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Séptimo Día |MARTÍN HADIS

“Borges es popular y es un lugar donde uno habita, un continente”

Un recorrido por la gran obra del escritor argentino, su amor por Buenos Aires y el proceso de escribir un libro sobre sus clases de Literatura Inglesa y Norteamericana

“Borges es popular y es un lugar donde uno habita, un continente”

Martín Hadis, sumergido en los mundos de Jorge Luis Borges, el gran escritor argentino / web

Marcelo Carignano

Marcelo Carignano
mcarignano@eldia.com

11 de Abril de 2021 | 04:50
Edición impresa

Cuando la pandemia empezó a pronunciarse con más fuerza en los medios argentinos, y la sombra de la cuarentena se cernía sobre la sociedad, Martín Hadis decidió “escapar” de la Ciudad de Buenos Aires para instalarse en Córdoba. El informático, compilador, lingüista, antropólogo -y por sobre todo lector-, pasó los duros meses de aislamiento en el pueblo de más de 7.500 habitantes sin extrañar la capital federal. La tranquilidad y el aislamiento le permitieron avanzar el trabajo de su próximo libro, que relaciona a dos de los más importantes escritores de Argentina y el Reino Unido del siglo XX.

En una amena charla con EL DIA, donde abundaron las risas, las referencias literarias y las anécdotas, Hadis recorrió la figura de Jorge Luis Borges y su estrecho vínculo con la obra y la persona. Cómo llegó al escritor, por qué no hay que temer acercarse a su vasta y compleja creación, y el proceso de escribir un libro (junto a su compañero y amigo, Martín Arias) tan importante como “Borges Profesor”, con las transcripciones de un semestre de clases (dictadas en 1966) de la cátedra de Literatura Inglesa y Norteamericana en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. (ver recuadro)

“Perdón, pero yo me río mucho cuando hablo de Borges, porque es muy divertido”, se disculpó el entrevistado con una sonrisa cómplice, antes de comenzar.

-¿Cómo llegó a Borges?

-Uff… la respuesta que doy siempre es que en realidad lo que deberías preguntarme es “por qué no me fui”, porque nací en eso. Me crié en todo ese ambiente. Mi abuela (Ana Rosa de Genijovich) era profesora de inglés y de literatura inglesa y fue quien armó los primeros cursos de inglés en la UBA. Su mentor fue Pedro Henríquez Ureña (escritor, crítico y filósofo dominicano, murió en 1946), muy amigo de Borges.

Todavía están en venta los libros de enseñanza de idiomas que escribió ella, que fueron muchos. Digamos, me crié en una biblioteca muy similar a aquella en la que se crió Borges; lo cual no quiere decir nada acerca de mi capacidad, ¡los resultados son muy distintos! No quiero ser pretencioso con esa comparación. La biblioteca de mi abuela era una cosa impresionante, toda la casa llena de libros del piso al techo, y yo fui “hurtando” de ahí para armar mi sucursal.

Mi abuela lo conoció, lo trataba, y yo de chiquito lo vi en algunas oportunidades. En esa época no tenía idea de quién era él. Todo el ámbito que rodeaba a Borges era el mismo en que se movía mi abuela. Una de sus grandes amigas era Ana María Barrenechea (escritora, investigadora, lingüista y crítica literaria argentina), un personaje divino, que fue la primera en tratar a Borges de forma académica con “La expresión de la irrealidad en la obra de Jorge Luis Borges”. Es un libro de una calidad excepcional.

Yo no cobré noción de quien me rodeaba hasta hace relativamente poco. Ana María para mí era “Anita”, que venía seguido a tomar el té. La mejor amiga de mi abuela en el Liceo era María Rosa Lida (investigadora, filóloga, medievalista y clasicista argentina que nació en 1910 y falleció en 1962, en California, Estados Unidos). El esposo, Yakov Malkiel, se carteaba con mi abuela después de la muerte de ella. Se reunían todos en la casa de ella (de Ana Rosa), donde yo viví un tiempo, para “hacer libros”. En mi mente, tres o cuatro años, imaginaba que los hacían físicamente, que los fabricaban. En realidad se juntaban alrededor de una mesa, tomaban notas, escribían… yo miraba y me preguntaba “¿cuándo van a hacer el libro?”. ¡Al final me terminaron echando del comedor porque los molestaba con mis preguntas!

Ese es un poco, por llamarlo de alguna manera, mi linaje.

-¿Hay algo que destaque más de la obra de Borges, después de haberlo leído, estudiado?

-¡Qué destacar! Es un continente, es como una literatura en sí. Es como me preguntaras qué destaco de Europa, o de Occidente.

-Puede ser su camino como poeta, sus comienzos en la gauchesca, qué escrito te impactó más que otro.

-Es que es muy difícil. Llevo décadas viviendo en ese continente que es Borges. Es realmente un lugar donde uno habita, es un territorio. Fue un momento de la cultura argentina y del mundo. Tuve el privilegio de haber estado ahí, como la mayoría de los argentinos en mayor o menor medida.

Ahora con algo más de perspectiva te puedo decir que lo que veo es una gran unidad. Como él decía al final de sus años, que tendía a una simplicidad casi secreta. Decía que fue puliendo el lenguaje, que al principio propiciaba la sorpresa, la perplejidad y el uso de adjetivos inesperados, que quería ser como Góngora o Quevedo… y al final, medio en broma, dijo “me he resignado a ser Borges”. Tal vez eso es lo que yo veo ahora, con tantos años de haber estado “adentro”. Veo proyectos de muy largo plazo, una posición muy coherente a lo largo de toda su vida.

Borges dictó sus cursos entre 1956 y 1968, en la Universidad de Buenos Aires

 

Por ahí lo que pasa cuando él cambia de opinión es que se asientan cosas, se reconfiguran equilibrios, entonces algo que le gustaba lo ve desde otra perspectiva. En Borges es todo muy racional, infinitamente complejo, no es un afán.

-También hay ciertas temáticas, por ejemplo la traición, que atraviesan toda su obra.

-Por eso. Cosas que me llaman la atención, su coherencia y la búsqueda del equilibrio a través de esas reconfiguraciones (del pensamiento).

Así como en “El Fin” está volviendo al Martín Fierro, hay una anécdota de gauchos que cuenta Borges que remeda la muerte de Julio César. Hay un gaucho al que se le acercan varios para matarlo, con facones, y entre ellos está el ahijado. Y, como César le dice a Bruto “¿tú también hijo mío?”, el gaucho lo mira al ahijado y le pregunta algo así como “¿pero, che, vos también?”. Es como que (Borges) encuentra la esencia de la tragedia de César asesinado y la pone en unos gauchos. Tuvo la lucidez de trasvasarla de una cultura a otra. Eso creo que se refleja en gran parte de la obra criolla de él, esa mirada que no es sólo criolla. Él le ve lo mitológico, lo mágico, lo épico, a eventos de la literatura española o castellana que no eran proclives a eso.

Habría sido muy difícil que alguien con una formación exclusivamente hispánica hubiera estado en un barrio de Palermo y encontrase algo épico o metafísico en un par de compadritos que se acuchillan. Borges ya estaba predispuesto a esa mirada especial, leyó la Volsunga Saga cuando tenía 10 años.

Y en lo más sórdido, creo que ese es uno de los mensajes de la obra de Borges, encuentra belleza. Lo dice en su poesía, que “la belleza es frecuente”. La maravilla la pone en lugares que no son comunes.

-Es que Borges, a diferencia de lo que algunas personas creen, tenía un gran amor por Buenos Aires.

-Absolutamente. Es muy llamativa la imagen que se ha hecho de Borges, de un tipo elitista. Corresponde tan poco a lo que era él… escribió milongas, ¿qué género más popular había entonces? Es como que hoy en día, salvando las distancias, un tipo escriba cumbia villera y le digan que es elitista. Son moldes, en realidad el tipo era muchas cosas y hay que abarcarlo en esa complejidad.

Martín Hadis publicó cinco libros sobre el escritor argentino y está preparando el sexto

 

Hay cuestiones políticas en las que uno por supuesto no está de acuerdo, pero detrás de eso hay vericuetos. Políticamente oscilaba, escribió un libro sobre la revolución bolchevique, apoyó a los Militares y después firmó una solicitada muy jugada con las Madres de Plaza de Mayo.

No quiero ensayar una defensa de Borges, no me compete y no soy quién para hacerlo. Él tenía una visión totalmente naif de los militares y no hay que olvidar que su percepción de ellos era heroica: él desciende una estirpe militar de tipos que se la jugaron en el siglo XIX. Lo veía todo con toda la ingenuidad del romanticismo, como si hablara de monumentos, de esfinges.

En el 76’ creyó que había asumido la presidencia Lucio V. Mansilla, para Borges la idea de la figura del militar era la de 1870.

-¿Usted cree que por ese motivo a Borges se lo aprecia más en otros países que en Argentina?

-No, yo creo que eso ya lo superamos. Es subestimar a los argentinos. Nadie te discute que Borges es uno de los mejores escritores de habla hispana y sin dudas el escritor argentino más importante.

Era “petardista”, por usar una palabra. En un momento fue a Francia y le preguntaron en qué aspecto de la literatura o en qué literatura seguía sobreviviendo la épica. Y él contestó que la épica sobrevivía en los Westerns, en las películas de cowboys... lo hizo a propósito, cuando vino acá se mató de risa y contó que, efectivamente, él lo pensaba, pero que lo había hecho para hacer enfurecer a los franceses. Como era muy iconoclasta, era muy rebelde y estaba por encima de cualquier convención, sabía dónde meter el dedo en la llaga.

Acá en Argentina lo hacía todo el tiempo, porque está lleno de convencionalismos. Hay una cita que dice: “Qué raro que nunca se les haya echado en cara a los ingleses, injustamente odiados, haber llenado el mundo de juegos estúpidos, deportes puramente físicos como el fútbol, que es uno de sus mayores crímenes”. Ahora, ¿te parece que hay en la obra de él un intento de socavar el fútbol, que ocupa algún lugar? No le importa. Incluso podría no haberlo dicho. Lo hizo a propósito.

A Borges le encanta lo popular urbano, el trata de rescatar el habla de Buenos Aires, el habla popular de verdad, las guitarras, los patios. Es casi etnográfico el trabajo de él. Yo siempre digo que Evaristo Carriego es un libro de etnografía. Empieza como una biografía pero es una excusa para retratar una época. Y es totalmente popular.

Los intelectuales argentinos estaban buscando antiguas tradiciones en el campo, la “esencia de lo nacional”, de forma anacrónica. Eso podría encontrarse en Europa, con miles de años de historia y cultura detrás. ¿Acá qué vas a encontrar? Borges decía que en el campo no ibas a encontrar restos de antiguas mitologías. Y no sé hasta qué punto lo verdaderamente popular lo vas a encontrar en el campo.

En contra de ese elitismo de la gauchezca, de esa vertiente, Borges está buscando la esencia de Buenos Aires. Y lo hace en las pequeñas cosas: las casas bajas, las tapias, de la pobreza decente.

 

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