El millonario escándalo del 028 y los tres pibes que pagaron los platos rotos

Ese 27 de octubre de 1988 una inusual cantidad de apostadores se volcó a las agencias de Lotería oficial y “de la otra” a jugarle a “El Cerro”. Algo raro había, pero cuando lo descubrieron ya era tarde

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Hipólito Sanzone

hsanzone@eldia.com

- ¿Nene sos estúpido, no sabés lo que es un golpe seco?

El pibe se encogió de hombros y puso las manos con las palmas hacia arriba, como si algo fuese a caerle del cielo.

Para su compañero esos gestos fueron un clarísimo “no” . Y se puso furioso. A esa hora de la noche ya era tarde para cambiar de plan, para cambiar de pibe. El otro, el tercero en el “asunto”, ya había entendido lo que tenía que hacer y se había ido a dormir temprano. Pero este otro seguía ahí, con más dudas que seguridades.

Los tres eran “menores tutelados” por el Estado provincial. Uno, casi en la mayoría de edad, venía del Almirante Brown, en diagonal 73 y 115 y los otros dos tenían 15 y 16 y venían del Márquez, de 61 entre 1 y 2. No eran “delincuentes juveniles” como se les decía entonces pero su fragilidad social y familiar y algunas incursiones en el descuidismo callejero los habían llevado ahí. Desde hacía un tiempo gozaban de un raro beneficio: eran Niños Cantores.

Nunca se supo cómo es que fueron designados para esa tarea pero lo cierto es que una vez por semana se calzaban unas bermudas y unas camisas grises y se pasaban la tarde cantando los números de la Lotería de la Provincia en los sorteos de la calle 46 casi 7.

A los Niños Cantores entonces nunca les tocaba el mismo rol. A veces el mayor sacaba la bolilla del premio, otro el número y un tercero su ubicación en la pizarra. Como las explicaciones que el gobierno de la Provincia, especialmente las autoridades de la Lotería nunca fueron muy claras, siempre quedó la duda sobre si la tramoya se hizo con tres bolillas (unidad, decena y centena) o con una, la del 028 o con la del premio.

Lo cierto es que la aparición del 028 como primer premio en la vespertina del 27 de octubre de 1988 generó un descalabro financiero para las arcas oficiales y un cañonazo en “las otras”, las que manejaban un puñado de personajes del lado menos claro, pero también del más pintoresco de la ciudad: los capitalistas de juego. Eran (¿son?) verdaderos personajes con vidas de novela, otra que Netflix. Pero acaso como la ciudad era otra, la sociedad también era otra y entonces podía decirse que estos personajes vivían haciendo cabriolas en la cornisa de la ley y del derecho pero muy poco o nada tenían que ver con la inseguridad salvaje que se conocería después.

“No vendían falopa, ni explotaban mujeres y los pibes no salían a matar a cualquiera para robar y comprarles droga”, apunta a la distancia un viejo comisario que anduvo por aquel asunto del 028.

LA LEY DE UN TAL MURPHY

El 27 octubre de 1988 los capitalistas de juego clandestino de La Plata, Berisso, Ensenada recibirían un golpe tremendo en sus líneas de flotación. Desde la mañana de aquel día sus “pasadores” habían empezado a recibir apuestas al 028, la mayoría a las tres cifras a la cabeza y así sería durante todo el día hasta la tarde del sorteo vespertino donde recibieron la peor noticia: “salió el 028”.

Lo que para la clandestina fue un golpe, para la oficial fue, además, un escándalo. Las pérdidas totales por el pago de premios superaría largamente los 2 millones de australes, una cantidad que a la distancia, revolviendo viejas cotizaciones y otros cálculos, andaría por los 200 millones de pesos de este tiempo.

En la noche del 26 octubre, víspera del 27, al mayor de los Niños Cantores, al que luego acusarían formalmente de haber “ideado” el plan, se le dio por repasar todo antes de irse a dormir porque notaba que a uno de los conjurados el asunto no le cerraba bien.

Es que no tenían certeza de cuál iba a hacer la tarea de cada uno al otro día y entonces, los tres tenían que estar preparados para la que le tocase. Y como esa ley que llaman “de Murphy” suele ser de cumplimiento implacable, la tarea clave, la que requería nervios de acero, podía tocarle al que en los papeles parecía tener menos luces. Y esa famosa ley que dice que si algo puede salir mal saldrá mal, se cumplió.

Con bronca por tener que explicarle todo otra vez, encima a esa hora de la noche, M.E.A. pensó que por algo a ese otro pibe le decían “El Tele”, diminutivo de televisor, por lo “cuadrado”, término que en esos años se usaba para burlarse de personas más bien tirando a brutas. Hoy se les diría algo así como “cabeza de termo”.

El “Tele había dicho que había entendido “muy bien” cual iba a ser su rol en la “operación” del día siguiente. Pero había mentido para que no lo carguen con lo de Televisor cuadrado, como eran esos aparatos en 1988.

- “Un golpe seco es esto: tac, tac. Seco, golpe seco. Vos le pegás con el nudillo a la pipeta del bolillero y la bolilla tiene que bajar”, repitió el mayor, susurrando para no ser oído por el resto de los “tutelados” o por algún celador.

- “¿Y si no baja?”, preguntó el Tele, estirando el mentón hacia adelante, como desafiando al destino.

- “Si no baja, agarrás una pala, hacés un pozo y te enterrás vivo y hacelo grande porque nos tenemos que meter ahí también yo y el otro que está durmiendo en la pieza. Los tres, enterrados. Hace una semana que hay gente que le está avisando a otra gente que le tiene que jugar a ese número y vos ahora me preguntás qué pasa si la bolilla no cae, pedazo de estúpido”, dijo el mayor, entre la ironía y la amenaza.

- “¿Y qué número es el que vamos a hacer salir?”, preguntó el Tele levantando otra vez los hombros, inquisidor como un detective que cree haber encontrado la pregunta justa.

- “No sé. Mañana te digo bien. Pero ese número es el que vos tenés que sacar, que te tiene que caer en la palma de la mano después que vos le das un golpe seco a la tobera del bolillero. Seco, tac, tac, golpe seco”.

Esa noche, que era la noche anterior al sorteo, ni M.E.A. ni el Tele pegaron un ojo, a diferencia del tercero que hasta roncó.

LA MODISTA Y SU HERMANA

En aquellos años el gobierno provincia había iniciado una suerte de cruzada en favor de la Lotería Oficial, y se concedían licencias para abrir agencias en los barrios. Y no era raro que en alguna agencia se hicieran “travesuras” como, por ejemplo, que alguno de los capitalistas conocidos tomaran parte de las jugadas, sobre todo las de apostadores y apostadoras de confianza que no necesitaban las tarjetas-boletas que imprimía el sistema. O también que algunos agencieros “descargaran” en el circuito clandestino donde las ganancias eran mayores. Cuando eran descubiertos, les quitaban la licencia.

En una de esas agencias, por la zona de La Loma, pero también en algunas otras más al sur y más al norte, dos socios que caminaban un rato en cada vereda de las apuestas “blancas y negras”, hablaban preocupados.

- “Vino otro más”.

- “¿Otro? ¿Y cuántos son ya?”.

- “Son 76...no, pará, son 78 con las dos viejas de la esquina. La modista y la hermana. Esas también le jugaron al 028”.

- “Hacé una cosa, llamalo al Sordo Varela que yo lo llamo a Nito, esos tienen que saber si pasa algo raro”.

Cuentan que a las 5 de la tarde de ese 27 de octubre de 1988, dos horas antes del sorteo oficial, lo más granado del “capitalismo” platense ya había advertido que “algo raro había” y que ya no era casualidad que todos sus pasadores tuviesen los bolisllos llenos con papelitos de apuestas al 028.

- “¿Me vas a decir que todos soñaron lo mismo? ¿Que la ciudad de La Plata entera anoche soñó que estaba arriba o abajo de un cerro”. El 28, en la tabla de los sueños quinieleros, es El Cerro.

Verdad o leyenda urbana tiempo después se le atribuiría a un conocido “banca”, como también se le decía a los capitalistas, haber dado el primer paso para evitar un desastre total en el sector. Cuentan que el hombre, que tenía una hija muy agraciada que tiempo después se casaría con un conocido futbolista habría sido el que sugirió “apurarse” y descargar apuestas del 028 en las agencias de la Lotería Oficial.

En poco tiempo el dato cruzó la ciudad como un barrilete enloquecido y paró en los lugares donde tenía que parar y ser tenido en cuenta. Anduvo por Barrio Hipódromo, por la calle 38; por el Mondongo cerca de la 66 y la 117; y tuvo tiempo de hacer unas paradas en Berisso y en Ensenada

Así fue como, en la realidad de los números que se conocerían después, la Lotería bonaerense recibiría en cuestión de horas 201.779 tarjetas con apuestas al 028 a la cabeza. A las tres cifras, a matar o morir como dicen los que tienen letra para dar cátedra en asuntos de Quiniela.

Esa tarde, los Niños Cantores, menores tutelados llegados del Almirante Brown y del Márquez, cantaron ocho premios hasta la salida del primero. El Tele pegó con el nudillo de su mano izquierda ese golpe seco que no lo había dejado dormir en toda la noche y la bolilla que tenía que caer, le cayó mansa sobre el dibujo de la línea de la vida. Era como le habían dicho nomás: alguien había pegado la bolilla con “La Gotita”, con una dosis tan exacta que le había permitido sostenerse quien sabe desde cuánto tiempo antes hasta que el Tele le dio ese golpe. Seco, el golpe, seco, como le habían dicho 500 veces hasta hacerlo enojar.

Tiempo después se sabría que el número “legal” había sido el 131 porque al Tele podrían cargarlo por su falta de luces pero no por su torpeza y velocidad de movimientos. Cuando hizo el cambio por el número que tenía que salir, dejó el 131 “a tiro” para esconderlo y llevárselo. La policía lo encontraría semanas después debajo de su cama.

CONFERENCIA DE PRENSA

La salida del 028 fue un bombazo. A la “oficial” le costó poco más de 2 millones de australes en premios pagados. En la clandestina el impacto también se sintió pero, como era lógico suponer, nadie salió a dar una conferencia de prensa para contarlo. En cambio sí lo hizo el entonces director de la Lotería, Osvaldo Papaleo. Después de varios días de esquivar la presión que ejercía un tema del que hablaban todos y ya había llegado a los medios Papaleo habló oficialmente en nombre del Estado provincial sobre el asunto del 028.,.

Ducho en cuestiones mediáticas, Papaleo arrancó “tirando títulos”, como en la jerga periodística se le dice a aquellos que dejan un concepto fuerte detrás de otro sea cual fuere el tema del que hablen.

“Tenían un amplio conocimiento del sistema”, fue lo primero que dijo el entonces funcionario de la Gobernación Cafiero. Titulazo. Pero antes que los medios empezaran a escribir la historia de una banda de recursos insospechados detrás de la maniobra con el 028, el mismo Papaleo se encargaría de bajar varios cambios.

“Pero no hubo una organización, porque de haberla habido se llevaban la Provincia entera”, remató, ante la sorpresa de los presentes en una conferencia de prensa organizada en los primeros días de noviembre en la mismísima Gobernación.

Esa tarde Papaleo estaría acompañado por dos funcionarios que permanecerían mudos y preocupados: el entonces director de Contaduría de la Lotería, Fernando Frediani y el Asesor Legal Roberto Sloco. La conferencia de Prensa terminó con una frase de Papaleo que sería recordada. Cuando le preguntaron, como si hubiese tenido algo que ver, por el golpe que el 028 le había dado al juego clandestino, Papaleo enfrentó a la audiencia y dijo: “No sé, pero ojalá que lo hayan perdido todo”.

Contaban por entonces que el gobernador Cafiero primero se había tomado aquel asunto con cierta liviandad pero con el transcurrir de los días y los “comentarios de la calle”, fue levantando presión. Y el primero que la ligó fue su secretario de Seguridad, Orlando Caporal, un hombre muy activo, de estarle muy encima a los mandos policiales que por entonces ni soñaban con las reformas políticas que se vendrían una década después y que, entre otros cambios, pondrían al platense Luis Lugones como el primer civil en el comando mayor de ese ejército que ha sido siempre la Policía bonaerense. Como perla para la historia, durante una semana de aquella intervención, la mayor autoridad civil de la Bonaerense fue una mujer: Marta Arriola, una colaboradora del entonces interventor a quien reemplazó cuando éste viajó a entrevistarse con los jefes de la DEA. Es que a esa altura del baile, en la recta final de los 90, ya nadie se tragaba aquello de “Argentina es un país de tránsito y no de consumo”.

Pero diez años antes, en aquellos días de noviembre de 1988, con el asunto del 028 latiendo como un grano de pus en la nariz de la política bonaerense, Cafiero lo llamó a Caporal y le dijo que el tema era prioridad.

UNIDAD ESPECIAL

Se acordó entonces con la jueza de instrucción Sara Berta Rodríguez de González, (en ese tiempo no había Unidades Funcionales de Investigación y los fiscales sólo aparecían en los juicios orales) crear una “unidad especial” para investigar la misteriosa, o no tanto, salida del 028 a la cabeza en la vespertina del 27 de octubre de 1988.

Se designó al comisario Marcelo Messina que a su vez llevó a dos oficiales de su confianza: Ignacio Urcola y Carlos Abecasis.

Empezaron por el hilo más fino y si bien nunca llegaron al grueso de la madeja, puede decirse que aclararon el asunto. El hilo más fino eran los Niños Cantores.

Así se encontraron con que en uno de los institutos donde habían estado se había denunciado el robo de dinero de una caja fuerte. Pero se había denunciado la desaparición del efectivo en australes y no los dólares que luego se sabría también había en la caja.

“¿Dólares en la caja fuerte de un Instituto de Menores?”, se preguntaban los detectives a quienes las explicaciones oficiales no conformaban.

¿Era el dinero para financiar la operación 028?

En esas recorridas por el espinel del caso y con los Niños Cantores con las bocas bien cerradas, los detectives llegaron a un dato que resultaría clave.

“Me dijo que si lo perdonaba me decía que número iba a salir el jueves. Obvio que no le creí pero después de lo que pasó, de todo lo que salió en el diario, ahí me di cuenta”. El relato era de una celadora. La mujer había sorprendido a uno de los Niños Cantores en una falta disciplinaria y el castigo era la suspensión de una actividad que tal parece al “infractor” le interesaba. De ahí la “oferta” para obtener el perdón.

DEBAJO DE LA CAMA

Con ese dato la pesquisa fue más a fondo y en la revisión de las pertenencias del Tele y sus compañeros, apareció el 131 que debió haber sido cantado en lugar del 028.

“Me vas a decir que la ciudad de La Plata entera soñó que estaba arriba o abajo de un cerro”

Con el caso técnicamente esclarecido, la Lotería negaría que algunas cosas hubiesen ocurrido como se las contaba. Más allá del escándalo la causa estaba caratulada Defraudación y sus imputados eran menores de edad. Poco cuesta imaginar entonces lo que pagaron por el delito que se les cargaba.

La política no se quedó conforme y desde la oposición los por entonces diputados provinciales Joaquín Nogueira y Ricardo Tojo presentaron pedidos de informes que en el Senado replicaría el senador José Carrizo Fierro, todos radicales. Querían que el Poder Ejecutivo diera explicaciones a fondo sobre lo ocurrido. Esos pedidos de informes quedaron juntando polvo en algún rincón de la Legislatura, si es que alguien no lo usó para encender lo que se necesita para una buena choriceada.

“Estimando periodista, siento una tremenda alegría que se haya acordado de mí después de 32 años, por tan aberrante delito en perjuicio del Estado Provincial. Jamás me contestaron el pedido de informes sobre tamaña defraudación donde sin lugar a dudas fueron criminalmente utilizados tres menores cantores de la Lotería Provincial, por delincuentes que seguramente quedaron en el vergonzante anonimato”, me escribió hace unos días José Fernando Carrizo Fierro senador provincial UCR Mandato Cumplido.

La salida del 028 le costó a la “oficial” poco más de 2 millones de australes en premios

“Tampoco se me informó el resultado del sumario administrativo solicitado, ni la causa penal que pedí se instruya de oficio por parte del organismo Provincial de control de la administración pública provincial”, agregó el ex legislador.

Lo mismo señaló el entonces diputado Nogueira: “nunca contestaron los pedidos de informe y luego se fue haciendo voz popular que aquella jugada fue una maniobra ilegal para el financiamiento político oficialista. No se pudo reunir una prueba. La información para la presentación del pedido de informes preliminar fue suministrada por varios amigos vinculados al juego clandestino que sufrieron importantes pérdidas y sospecharon del flujo de jugadas que tuvo ese día el 028”.

Nunca se supo quién o quienes estuvieron detrás de aquellos tres “tutelados”. Nunca se supo cómo el 028 llegó a la pipeta de ese bolillero y quien lo pegó hasta que el Tele le dio ese golpe seco que tanta mala sangre le había causado. La Lotería labró sumarios internos con resultados que, como diría el senador Carrizo Fierro, nunca se dieron a conocer. Y hubo cambios en los mecanismos de los sorteos.

LOS DESANGELADOS

Hay un dato final que pinta de cuerpo entero a aquellos “delincuentes juveniles”, como la sociedad llamaba entonces a los desangelados como el Tele y sus dos compañeros que nunca revelaron si alguien estuvo detrás o delante de aquel plan.

Entre los tres apenas pudieron reunir 80 australes para jugarle al 028. Dos tarjetas de 30 y una de 20. En aquel octubre de 1988 un kilo de pan costaba 5 australes y uno de cuadril, 15. La nafta 4,16 el litro y el sueldo mínimo andaba por los 550 australes. Un año más tarde esos precios se multiplicarían por hasta 2.500 por ciento a consecuencia de la hiperinflación que se llevaría puesto al gobierno democrático de Raúl Alfonsín.

Poco cuesta imaginar el “botín” que le tocó a esos niños cantores que se hicieron cargo de la millonaria defraudación con el 028.

 

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