El estupor del fiscal, el chico de los cuchillos y preguntas sobre una masacre a la madrugada

Quienes entraron entre la noche del miércoles y la madrugada de ayer en la casa que compartieron Graciela Holsbak y Raúl Bravo, con el hijo de 17 años de la mujer, difícilmente puedan escaparle aún en estas horas a la horrorosa imagen de la violencia que había quedado en una pieza y el comedor.

“Nunca vi nada igual”, dijo el fiscal a cargo de la investigación, Marcelo Martini (UFI Nº 3). Llevaba una noche sin dormir, junto a la plana mayor de la policía a nivel regional. Todos pasaron casi toda la noche en la vivienda de 523 entre 164 y 165 luego de que la mamá de Alma se encontrara con el horror al presentarse a buscar a la nena a las 10 de la noche del miércoles.

“Tenían cortes por todos lados. Es realmente impresionante”, describió el fiscal. A esa hora, los peritos buscaban pruebas que permitieran entender la dinámica criminal que terminó con tres vidas. Al cierre de esta edición, todavía no se había ordenado la evidencia de manera de poder conducir a pistas sobre la autoría del crimen. Se sabe que Holsbak murió en su cuarto, al lado de la cama e intentó defenderse de los cuchillazos fatales. A su lado habría sido atacado Bravo, pero su cuerpo fue arrastrado dos o tres metros hasta quedar en el comedor de la casa. El rastro de sangre indica ese movimiento. Al lado del hombre, dentro de una bolsa, el cadáver de Alma lleva a pensar que hubo maniobras para el desmembramiento. A los tres los atacaron principalmente en la zona del cuello y la cabeza.

En los primeros informes de los peritos se da cuenta de que cada una de las víctimas recibió alrededor de una docena de puñaladas. La pareja de mayores además tenía signos de defensa, con cortes en sus manos. La nena fue degollada.

Los estudios buscan determinar cuántas personas hubo en total en la escena. Aunque no se escribió aún en la causa, se apunta al adolescente de 17 años, hijo de Holsbak como posible autor de la masacre.

No obstante eso, no dejan de preguntarse cómo un chico de 17 años, aún con buen manejo de los cuchillos (los fabrica) podría reducir, por ejemplo, al padrastro y a su sobrina, mientras lanzaba una lluvia de puntazos a la madre.

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“Las puñaladas mortales fueron una por cada persona”, contó una fuente de tribunales y detalló que la nena murió por el corte en el cuello, el hombre por un puntazo en el corazón y la mujer por una herida en el abdomen.

No estaba claro para los investigadores si Holsbak y Bravo fueron atacados cuando ya se habían acostado a dormir.

El cálculo de los forenses indicó que los tres murieron entre 18 y 24 horas antes del hallazgo. Eso es, entre las 22 del 31 y las 4 del 1º.

También se esperan resultados de huellas en la casa, el cuchillo utilizado (se incautaron 3) y los investigadores buscaban rastros del adolescente sobre sus movimientos en la madrugada del 1º.

Se sabe hasta ahora que cenó con una de sus hermanas, en la casa de esa mujer, situada en 177 y 529, barrio La Emilia. Luego, alrededor de las 2 de la mañana, el chico apareció en la quema de un muñeco, en la intersección de 520 y 169. Después, fue visto en una fiesta juvenil que se desarrolló en la plaza de Romero a varias cuadras de su casa (171 entre 521 y 522). De allí habría partido a las 5 de la mañana. Desde entonces nada se sabe de él.

Por su parte, las víctimas pasaron la noche del 31 en casa, con familiares de Holsbak y su nieta. Una versión señalaba que también habrían estado en la quema del muñeco.

Según le contaron a este diario varios vecinos de la cuadra, nada se escuchó en la madrugada que indicara una emergencia.

Los policías estudiaban imágenes de las cámaras públicas de la ciudad en busca de los pasos que, según sospechan, podría haber dado el adolescente con el objetivo de huir, tras la masacre en su casa. Nada se había obtenido al cierre de esta edición. Tampoco habían aportado algo significativo los testimonios de los amigos, a quienes citaron a declarar.

La ausencia del menor es uno de los rasgos de misterio del caso, empujados por la violencia del método usado para asesinar.

Se estudiaban en Tribunales declaraciones que hablaban de discusiones frecuentes en la casa, en un volumen que traspasaba las paredes de una vivienda precaria. “El chico era celoso de la madre y peleaba con el padrastro, pero la mujer también discutía con su pareja. Incluso, estuvieron un tiempo separados y él volvió”, indicó un pesquisa.

También se busca establecer si el joven recibió asistencia psiquiátrica, como indica una versión que llegó a Tribunales por la tarde.