Una violencia incontenible y difusa que está causando dramáticos desenlaces

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La violencia como respuesta de mucha gente. Una violencia no siempre asociada a la intención de cometer un delito, una violencia difusa e incontenible que viene causando graves desenlaces, cuando no fatales, en numerosos episodios que causan consternación en la sociedad. El caso más visible ocurrido en las últimas horas, en el que un adolescente, por un rayón que habría sufrido su auto, le aplicó una trompada al empleado de una cochera ubicada en San Telmo, que cayó desmayado y hoy lucha por su vida en un hospital porteño, puso en evidencia el descontrol y las desmedidas reacciones de mucha gente ante situaciones cotidianas.

Tal como se reflejó ayer en este diario, el nivel de violencia pone en blanco sobre negro una realidad preocupante que se vive en el país. Una discusión de tránsito que se transforma en un ataque con agua hirviendo. Un enfrentamiento verbal entre parientes que termina con uno de los interlocutores herido de gravedad con un ladrillazo en la cabeza. Vecinos que linchan a un presunto ladrón, hasta matarlo a golpes...

También puede hablarse en algunos casos de excesos en el accionar policial y de un empleo de inusitada violencia por parte de ladrones que no trepidan en atacar y herir a personas mayores de edad. O de motochorros -convertidos ahora en una verdadero flagelo social- que atacan a mujeres o a personas que no les ofrecen ningún tipo de resistencia, pese a lo cual golpean sin piedad a sus víctimas.

En un informe publicado ayer en este diario se puso de relieve que La Plata no está ajena a esta eclosión de episodios delictivos desmedidos, que terminan con graves consecuencias. Ocho de los crímenes cometidos durante este 2021 fueron en el marco de riñas originadas por causas menores.

Riñas ocasionales que derivan en muertes, peleas entre jóvenes a las salidas de los boliches, como la ocurrida hace pocas horas en la que un adolescente agredió con un piedrazo a otro y el impacto le causó a la víctima traumatismo de cráneo y una fractura expuesta de temporal. Palizas entre familiares que derivaron en muertes, apuñalamientos, crecimiento de la violencia de género: el muestrario quita el aliento a quienes siguen a esta inquietante saga.

Desde luego que son múltiples las causas que deben originar esta escalada irracional. Podría hablarse de la crisis socioeconómica, de la falta de ejemplos, de las falencias policiales y judiciales, así como de la incidencia cada vez mayor de la droga como nuevo componente, ciertamente deletéreo, de la vida social.

Frente a lo que parece ser, lamentablemente, un recrudecimiento de la violencia, es de esperar que no sólo la policía sino la justicia -y también la más atinada legislación- acudan a resolver un problema que, como el del delito, es complejo y debe ser abordado en su integridad, sin soslayar ninguna de las causas que lo originan. Pero aquí debiera agregarse un dato que distintos especialistas señalan como clave, que es el de la educación. Si la sociedad dispusiera de mayores niveles de educación, es casi seguro que este fenómeno tan negativo se vería radicalmente disminuido.

 

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