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La última zurda que supo regar la cancha de fútbol

La última zurda que supo regar la cancha de fútbol
Adrián D’Amelio

Adrián D’Amelio
adamelio@eldia.com

9 de Diciembre de 2020 | 03:34
Edición impresa

A finales de diciembre de 1981, en una tarde calurosa, Carlos Salvador Bilardo firmaba su contrato para iniciar el año próximo una nueva etapa como entrenador de Estudiantes. El propio Narigón cuenta que en las arcas del club no había mucho dinero, pero al marcharse Patricio Hernández al Torino de Italia (fue vendido en 750 mil dólares) necesitaba un mediocampista ofensivo. Y pensó en Alejandro Sabella, Pachorra, que se encontraba jugando en el fútbol inglés con la camiseta del Leeds United, equipo que actualmente dirige Marcelo Bielsa.

Bilardo viajó solo a Inglaterra. Se pagó el viaje y llevó unos pocos dólares en la valija con la única obsesión, que era traerse a Sabella. Después un par de días y muchas charlas, el Narigón convenció a la dirigencia del club inglés y Estudiantes tenía al “10” de ese equipo que iba a ser determinante en el conjunto albirrojo que se consagraría campeón del Metropolitano ‘82 y después del Nacional ‘83, en este último caso con Eduardo Luján Manera como técnico.

Alejandro Sabella se encargó de enamorar enseguida al hincha de Estudiantes, como se dice fue un amor a primera vista, con esa zurda mágica, que llevaba atada a su “amiga”: la pelota. Era difícil poder sacársela, pese a su tranco cansino, de ahí el apodo de Pachorra. Esa inteligencia que demostró como técnico también la tuvo a la hora de mover los hilos del equipo como jugador.

Capaz de frenar y meter un pase entre líneas para Hugo Gottardi, Guillermo Trama o cualquier compañero que aparezca desmarcado en el ataque o quizá llevarse el balón hasta cercanías del área rival para que le comentan infracción y “fabricar” una jugada de pelota parada a favor del conjunto albirrojo, que una de las variantes más trabajadas por un técnico como Carlos Bilardo.

Cada vez que tomaba la pelota Alejandro Sabella, el equipo “descansaba”, ya que le ponía la pausa justa, pero además ese mediocampo de Estudiantes fue un verdadero lujo, porque junto a Pachorra estaban Marcelo Trobbiani, José Daniel Ponce y Miguel Angel Russo, que era el único volante de marca en ese equipo del Narigón, que se encargó de deleitar con su juego exquisito al hincha albirrojo. El fútbol estará eternamente agradecido.

 

 

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