Fuertes reformas, estabilidad y un plan de un dólar, un peso

En su primer mandato, lanzó la apertura de la economía y privatizó las empresas de servicios públicos. Luego, se ató a un plan de convertibilidad, que terminó explotando en una crisis

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No caben dudas que la política económica del expresidente Carlos Menem marcó a fuego la década de los ´90, más allá de los aciertos y errores, y las controversias que desataron.

Llegó al poder en 1989 en medio de una desbocada híperinflación con sus mensajes de “Revolución Productiva” y “Salariazo”. Durante los primeros años de gobierno no pudo dar con el clavo, o bien con el ministro que ejecutara su política económica, hasta que llegó Domingo Cavallo -el cuarto- en abril de 1991.

Tras un período de estancamiento económico e hiperinflación, Cavallo puso en marcha una política monetaria basada en la paridad entre el peso y el dólar conocida como “convertibilidad’’ que atajó la escalada de los precios, estabilizó la economía y atrajo inversiones.

A partir de ese momento un peso valía como un billete estadounidense y lo mantendría Menem en el tiempo, es decir su segundo mandato, hasta que le explotó en las manos al Gobierno de la Alianza aunque la crisis ya se hacía sentir con desempleo y pobreza.

Estas variables, sin embargo, confluyeron en el triunfo sobre la inflación y una estabilidad que trajo una apertura de la economía y las privatizaciones principalmente en los jaqueados servicios públicos por sus deficiencias en manos del Estado en esos momentos.

Estas reformas estructurales en la economía trajeron un fuerte crecimiento, que con el tiempo no pudo mantenerse.

Mientras lidiaba con los sindicatos de la central obrera, los que terminaron alineados en su mayoría a su política, el peronismo apoyaba desde el Congreso las nuevas políticas impulsadas por Menem y ejecutadas por Cavallo.

De a poco con el apoyo popular que le daba la estabilidad económica, el riojano fue forzado su liderazgo llevar adelante las más profundas transformaciones que requería la economía argentina para entrar en una etapa de desarrollo que, como todo, no fue veterna.

La política de privatizaciones, llevada adelante por el ministro de Obras Públicas, Roberto Dromi, incluyó la venta de empresas de servicios públicos con malos funcionamientos y muchas necesidades, como electricidad, teléfonos, gas, agua, electricidad, o el correo.

En ese período, cierto, pasaron a manos privadas, se concesionaron o dejaron de existir algunas empresas emblemáticas, como Entel, Aerolíneas Argentinas, YPF, Gas del Estado, Segba, Obras Sanitarias de la Nación, entre otras.

Menem se hizo eco de un tiempo donde se acentuaban reclamos por los servicios públicos

 

Pero más allá de cuestionamientos por la venta de empresas emblemáticas como Segba (luz) y Entel (teléfonos), Menem se hizo eco de un tiempo donde se acentuaban los reclamos, y las necesidades, de esos dos servicios. Los cortes de energía eran más que cotidianos y conseguir una línea telefónica domiciliaria eran un lujo que pocos se podían dar.

En cuanto al plan de convertibilidad, ideado por su ministro de Economía Domingo Cavallo, si bien terminó en una crisis por su extensión que fue difícil de resolver y desató un alto impacto social, le dio un gran impulso al campo -fuente principal de ingresos de fondos al país- que con el 1 a 1 se animó a importar las maquinarias necesarias que ya demandaban el progreso.

Los índices inflacionarios cayeron a niveles históricamente bajos, lo que redundó en beneficios sociales para los sectores más desprotegidos, mientras que el Producto Bruto Interno (PBI) creció a tasas de 8% promedio durante el período 1991-1995.

Por otra parte, el auge de consumo y la reducción de las tasas de interés permitió que sectores medios y medios-bajos tuvieran acceso al crédito para adquirir productos importados o viajar al exterior.

La contracara, creen economistas, es que terminó promoviendo un crecimiento exponencial de los índices de desocupación, subocupación y pobreza.

El progreso parecía estar cada vez más y Argentina ingresó en un período de prosperidad. Menem era presentado en el mundo como el mejor alumno y hasta en 1998 inauguró en EE UU la asamblea anual del Fondo Monetario Internacional.

Pero el primer llamado de atención fue la crisis de la devaluación en México, conocida como efecto tequila, que impactó fuertemente y puso un freno a la actividad. Los indicadores económicos y sociales comenzaron a desplomarse a niveles récord.

Así, en mayo de 1995 la desocupación creció hasta 18,5% y se incrementó fuertemente el déficit fiscal y comercial.

Con Menem también llegó el sistema de jubilación privada, con el nacimiento de las administradoras de fondos de jubilación y pensiones (AFJP), que conviviría con el sistema estatal de reparto. Después vendría la marcha atrás en el gobierno kirchnerista.

 

 

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