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Y todavía leemos

Y todavía leemos

SERGIO SINAY
Por SERGIO SINAY

19 de Mayo de 2019 | 06:22
Edición impresa

Aunque han pasado ocho años de formulada, la pregunta sigue allí y es posible rastrearla en un foro de Yahoo (https://es.answers.yahoo.com/question/index?qid=20111120173545AAoUYkM). Un adolescente mexicano, que se identifica como XD, plantea textualmente la siguiente inquietud cuya transcripción es textual, los errores que se advierten no corresponden al autor de esta nota ni a la distracción de ningún corrector: “Dicen que es preocupante que hoy en día los jóvenes aki en mexico no lean o algo asi, y digo pa ke shingaos, e escuchado a muchos decir que leer desgasta la vista, asi que ps yo nunca leo porque al quinto renglon de lectura me da sueño, y me sorprende que muchos profes dicen que tengo una vista exelente y no es mentira, yo leo letritas chiquititititas que muchos profes no alcanzan a ver casi ni con lentes. espero amable publico que puedan resolver mi duda gracias”. Una de las respuestas que XD recibió, firmada por Anónimo, expresa: “Primero que nada, leer ayuda a que no escribas así de horrendo, y que más tarde no te transformes en un analfabeto”. Otra, con la firma de Tresoros, añade: “Antes de los libros, la gente no sabía leer y se usó esa carencia para dominar masas. Los analfabetos no sabían leer lo que firmaban. Se privó a las personas de aprender a leer y escribir para poder someterlas. Ahora leer y escribir nos parecen lastres en vez de valorarlos como armas que nos dan poder”.

Leer nos parece natural, como si formara parte del equipo con el que venimos a la vida, al igual que la vista, el oído, la voz o nuestros órganos y miembros. Sin embargo, se trata de una de las más formidables adquisiciones de cualquier ser humano en su propio desarrollo y de la humanidad entera en toda su evolución. Solo igualable al hecho de haber llegado a caminar sobre nuestras piernas, cuando originalmente éramos (y en cierto modo un bebé lo sigue siendo) cuadrúpedos. Y al extraordinario uso que le dimos al dedo pulgar, acaso la más poderosa herramienta en la construcción de la civilización. Aunque se nos escape la trascendencia de estos tres atributos, ellos nos hacen humanos. Sobre esa base nos constituimos luego como personas, al ampliarse nuestra conciencia, adquirir valores, construir vínculos afectivos, imaginar, gestionar las emociones y los instintos básicos.

ELEVARSE DESDE LA PLANICIE

“Leer les dará una mirada más abierta sobre los hombres y sobre el mundo, y los ayudará a rechazar la realidad como un hecho irrevocable. Esa negación, esa sagrada rebeldía, es la grieta que abrimos sobre la opacidad del mundo. A través de ella puede filtrarse una novedad que aliente nuestro compromiso”. De esta manera describía Ernesto Sábato la trascendencia de la lectura. Y Jorge Luis Borges advertía: “Uno no es por lo que escribe, sino por lo que ha leído”. Un modo sucinto y perfecto de explicar el poder creador, transformador y constituyente de los textos a los que les abrimos las puertas a lo largo de nuestras vidas. Leer nos permite elevarnos por sobre una mirada plana, elemental, pobremente fenomenológica del mundo que habitamos. De lo contrario nos quedaríamos apenas con lo evidente, sin recursos para ir más allá, para responder a las preguntas que se nos abrieran.

“Quien lee vive otras vidas en esta misma vida, recorre el planeta, explora mundos...”

 

Quien lee vive otras vidas en esta misma vida, recorre el planeta explora mundos, conoce a infinidad de personas de este tiempo y de otros tiempos, explora universos de otra manera inimaginables, va más allá del tiempo y del espacio, se abre a emociones y sentimientos, los comprende y los comparte. Y todo eso sin salir de su cuarto ni levantarse de su sillón o su silla. Leer nos parece natural, pero no lo es. Se trata de una adquisición, de una conquista. Los lectores no nacen, se hacen. Una persona no solo se construye a sí misma como lectora a través de la frecuencia, la constancia, la elección y la metabolización de los textos con los que se va relacionando. Además, es potencialmente una generadora de nuevos lectores. Algo que muchos adultos olvidan, no solo de sí mismos, sino respecto de aquellos en quienes pueden influir. Sus hijos y los demás niños y jóvenes con los que se relacionan. Seis siglos antes de Cristo el filósofo chino Confucio señalaba: “No importa lo ocupado que pienses que estás, debes encontrar tiempo para leer, o entregarte a una ignorancia autoelegida”. Anticipaba una respuesta para XD.

Aunque leemos libros desde el siglo XV, cuando el alemán Johannes Gutenberg creó la imprenta de tipos móviles, que daría pie a la impresión masiva de los escritos, la lectura viene de antes. Desde Gutenberg en adelante apareció también la industria editorial. Para el historiador del libro Roger Chartier, “Gutenberg era un empresario que se anticipó a la revolución industrial. Como decía McLuhan, el libro fue la primera mercancía producida en masa”. Y en cierto modo, añade Chartier, fue un precursor del capitalismo.

ENVASES Y CONTENIDOS

Por muchas razones, según se ve, un libro es más que un conjunto de páginas acumuladas y encuadernadas entre cartulinas de mayor grosor llamadas tapas o portadas. Aunque no todos sus contenidos lo confirmen, se trata de un poderoso testimonio y reflejo de la historia, la memoria, los sueños, el pensamiento y la imaginación de la Humanidad. En la actualidad importantes Ferias lo homenajean en el mundo. La de Frankfurt, en Alemania, la de Guadalajara, en México, la de Madrid, en España, y la de Buenos Aires, en Argentina, entre las más célebres. De alguna manera se puede decir que esos eventos dan cuenta de la relación actual entre una sociedad y sus lecturas, y su conocimiento, y su evolución intelectual y moral. El fin de semana pasada culminó la Feria del Libro de Buenos Aires. La mayoría de los editores se lamenta por el estado grave de su actividad (afectada como el país entero por una crisis económica sin solución a la vista, a pesar de repetidos y poco creíbles anuncios optimistas), mientras unos pocos, los que lograron colocar un transitorio best-seller, se gratifican, y los organizadores celebran la presencia de un millón 800 mil personas.

Pero, así como no cualquier compuesto de papel impreso es un libro, cabe preguntarse cuantos lectores reales hubo entre esas personas, así como cuántas actividades honraron realmente al espíritu del libro, a su significado, a su función. Los actos más concurridos estuvieron a cargo de youtubers, instagramers y otros subproductos de internet, así como de políticos en campaña. Acumular letras no es escribir, y descifrar su encadenamiento no es leer. XD, nuestro personaje inicial, lee y escribe, más allá de sus tropezones evidentes. Pero eso no lo convierte en lector ni en escritor. A una Feria se la puede denominar del Libro, pero no es el envase lo que la define, sino sus contenidos y cómo honra a aquello que invoca. En ese aspecto la de Buenos Aires, es un síntoma preocupante. Cada vez más Feria, cada vez menos del Libro. Acaso represente el estado de las cosas en la sociedad. Quizás haya que recordar entonces a Mario Vargas Llosa, quien dijo: “Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos insumisos, y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría”.

 

(*) El autor es escritor y periodista. Su último libro es "La aceptación en un tiempo de intolerancia"

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