Del “fuimos todos o nadie” de la Secundaria a un caso que puede terminar en perpetua

Villa gesell, enviado especial

hsanzone@eldia.com

Lo que en términos mediáticos se ha instalado como “pacto de silencio” sigue siendo el eje central de la estrategia de los acusados de matar a golpes a Fernando Baéz Sosa a la salida de un boliche en Villa Gesell.

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Nadie dice, nadie admite y en todo caso, ante el peso de la carga acusatoria, el razonamiento pareciera ser el “fuimos todos, profesora” o el “nadie fue” con el que los alumnos de un colegio secundario deciden enfrentar la sanción colectiva después de una travesura en la que hubo, como suele haber, ideólogos y partícipes en diferentes grados.

Solo que ninguno de los diez acusados, incluyendo a los que por ahora están en la casa, cometió una travesura sino que se los acusa de un crimen brutal, despiadado, con matices de alta cobardía y un tinte a odio racial y de clase que destila en cada prueba reunida por la fiscal.

Ayer volvieron a seguir la línea que les trazó su abogado que, dicen, en rigor, es el abogado de uno -el que estaría más complicado- y oficia de defensor integral como parte de una estrategia que mucho tiene que ver con el silencio y, esta vez, con la rebeldía judicial.

“me mentiste en la cara”

“Me mentiste en la cara, mientras vos seas la fiscal no voy a hablar del caso”, disparó ayer Máximo Thomsen, sindicado desde la fiscalía recusada como el autor de la última patada, sospecha que comparte con otro comprometido: Ciro Pertossi.

La de ayer fue una jornada difícil para todos, empezando por los acusados que llegaron a la Fiscalía de Villa Gesell cuando el sol empezaba a pegar sobre el medanal donde está instalada.

La sombra es en cuenta gotas, apenas dispersa entre los tamariscos que rodean la construcción.

La arena caliente le jugó sucio al micro del Servicio Penitenciario que los trajo desde Dolores. “Se quedó”, gritó un uniformado. Fue necesario el auxilio de una máquina vial y varios maderos para sacarlo del atasco.

La distancia a la que quedó el micro del ingreso a la Fiscalía permitió ver a los acusados en su camino de cabezas gachas.

Quedó claro que Blas Cinalli se había cortado el cabello y ya no tenía el rodete delator, esa seña que fue clave en las rondas de reconocimiento.

“Pidió un peluquero y se lo cortó. Dijo que tenía calor”, comentó al pasar y con mucho recelo uno de los guardias.

La de ayer fue una jornada de enorme expectativa ante la posibilidad de que uno, o dos o los tres o cuatro que podrían estar menos comprometidos que aquellos que golpearon hasta matar, rompieran el “pacto de silencio”. No ocurrió. La contracara fue la actitud desafiaante que adoptaron ante la fiscal a la que algunos hasta se animaron a tutear.

En una escena clave de Missisipi en Llamas, una película emblemática, de culto, sobre el odio, la intolerancia, el abuso de poder, uno de los protagonistasreflexiona amargamente ante el entramado de silencio que rodea los crímenes que investigan. “Esta lata de gusanos sólo se abre desde adentro”.

A unos cinco kilómetros de allí, un árbol frente al boliche Le Brique, donde masacraron a Fernando, se ofrece a la vista como duro testimonio del dolor y la bronca. El tronco a esta altura ya está envuelto en cartas, flores, dibujos y fotos arrancadas de los diarios y de la internet. El santuario, como ya todos le dicen en Villa Gesell, es detención obligada de naturales de la zona y de turistas.

Como una forma más de pedido de Justicia, algunos negocios de la zona han puesto también la foto de Fernando en fotocopias blanco y negro con la misma palabra innegociable: Justicia.

Alicia es paraguaya y está en Villa Gesell desde los primeros soles fuertes del verano que lentamente empieza a juntar los petates camino al otoño. Llegó con su marido y sus hijos adolescentes detrás del sueño de un pequeño negocio de comidas estratégicamente ubicado sobre la Avenida 3, no muy lejos de Le Brique.

nadie en la calle

Desde esa primera fila de la vida gesellina después del crimen, Alicia asegura que “estas noches no anda nadie en la calle”. Por “nadie” Alicia interpreta a los pibes y pibas que recorren la zona entrada la madrugada. “Hay miedo, ellos lo tienen y nosotros también”.

La empleada de un local de ropa que muestra el afiche de Justicia por Fernando dice que la situación no es para tanto pero que si, que se nota que “hay menos gente, también porque es febrero y el verano se va. Vamos a ver qué pasa en los carnavales”.

Frente al muro gris de Le Brique que ahora se alza como un lugar sombrío cuesta imaginar un ambiente carnavalesco después de lo que pasó.