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Séptimo Día |“Paren el mundo, quiero bajarme”

Entre el poder del Estado y el amor al conocimiento

Uno de los principales dilemas que planteó el coronavirus. Fusión entre la política y la medicina. Vigencia de postulaciones de Tucídides. “No somos islas”, asegura un filósofo italiano. El miedo

Entre el poder del Estado y el amor al conocimiento

Un hombre sentado frente a un mural que representa a un “médico-ángel” que lucha en la primera línea contra el coronavirus, en Nueva Delhi/afp

Marcelo Ortale
Marcelo Ortale

3 de Enero de 2021 | 06:56
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Hace pocos días el filosofo español Antonio Lastra, en una conferencia que dictó en la valenciana Escuela de Filosofía del Ateneo, señaló y consideró al historiador ateniense Tucídides (460 a.C- ¿396? a. C) como inspirador de una teoría que puede servir para interpretar el sentido de la pandemia que hoy sufre la humanidad.

El coronavirus es omnipresente, global y afecta la libertad y la igualdad de las personas, dijo. Ocurre que Tucídides fue el primero que describió una plaga de naturaleza similar, en su obra “Historia de la guerra del Peloponeso”, en donde cuenta la guerra desatada entre Esparta y Atenas. En ese contexto se declara una epidemia terrible, a la que y analiza en detalle, porque esa enfermedad, dice, promueve la dinámica de una lucha por el poder. Tucídides fue el primero también en señalar la fusión entre medicina y política.

Se puede apelar a varias síntesis conceptuales, cuya vigencia –a pesar de los más de 2.500 años transcurridos- no deja de sorprender. Hay formulaciones múltiples y una de las primeras que reflejó Lastra es la que propicia Tucídides, expresada en estos términos: o se está con el poder de la Ciudad, o se está con el amor al conocimiento.

La descripción de la plaga es un asunto político y es claro que los gobernantes tienen que velar por el orden y la salud pública. Sin embargo, casi inevitablemente, los gobiernos se enfrentarán a la tentación de usar la epidemia para acrecentar su poder. Frente a ellos están quienes rehuyen a esa alternativa y proponen otros tipos de salidas. Esa es una de las conclusiones formuladas por Lastra, extraídas de textos de las lecturas de Tucídides.

En el caso de Atenas –cuna de la democracia- la plaga derivó en la aparición dominante de Pericles que, pese a su origen y a sus indiscutidos méritos de estadista, terminó por montar una tiranía autocrática. “Por eso no podemos admirar a Pericles”, advirtió Lastra.

Hay que estar en guardia contra algunos gobernantes de la pandemia, que apuntan antes a fortalecer el poder de la Ciudad que a profundizar en el conocimiento de la plaga. Hubo actitudes mesuradas, pero también muchas sobreactuadas, por parte de gobernantes como Trump, Xi Jimping, Putin, Bolsonaro, Macron y otros que, instigados por el coronavirus, caminaron por la difícil y movediza frontera que separa a la democracia del totalitarismo. Para gobernar en la pandemia, agregó, algunos gobernantes de la tierra montaron una epopeya mediática y decidieron que era mejor parecerse a Pericles.

Algunas medidas sanitarias tienen plena justificación, otras podrían discutirse. Se las debe y puede analizar. Pero cuando el poder de la Ciudad es el que predomina en la intención, dijo el estudioso español, puede renacer el monstruo administrativo de Thomas Hobbes, que en 1651 imaginó en su “Leviatán” una suerte de Estado civil y eclesiástico de poderes ilimitados: “Nadie hay tan osado que lo despierte...De su grandeza tienen temor los fuertes...No hay sobre la Tierra quien se le parezca, animal hecho exento de temor. Menosprecia toda cosa alta; es rey sobre todos los soberbios”. Esa forma de Estado rompe todo contrato social y justifica todo absolutismo.

Hay también una segunda conclusión de las enseñanzas de Tucídides. Ella tiene que ver con la “centralización” del Estado, entendida como respuesta emergente que sale a confrontar a toda posible gravitación de los gobiernos locales. El mando en la pandemia se unifica. El timón de Atenas debe marcar el rumbo de las demás ciudades y sus políticas resultan ser imperativas.

Este fenómeno se presentó en muchos países y también en la Argentina, en donde distintos municipios, por momentos, establecieron protocolos locales, contradictorios a veces del central. La tendencia fue bien vista en algunos casos, ya que cada región tiene sus características. Sin embargo, fue evidente que hubo tensión entre el poder central y los locales.

Antes de la pandemia muchos estudiosos y sociólogos, como el catalán Toni Puig, anticipaban una suerte de extinción de los estados nacionales, a favor de lo que denominaban como una “federación de municipios”, con creciente vigencia en Europa. Sin embargo, la pandemia eclipsó por ahora esa alternativa.

“NO SOMOS ISLAS”

La humanidad pasó mal un año, un tiempo desprovisto de piedad. Uno de los problemas más comentados fue el hecho de que mucha gente se sintió aislada, separada de los otros y casi de la época.

Sin embargo, el filósofo italiano Nuccio Ordine (1958- ) aseguró en una entrevista realizada por el diario catalán La Vanguardia que el coronavirus demuestra lo contrario: “En este momento en que la gente no se puede abrazar, darse la mano o besarse, descubrimos que no es verdad la idea que regía el mundo, ese individualismo que asegura que los hombres son islas separadas. Al contrario, tenemos necesidad del otro. Si me daño yo, daño a la comunidad entera”

Autor entre otras obras de “El umbral de la sombra” (Venecia, 2009) y de Les portraits de Gabriel García Márquez. La répétition et la différence, París, Les Belles Lettres, 2012), añadió que “la humanidad es un continente. Como decía el poeta John Donne, ‘ningún hombre es una isla’, ese es el tema de un libro mío que aún no ha llegado a España. El gesto irresponsable de una sola persona tiene enormes consecuencias en toda la comunidad: tras la decisión del gobierno italiano de cerrar toda la Lombardía, 20.000 personas tomaron el coche, el tren, el bus y emigraron al sur de Italia, es un gesto irresponsable que infecta zonas donde no estaba el virus”.

Le preguntaron a Ordine para qué sirve la literatura durante una pandemia como la que corre hoy por nuestro planeta: “Permite comprender el pasado para, a través suyo, comprender el presente. En el Decamerón de Boccaccio, de 1348, se reúnen unos amigos en el campo a contarse historias como terapia frente a la peste que asuela Florencia. Ellos respetarán unas reglas convenientes no solo a su salud física sino a la salud del espíritu porque la peste genera tristeza y depresión”.

Siguió diciendo: “Boccaccio es inteligente y nos dice que lo peor es el miedo al miedo, esa extrema confianza que te hace hacer cosas contra ti mismo y tu comunidad, él describe la irracionalidad de la gente que cree estar haciendo cosas para mejorar su salud pero que en realidad son muy dañinas. Leamos la primera frase del libro: ‘Humana cosa es tener compasión de los afligidos’. ¿Ve el poder de la literatura como fármaco?”

¿PAREN EL MUNDO?

Mucha gente pareció adherir este año a una frase legendaria -“Paren el mundo, quiero bajarme”-, cuya autoría le fue asignada a Mafalda, pero Quino lo desmintió. Dijo que Mafalda era entusiasta y que jamás renunciaría a vivir. También aseguraron que la expresión era de Groucho Marx, pero se trató de otro mito urbano. El nombre viene de una comedia musical presentada en 1966 en Broadway, con mucho éxito, cuya autoría es de Philip Saville.

Sea como sea, esta otra tentación –la de bajarse del mundo- también estuvo presente. Sin embargo, el mundo y la gente siguen andando juntos. Y ya se vislumbran destellos del futuro. Los rectores de la moda vaticinan que la ropa que vestiremos a partir de ahora será informal y casual, con mayor uso de prendas deportivas y cómodas.

Los urbanistas ya dijeron que las ciudades tendrán menos densidad poblacional y que, sin perder los valores propios de la concentración –que estimula las actividades económicas y hacen ahorrar en infraestructuras- se encontrarán otras formas de asentamiento, que no favorezcan los contagios.

La novelista Elsa Barceló se preguntó: ¿qué habríamos pensado hace diez meses si nos hubieran dicho que un virus -algo que no se ve, ni se huele, ni se siente hasta que ataca- reduciría nuestra sociedad a un desierto en el que nuestro sistema económico quedaría paralizado y la gente se escondería en sus casas por miedo a contagiarse y morir?

La nueva literatura vendrá a darle respuesta a Barceló.

La medicina, la economía, la historia, todas las actividades humanas están preparando respuestas para una inesperada época de encierros obligatorios. En este mundo que se volvió extraño, lleno de interrogantes, acaso más tembloroso y frágil, pero tan fascinante para el pensamiento.

El gesto irresponsable de una persona tiene consecuencias en la comunidad

Las actividades humanas preparan respuestas para una inesperada época de encierros

 

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