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Rodolfo Ranni: “La vida es movimiento”

A los 83 años, el emblemático actor sigue girando: lleva recorridos más de 30 mil kilómetros con “Divino Divorcio”, que traerá a La Plata, mientras comienza a grabar la nueva temporada de “El Marginal”

Rodolfo Ranni: “La vida es movimiento”
Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

28 de Marzo de 2021 | 05:40
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Rodolfo Ranni, uno de los rostros más reconocibles del cine y la tevé argentinos, tiene 83 años, y lleva recorridos en una camioneta, “una camioneta cómoda”, aclara, más de 30 mil kilómetros en un mes y medio: junto a Viviana Saccone, hizo temporada en Carlos Paz y luego llevó por todo Córdoba “Divino divorcio”, una comedia sobre una pareja que se separa y decide celebrarlo con un fiestón, obra que traerá a la Ciudad el 10 de abril antes de pasearse también por Mendoza y otras localidades.

“Mi familia me decía ‘vas a viajar tanto…’ Pero la vida es movimiento. Así que ahora estoy recorriendo el país, viernes, sábado y domingo”, cuenta, porque el resto de los días, lejos de descansar, comienza a grabar la nueva temporada de “El Marginal”, “hasta que el cuerpo aguante”.

Cuando el productor de la obra escrita por Alfredo Allende le trajo la propuesta, de todos modos, tuvo dudas: el COVID acechaba ahí afuera, había que hacer temporada en Carlos Paz, luego girar… “Somos dos, Viviana y yo, más la productora y el asistente de dirección: se enferma cualquiera de los cuatro y se terminó la temporada”, dice Ranni. Pero la propuesta “me encantó” y tras un año de encierro, salir también lo seducía.

Es por eso que “El Tano” llegará en medio de su trajín al Teatro Metro en abril (el sábado 10 a las 21) con “Divino Divorcio”, una comedia “muy irónica”, donde “por momentos se ríen más los hombres y por momentos las las mujeres”, sobre una pareja que tras muchos años de casados, decide divorciarse… y hacer una fiesta de divorcio.

“Tienen divorce planner, todo, como si fuera un casamiento al revés”, cuenta entre risas quien interpreta a la mitad de la pareja: la otra mitad es Saccone, “con quien nunca habíamos trabajado juntos, nunca habíamos tenido escenas juntos... pero tenemos una química bárbara, algo que es fundamental en una obra de dos personajes. Con una mirada, sabemos cómo viene la mano”.

- La obra marcó para vos el regreso a los escenarios, al teatro con público, tras un año de encierro. ¿Cómo has vivido ese retorno?

- Fue emocionante. Ver a la gente con el barbijo sentada en la platea... la noche del estreno en Carlos Paz fue muy emocionante. Así que feliz, porque la gente se divierte, se identifica, de repente todo es silencio, aplaude… Si logramos hacerles pasar un buen rato, misión cumplida.

- Las funciones se llevan a cabo con los protocolos correspondientes, y nadie se ha contagiado en el teatro, pero no deja de ser toda una decisión hacer una obra de teatro en medio de la pandemia, y llevarla por todo el país.

- Es que hay que hacer punta, mirar para adelante. Pero sin dejar de cuidarse. Nosotros nos cuidamos muchísimo, después de las funciones vamos a comer, pedimos mesa para 6 y somos 4, nos sentamos en diagonal, a 3 metros cada uno…

“Las cosas que pasan en la vida son experiencias, todo se vuelve anécdota. Hay que ir para adelante. ¡Qué vamos a hacer! No hay otra…”

 

- Por otro lado, imagino la felicidad de poder salir, trabajar, tras un año de encierro. ¿Cómo fue tu cuarentena?

- Me agarró volviendo de Mar del Plata, con mi mujer en nuestro departamento. Pero me fue bien, porque hice todo lo contrario de lo que el virus creía: leí lo que no leí en los últimos diez años, hice gimnasia en la terraza, me hice una huerta, y si el virus creía que iba a chupar dos botellas de vino por día, lo mato, porque tomé agua con limón; y si creía que iba a engordar por estar encerrado, al contrario, como frugalmente. Y de paso me vino bárbaro porque bajé unos cuantos kilos. Así que le lucho con las armas que él no espera.

UNA VIDA EN MOVIMIENTO

Ranni tiene 83 años (“si, pero no pienso en la edad. A veces sí, pienso que me gustaría tener aunque sea dos meses menos, pero en general no pienso en eso”, advierte) pero, revela en charla con EL DIA, no tiene intenciones de frenar. Por eso, aunque su familia tenía pruritos sobre esta gira nacional con “Divino Divorcio”, el actor italo-argentino consideró que lo mejor era subirse a esa camioneta cada fin de semana para llevar su obra por los rincones del país, de la misma forma que en cuarentena se las ingenió para seguir en movimiento.

- A tu edad, girás por todo el país con una obra de teatro los fines de semana, mientras grabás en la semana. ¿Ese mantenerse en movimiento es la clave, el secreto?

- Si, puede ser… pero no vas a creer que soy un fanático en la gimnasia, eh. Camino un rato, en vez de estar encerrado, sentado… Sobre todo, porque la cuarentena me agarró en un espacio chico. Yo vivo en el campo, así que tenía que mover el cuerpo de alguna manera.

- Estuviste un año encerrado, las salas cerradas… ¿Llegaste a pensar en el retiro, concebís la vida sin actuar?

- No, de ninguna manera. En nuestro trabajo, si podés caminar y hablar, no podés dejar de trabajar. Aunque de pronto uno no lo necesitara. Pero venimos de un año de encierro, ¿quién puede vivir sin trabajar en este país? Nosotros no estamos en Hollywood: la gente fantasea con que los actores ganan mucha guita... Además, mirá, antes de la pandemia me rompí el tendón de aquiles izquierdo; al año y medio me rompí el derecho. Entre una cosa y otra, fueron dos años y medio con muletas. Y después la pandemia… Entonces, gracias a Dios que puedo caminar, ¡tengo que laburar!

- Has laburado toda tu vida, de hecho. ¿Qué ha significado la actuación para vos?

- Es mi trabajo. Soy bastante atípico, en ese sentido, como actor. Nunca soñé con ningún personaje, y en realidad me fue ganando la actuación a mi, porque a mi lo que me gustaba era escribir. Pero me fueron llegando cosas de actuación, y fui dejando de escribir.

UNA TRAYECTORIA ILUSTRE

Esa evolución, de escritor al actor, se dio en Argentina, pero Ranni nació en Trieste, Italia, en 1937. Alrededor había caos y devastación, producto de la Segunda Guerra Mundial, y en más de una ocasión ha relatado cómo pasó su tierna infancia viendo cuerpos flotando en el mar.

Por eso, su familia se mudó en 1947, tras el final de la Guerra (pero no de la profunda crisis económica y política de Italia) al país. Diez años después, Ranni dio sus primeros pasos en la actuación, sobre tablas: el teatro fue su primer amor, pero rápidamente aparecieron el cine y la televisión, que lo volverían un rostro icónico para los espectadores.

Desde la tevé, protagonizó historias como “Atreverse”, “Matrimonios y algo más”, “Vínculos”, que le valió un Martín Fierro, “Zona de riesgo” y “Los machos” (otro Martín Fierro), mientras que crecía su presencia en cine, hasta volverse omnipresente en los 80: Ranni, el rostro recio, la voz profunda, era el actor más buscado a la hora de filmar policiales en aquella década.

“Hice todo lo contrario de lo que el virus creía: si el virus creía que iba a chupar dos botellas de vino por día, lo mato, porque tomé agua con limón”

 

Hoy, vuelve al género policial en las grabaciones de “El Marginal”: el rodaje comenzó esta semana y Ranni revela que interpretará al director de la nueva cárcel, un personaje “malísimo, pero que no es corrupto. Es un abuelito, está chocho con los nietos… y después es terrible lo que hace en la cárcel”.

Mientras tanto, en paralelo, la nueva película de Néstor Frenkel, “Los visionadores”, una especie de documental delirante, se muestra en el BAFICI, rescatando ese pasado olvidado por las nuevas generaciones, y erigiendo a Ranni, a ese Ranni de “one liners” implacables, vestido de gabán y buscando justicia con la mirada torva que trabajó en el cine policial de los primeros días de democracia argentina, en una especie de Dios de su universo paralelo (llamado, jocosamente, “The Rannix”). Un homenaje del que se enteró por su hija, y aunque todavía no pudo ver el filme (Frenkel lo espera para mirarla tomando un café, cuenta) le genera “gran emoción” que alguien “haya dedicado tanto tiempo a recuperar aquello”.

“Venimos de un año de encierro, ¿quién puede vivir sin trabajar en este país?”

 

- ¿Qué recuerdos tenés de ese cine, de los días de “En retirada”, “El desquite”, “Revancha de un amigo”?

- Los mejores. Fue un momento de despegue del cine nacional, que siempre es una cosa que de golpe no existe más, el presupuesto del INCAA no está, siempre estuvo muy golpeado el cine. Por eso, esa época fue muy particular, de gran apertura, donde hicimos cosas lindísimas.

- Aunque has trabajado mucho en comedias y venís a La Plata con una comedia, esos papeles de tipo duro parecen encajar bien con tu historia de vida: naciste en la posguerra y te viniste a un país que andaba de dictadura en dictadura…

- Me acuerdo que le dije a mi papá que me fui de un país con un tipo en un balcón y me llevan a un país con un tipo en un balcón... Encima, yo trabajaba en una compañía de seguros en Plaza de Mayo: me comí las tres revoluciones. ¡Mi vida era una eterna posguerra! Pero las cosas que pasan en la vida son experiencias, todo se vuelve anécdota. Hay que ir para adelante. ¡Qué vamos a hacer! No hay otra...

- Yendo para adelante, has construido una carrera a lo largo de seis décadas ya. Y siempre lejos de la exposición mediática, del lío...

- Es que nunca me interesó la cosa social de la profesión: en el fondo, soy un campesino.

 

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El actor atraviesa un presente laboral bastante activo, entre la gira de "Divino divorcio" y las grabaciones de "El marginal"

Rodolfo Ranni y Viviana Saccone en una escena de “Divino divorcio”, la comedia con la que se presentarán en la plata en abril

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