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"Album para la juventud": horas que flotan suspendidas

En su primera película en solitario, Malena Solarz construye un retrato liviano y burbujeante de dos adolescentes que empiezan a pensar en su ingreso al mundo adulto. Se estrena hoy en el Festival de Mar del Plata y se podrá ver online

"Album para la juventud": horas que flotan suspendidas
Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

23 de Noviembre de 2021 | 01:00

En 1948, el compositor alemán Robert Schumann compuso para sus tres hijas su “Álbum para la juventud”: una serie de composiciones cortas, sencillas, livianas, alegres, con algún tinte melancólico. En su primer largometraje en solitario, que se estrena hoy en el Festival de Mar del Plata (podrá verse, hasta el viernes, de forma presencial y también online, gratis) Malena Solarz lo homenajea no sólo a través del título sino también a través de la forma de la forma misma, contando una historia de adolescentes al borde de convertirse en adultos, en los primeros días del primer verano sin escuela, dando sus primeros pasos, tentativos, en el mundo del arte, a través de una serie de viñetas ligeras, burbujeantes, sutiles, hechas de pequeños y delicados detalles que van conformando a estas criaturas en formación.

Una idea que nació de una imagen: dos chicos adolescentes viendo una obra de teatro, y uno de ellos anotando en un cuaderno algo. Esa idea, cuenta Solarz en diálogo con EL DIA, “se fue desarrollando en un taller de guion, hasta convertirse en un guion de un largo” sobre personajes lanzados “casi en contra de su voluntad, a partir de lo que dicta la vida institucional” hacia una nueva etapa, comenzando a explorar sus pasiones creativas, un futuro posible: escriben en cuadernos, toman lecciones de piano, van al teatro, se suman a talleres, revisan su pasado en forma de casete. “Son personajes, creo, algo anacrónicos”, se ríe la directora: no es el suyo el típico retrato de ese primer verano sin las obligaciones escolares, libertad y futuro abrumador, lleno fiestas, descontrol y lecciones.

“Trabajándolo en el taller, me di cuenta de que hay varias cosas que se le suelen adjudicar a los adolescentes que mis personajes tal vez no tenían tanto, esa cosa rebelde, las pulsiones sexuales, la experimentación con todo tipo de drogas… Mis personajes no lo tenían, pero asumí que esa era la identidad de esos personajes, algo que seguramente tiene que ver con mi propia adolescencia”, analiza Solarz al respecto. 

“Sabía que eso, en esa edad, y en películas sobre esa edad, era levemente excepcional: los adolescentes que uno suele ver en las películas tienen más conflictos con la edad, con el mundo, con cómo los perciben. Ellos los tienen, pero quizás para adentro, no explotan. Es un momento en el medio de otras etapas, pero no fue el punto de partida, no es que pensé hacer una película sobre la adolescencia y lo difícil que es atravesarla”, agrega la cineasta.

Sol y Pedro están tomando decisiones, pero sin la habitual furia hormonal adolescente. Conversan entre ellos, conversan con otros, y en esos diálogos se cuelan sus esperanzas, sus miedos, sus dudas: Solarz hace a sus criaturas hablar a través de diálogos casi naturalistas (aunque, dice, conservando el carácter escrito, el artificio, en los textos), en los que brotan pequeños instantes que revelan y luego se disuelven. 

Solarz, que dirige su segundo largo tras codirigir con Nicolás Zukerfeld “El invierno llega después del otoño”, acepta entonces que sus chicos son “diferentes a otros adolescentes, del cine al menos, más espectadores que personas que llevan adelante una empresa: están replegados sobre sí mismos”. De hecho, en el corazón del relato están sus dos protagonistas, Sol y Pedro, que pasan todo el día juntos: hay tensión en el aire, pero todo es sugerencia y potencial, la película no está conducida por el impulso de saber si terminarán o no juntos, o por un debate entre hormonas y corazón. 

“No es que me quería diferenciar de todas las películas coming of age. Pero eso (el romance como hilo conductor) no iba pasando, y era consciente: llevaba escenas al taller, y compañeros y compañeras me decían ‘cuándo va a pasar algo entre ellos’. Pero la película no iba por ahí”, dice Solarz. 

Así, Sol y Pedro pasean, visitan amigos, van al teatro, pasan los días entre adultos, y brillan cuando están juntos, pero sin que eso implique, necesariamente, un beso que resuelva todo al final: “Album para la juventud” es una película de momentos y conversaciones, una película íntima y pequeña, que levita por su levedad. No es “Album para la juventud” el tiempo del vértigo y el desborde, de la adolescencia como una guerra de la que nadie sale ileso, sino un tiempo suspendido, horas que flotan entre dos momentos de la vida. “Algo de esa intimidad, de la cosa pequeña, me interesa. También me gustan películas muy expresivas, de adolescentes muy conflictuados, pero esa parte me interesa como espectadora, aunque a mi no me sale. Tendría que haber tenido otra vida, quizás, no me es tan cercano”, analiza, citando esa tradición de cine adolescente “enfervorizado, un poco romántico”, donde los chicos viven situaciones que los marcan para siempre, aprenden grandes lecciones y lanzan grandes monólogos, donde la juventud es contada con nostalgia, como el momento cumbre de la vida. “Yo no viví así la adolescencia, no la recuerdo así mi adolescencia”, dice Solarz.  

Ese cine, agrega, muchas veces “le hace cumplir una función a sus personajes, aparecen en la película para representar algo. Todo representa algo, lógico, pero vienen a ser una idea muy a priori que la película comunica: ellos son simples mensajeros de eso que la película viene a comunicar. Personajes que vienen a decirnos las ideas que los directores tienen sobre la vida, sobre la juventud, sobre la libertad. Yo, en principio, no tengo tanto para decir sobre la vida y la libertad, y mucho menos haría que mis personajes, pobrecitos, fueran los encargados de decir todo eso”.

 

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