 cuando en El Mercadito atacaron a un patrullero. Hasta ahora, los policías prácticamente no entraban al barrio. “El año pasado hicimos un procedimiento y tuvimos que tirar balas de goma durante dos horas”, contó el policía de la Federal. La resistencia fue dura también esta vez, con una pedrada contra patrulleros de la Provincia en los que se llevaban detenida a una mujer, con su bebe de 20 días, acusada de vender drogas a pocas cuadras de la base del otro detenido por infracción a la ley 23.737 ( tenencia y comercialización de estupefacientes).
OTRO CLIMA
En el barrio hay otro clima, pero el miedo sigue. Ayer, la DDI produjo la detención de un joven de 27 años como responsable de un vivero con más de una decena de plantas de cannabis. Según la Policía hay más.
“Esta gente no genera tanto conflicto como las bandas que venden cocaína, pero la libertad con la que se manejan para llenar el patio de plantas indica que en la zona no estaba el peso de la ley”, indicó un jefe de la fuerza.
Los vecinos se preguntan qué sucederá cuando, en dos semanas, termine la saturación policial. “Estuvimos dos años y juntamos 500 firmas para pedir luminarias. El día después del operativo grande, en media hora, colocaron 30 focos”, graficó uno de los referentes de la zona. En esa línea, se pide por una presencia constante del Estado en las calles, con policías y mejoras de servicios. Ahora, hay al menos tres organizaciones barriales que intentan atender carencias: tienen dos comedores, administran un puñado de puestos de una cooperativa Municipal, hay una biblioteca y actividades deportivas. La semana pasada hubo que suspender, por razones de seguridad, las prácticas para 150 chicos, en el club de fútbol infantil.
Varios, están dispuestos a seguir ayudando. “La mayoría somos gente honesta, que trabaja y quiere vivir bien con sus hijos. El año pasado, echamos a dos que vendían drogas y andaban a los tiros. No nos vamos a dar por vencidos ahora”, avisó uno de los vecinos que nació en el barrio y no piensa en mudarse.
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