El marco, repleto de emoción y orgullo, superó con holgura a las fallas del último partido

La remontada en el clásico y el regreso a la Libertadores fueron los genuinos motores de una fiesta de alto voltaje. En el juego sólo brilló Braida

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Por MARTÍN MENDINUETA

@firmamendinueta

Tener ahorradas unas cuantas satisfacciones le permitieron a Estudiantes jugar bastante lejos de su mejor nivel y perder justo cuando organizó una enorme fiesta por los matices del año competitivo que ayer terminó con alta calificación.

El fútbol, especialista en romper planes preparados hasta en el más pequeño de los detalles, le recordó al León del Ruso que distenderse, aunque más no sea un poquito, puede deparar antipáticos dolores de cabeza.

Haber luchado e insistido liderado por la enorme peligrosidad ofensiva de Fabián Noguera no le alcanzó ni siquiera para empatar.

Los festejos planificados no sufrieron ninguna alteración, aunque el color final de la velada se opacó un tanto por la derrota.

La modestia del huésped no impidió que llegara al gol

Entre banderas de todos los tamaños y una alegría profunda que los hinchas guardaban en su pecho desde la tarde del clásico, Estudiantes salió a cumplir con la imposición del fixture relajado sin querer estarlo.

Sorprendentemente parado en defensa con una línea de cinco que incluyó a Fernando Tobio (todo parece indicar que su ciclo está agotado), el dueño de casa tuvo en Gustavo a Del Prete, siempre activo y “hambriento” de alaridos, a su hombre más destacado. Con el Vasco Aguirregaray yendo con mucha libertad, y Nicolás Pasquini ubicado por largos lapsos en la posición de mediocampista por izquierda, pretendió, con muy baja eficacia, incomodar a los muchachos del Titán Palermo.

Despacito, casi de un modo imperceptible, Francisco Cerro empezó a ser importante en el eje central y desde allí le brindó confianza y juego criterioso al modesto tiburón marplatense.

El gol de Braida tres, cinco o nueve fechas antes hubiera generado una catarata de críticas al sistema defensivo y, muy especialmente, a Pasquini, que a la hora de marcar sigue mostrando errores tan apreciables como conceptuales.

Cuando Néstor Pitana decidió el final de la primera etapa la gente seguía cantando y esperando los distintos homenajes que estaban por venir; pero, aunque no lo decían, todos habían visto jugar mal al mismo equipo que el domingo pasado les había regalado una satisfacción muy valorada.

Ayer volvió a quedar como verdugo, pero Palermo ya sabe que volverá al León como entrenador

 

Cancha repleta, celulares preparados con la aplicación que permitía sumar a cada espectador al moderno show de la luces, telones que tapizaron de orgullo los cuatro lados del escenario, y una ansiedad palpable para que la copa más importante del continente empiece mañana mismo, le dieron a la noche el estatus de un encuentro especial.

Hasta Martín Palermo, el quetanto se extrañó durante los años en que se transformó en goleador histórico de Boca, se llevó una camiseta de regalo y, pareciera, el cheque en blanco que le asegura que. más temprano que tarde, será director técnico del Pincha.

Aquel cruce en plena final del 2006, cuando Verón le gritó que dejara de generar peligro para el arco albirrojo (y que le deparó al entonces artillero xeneize múltiples reproches de la hinchada que lo cobijó desde que era un adolescente) quedó definitivamente superado. Imposible predecir cuándo, pero el hoy entrenador de Aldosivi merece y tendrá un regreso al club quelo formó.

TODO LO QUE HIZO DURANTE EL AÑO JUSTIFICA EL BRINDIS FINAL

Cuando la derrota ya era una realidad, la gente se quedó en sus lugares esperando el cierre de temporada con los protagonistas en el campo. Querían aplaudir. Tenían ganas de seguir cantando que los hace felices regresar al torneo que ha marcado a fuego buena parte de su más rica historia.

Mientras Aldosivi se duchaba en el vestuario visitante, cada hincha de Estudiantes sacó a relucir el cariño y el agradecimiento por tantos puntos sumados.

No resultó el partido soñado, pero sí la noche deseada. El telón cayó, ya tarde, con la ovación imaginada.

 

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