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Un remanso de paz y cuidados para los perezosos en peligro

Un remanso de paz y cuidados para los perezosos en peligro

Perezosos encuentran paz y armonía en un santuario de Panamá / web

MARÍA M. MUR (EFE)

7 de Abril de 2019 | 05:48
Edición impresa

PANAMÁ

Mandy se electrocutó cuando era una cría con un poste de electricidad y perdió una pata y parte de la mandíbula. Su madre no sobrevivió, pero ella logró ser rescatada. Dos años después, vive con Naos, una perezosa que no puede mover las patas traseras por una deficiencia genética. Son uña y carne.

“Los perezosos suelen ser animales muy solitarios, pero estas dos son la excepción. Ambas llegaron aquí cuando eran bebés, han crecido juntas y no se quieren separar”, contó el biólogo Néstor Correa, director del único centro de rescate y rehabilitación de perezosos que existe en Panamá.

Ubicado a orillas del Lago Gatún, a las afueras de la capital panameña, el santuario para perezosos funciona como una suerte de hospital, donde las habitaciones tienen ramas y troncos en vez de camas y donde una docena de expertos proveen cuidados a estos somnolientos mamíferos oriundos de los bosques tropicales de Centro y Sudamérica.

“Una vez que salen de su hábitat natural, se desorientan y se vuelven muy vulnerables porque son muy lentos, son incluso más lentos que las tortugas”, explicó Correa, que preside la Asociación Panamericana para la Conservación (APPC), la ONG que está a cargo del santuario.

Su lentitud -apenas alcanzan los 0,25 kilómetros por hora y tardan casi 5 minutos en atravesar una carretera de dos carriles- les expone a un sinfín de amenazas como atropellos o mordeduras de perro.

La mayoría de los perezosos que pasan por el centro han sido rescatados por guardas forestales o ciudadanos anónimos cuando estaban perdidos en zonas urbanas y que, tras pasar 48 horas en exploración, son devueltos a la selva.

Otros, como Mandy o Naos, requieren cuidados especiales de por vida y serían incapaces de vivir en libertad.

“Le tuvimos que amputar la pata derecha porque tenía una gran infección. Mandy es un caso fuera de lo normal porque hay muy pocos perezosos que sobreviven a las amputaciones”, aseguró el biólogo.

Quien tampoco parece que vaya a abandonar nunca el santuario es un perezoso adulto, recién llegado, que aún no tiene nombre y que se encuentra de momento en el área especial destinada a los bebés por su delicado estado de salud.

Unos niños del interior panameño lo usaron como balón para jugar al fútbol y le ocasionaron una lesión en la columna vertebral que tiene muy mal pronóstico: “Él está poniendo mucho de su parte, pero su recuperación va a ser muy difícil”, reconoció una de sus cuidadoras.

Los perezosos, que no alcanzan el metro de longitud, son la máxima esencia de la vagancia. Duermen cerca de 18 horas al día y pueden pasarse horas colgados boca abajo de una rama. Poca gente sabe, sin embargo, que son unos excelentes nadadores.

Se les considera además los “jardineros de los bosques tropicales” porque sanean las copas de los árboles y juegan un papel importante en la dispersión de semillas.

En el mundo existen seis especies de perezosos, que se dividen en dos grandes familias: dos dedos y tres dedos. El único que de momento está en peligro de extinción es el perezoso pigmeo de tres dedos, que ya solo se encuentra en una isla paradisiaca del Caribe panameño llamada Escudo de Veraguas.

“La gran amenaza somos los humanos. El desarrollo urbano es el que está matando a los perezosos. Cada vez talamos más árboles”, lamentó el biólogo, mientras miraba cómo una voluntaria alimentaba a una cría de tres meses con un biberón relleno de leche de cabra diluida.

El santuario, abierto al público en 2017, se ha convertido en uno de los grandes reclamos turísticos de Panamá, uno de los países con mayor biodiversidad del mundo -30 por ciento de su territorio de 75.000 kilómetros cuadrados esta bajo algún régimen de conservación- y que apenas destina fondos públicos al rescate y rehabilitación de la vida silvestre, según los ambientalistas.

“Hace unos años la gente veía un perezoso y lo mataba a golpes porque había la creencia de que transmitían muchas enfermedades. Gracias a Dios poco a poco va habiendo más conciencia por parte de los ciudadanos, pero lastimosamente no de los gobiernos”, concluyó el científico.

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