Gabriel Rolón: "Me dieron siete días de vida"

Gabriel Rolón abre su corazón a pocos días de cumplir 60 años y hace una confesión desconocida para sus seguidores. El reconocido y prestigioso psicólogo argentino fue diagnosticado con una cardiopatía congénita al nacer por la que los médicos “me dieron siete días de vida”.

El pronóstico de los primeros médicos que lo atendieron allá por 1 de noviembre de 1961 no eran alentadores. Incluso llegaron a decir que como mucho, viviría siete meses. Sus padres aterrados, que unos años antes había perdido a otra hija, no dejaron de consultar a distintos profesionales.

Los Rolón no descansaron hasta encontrar una respuesta: uno de esos tantos médicos que vieron les transmitió tranquilidad al decirles que no iba a morir de esa patología. Gabriel Rolón nació en Ramos Mejía y venía de una familia muy golpeada emocionalmente. Unos años antes habían tenido que enterrar a una bebé a la que ni siquiera llegaron a ponerle un nombre. 

Pasó muchos años en Laferrere dentro de un núcleo familiar muy humilde y luego se mudaron a Liniers. Allí llegó otra bebé a la familia que coronaron épocas de tranquilidad. Lejos de sentirse limitado por la enfermedad congénita, logró sacarle provecho desde otros puntos de vista puesto que terminó relacionado profesionalmente con “el corazón”.

Su padre, su camino

Gabriel Rolón siempre admiró a su padre. Ante sus ojos veía a un hombre inmenso que supo dejar de lado los dolores de su infancia para llenar de amor el futuro de sus hijos. Don Rolón era el hijo mayor de una familia muy pobre que, sin la posibilidad de cuidarlo, lo dejó en un hogar. Allí se acercó a la lectura, pasión que con los años le transmitió a su heredero.

Él lo recuerda como un hombre que tenía una “tristeza eterna” pero que, cuando conoció a su madre, todo cambió. No tiene recuerdos de peleas o gritos en su casa, sino todo lo contrario. A los 27 fue su padre quien lo animó a estudiar psicología y años después fue el primero en tener el título de su hijo en la mano.

Gabriel Rolón salió de recibir el título de egreso y fue a ver a su ejemplo de vida a la obra en la que trabajaba como albañil. Uno de sus mayores tesoros es saber que se fue en 1998 pero antes pudo verlo recibido de doctor, como siempre soñó.

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