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Un mes para repensar el consumo

Un hashtag propone modificar los hábitos para ser más ecológicos. Cuán profunda es la problemática de la contaminación de este material que cambió la historia

Un mes para repensar el consumo

El plástico puede reciclarse, pero es mejor reducir su consumo antes que seguir produciéndolo

María Laura López Silva

María Laura López Silva
llopezsilva@eldia.com

11 de Julio de 2021 | 03:30
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Por estos días el hashtag #JulioSinPlástico invade las redes y los medios de comunicación. No es muy difícil deducir de qué se trata: una invitación a que durante todo el mes reduzcamos el consumo del plástico de un solo.

La iniciativa fue creada hace 10 años por la ecologista australiana Rebecca Prince-Ruiz, que tras visitar una planta de reciclaje se movilizó ante de la gravedad de la problemática de los residuos.

El problema no es el plástico, sino el uso excesivo que hacemos del mismo. Y el error está en el diseño de muchos productos que se valen de este material, su acopio reciclaje y reutilización. La cuestión es en dónde y cuánto lo usamos, no en el plástico en sí mismo.

No se trata de eliminar la existencia de este material que tantos beneficios le dio a la humanidad . Todo depende. El plástico es una solución muy eficiente en varios ámbitos de la vida. Y la clave para tomar decisiones que resulten más sostenibles es dejar de lado la utilización de descartables como los vasos, cucharas, sorbetes, el packaging innecesario de productos y regalos, entre otros.

Los plásticos son materiales constituidos por una variedad de compuestos orgánicos, sintéticos o semisintéticos, que tienen dos características: son maleables y moldeables, y su producción es de muy bajo costo. De ahí su versatilidad y masividad.

Todo exceso hace mal

La contaminación por plástico es uno de los problemas ambientales globales que más aumentó en los últimos años, generando graves consecuencias: daña especies y hábitats marinos y causa importantes impactos económicos al afectar la seguridad de la pesca, el turismo y la navegación.

“La basura que se encuentra en el mar proviene principalmente de los desperdicios derivados de los pluviales, desechos arrojados directamente en la vía pública y las playas, desperdicios y redes de pesca de los barcos pesqueros y la pérdida de carga de buques comerciales. El aumento en la producción de plásticos (620 por ciento desde 1975), el tamaño de la población costera y la falta de manejo de la basura urbana, industrial y marítima están relacionados con la cantidad de plástico que termina en el mar. Por el movimiento natural de los mares, la basura deriva hacia otras costas o se desplaza mar adentro formando las `islas de basura´ que encontramos en los giros oceánicos”, explica un informe publicado en enero último por la Fundación Vida Silvestre Argentina.

La basura marina es cualquier material persistente de fabricación humana, sólido, que es descargado o abandonado en el medio marino y costero. El 80por ciento de esos residuos provienen del continente debido a la mala disposición y manejo de los residuos urbanos o de las aguas pluviales no tratadas Los desechos plásticos en las aguas oceánicas representan una amenaza para la vida marina. Su ingestión, por ejemplo, puede conducir a deficiencias nutricionales o inanición por obstrucciones estomacales; pero también pueden enredar, ahorcar y ahogar a animales como peces, tortugas, ballenas, lobos y aves marinas.

Otro factor que incide y agrava esta situación es el impacto de los microplásticos en los ecosistemas marinos, creando una amenaza invisible para los mares ya que muchas veces terminan formando parte de la red alimentaria del ecosistema, pudiendo afectar así la salud humana. De acuerdo al estudio “Ningún plástico en la naturaleza: evaluación de la ingestión de plástico de la naturaleza a las personas” -basado en un estudio solicitado por la Organización Mundial de Conservación, entidad que Fundación Vida Silvestre Argentina representa en nuestro país, y realizado por la Universidad de Newcastle - sobre el consumo de microplásticos en los seres humanos, determinó que una persona en promedio podría estar consumiendo aproximadamente cinco gramos de plástico por semana, es decir, el equivalente al peso de una tarjeta de crédito.

Una buena: Argentina es el primer país latinoamericano en prohibir la producción, importación y comercialización de microplásticos en la industria cosmética, para reducir la cantidad de plástico que termina en los sistemas fluviales y marinos.

Responsabilidad individual

Si bien el rol del Estado con legislación y control tendría que abordar la problemática, lo cierto es que la masividad a la que llegó el consumo diario de plástico pone a los ciudadanos como agentes protagonistas.

El consumo responsable es la clave. “En primer lugar, lo que hay que hacer es tomar la decisión de repensar nuestro consumo y empezar a observar a nuestro alrededor. Hacer una recorrida de cada ambiente de nuestra propia casa e identificar cuáles son los plásticos descartables que utilizamos para identificar donde está el problema y ver cómo se puede solucionar o reemplazar”, dice María Natalia Mazzei (30) una abogada y activista ambiental que desde @ecointensa, su cuenta de Instagram con más de 50 mil seguidores, se suma a #JulioSinPlástico.

“Es mucho del sentido común: lo más básico tiene que ver con las bolsas plásticas para las compras y empezar realmente a decir que no, llevar las de tela, tener siempre una botella para no comprar las descartables, usar vasos térmicos, elegir lugares donde nos den la posibilidad de consumir sin desechables, tomar la decisión de decir que no ante eso, que lo único que hace es generar un residuo constante con cada consumo. Rechazar el sorbete, tener cubiertos reutilizables en las oficinas, en delivery se puede pedir que envíen la menor cantidad de plástico posible en envoltorios, comprar a granel en dietéticas para evitar envoltorios”, enumera Natalia que siente que la conciencia ambiental crece cada vez más.

“Creo que las iniciativas son positivas, desde la cuenta siempre percibo que durante julio mucha gente se suma, porque la realidad es que es un mes en el que todas las cuentas de sustentabilidad en el consumo de plástico. Durante el año hablamos de un montón de cosas como huertas, alimentación, reciclaje, compostaje, tocamos temas de actualidad; pero en julio podemos enfocarnos más en este tema que es uno de los problemas más grandes. Al mismo tiempo, al estar todos con lo mismo, en algún punto logramos que escale a otro nivel y desde otros espacios que tal vez no están vinculados con la sustentabilidad, lo que tal vez genera que se empiece a prestar atención a este tema aunque sea por un ratito y se le da espacio a la necesidad de repensar nuestro consumo de plástico. Siento que hay un gran cambio, un montón de gente que se está sumando y la comunidad crece, lo veo como influencer. Mucha gente me manifiesta que a partir de lo que comparto van cambiando sus hábitos y desde ese lugar me hace sentir bien porque es hermoso poder colaborar. Y al mismo tiempo, como ciudadana por fuera de las redes, al comunicar nuestros hábitos vamos contagiando, no por obligación, sino desde el ejemplo”.

Según datos otorgados por el Director de Residuos de la provincia de Buenos Aires, Francisco Suárez, el plástico representa un 20 por ciento de la composición de la bolsa de residuos, del cuál sólo se recicla el 15,8 por ciento. A nivel país, sobre informes 2019, el “consumo aparente” de plástico es de 1.600.000 toneladas por año. Y el territorio bonaerense estaría en un nivel de consumo de plástico de 650 mil toneladas anuales, con un reciclaje de 150 mil toneladas -están en la provincia las empresas que realizan este trabajo y donde llega también el plástico desechado de la capital federal-.

Claro que el consumo se hace porque alguien produce, y en ese sentido el Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS) lanzó el año pasado una nueva normativa que busca impulsar una política pública para maximizar la recuperación de los materiales reciclables.

La resolución 317 de 2020 entró en vigencia en marzo último y establece un marco regulatorio aplicable a los generadores especiales bonaerenses en lo atinente a la gestión integral de los residuos sólidos urbanos que se originen en el marco de su actividad. La normativa abarca a los rubros de supermercados, hipermercados, shoppings, galerías comerciales, establecimientos de servicio u hospedaje, comercios, centros de distribución, universidades públicas y privadas y dependencias de la administración pública provincial.

De esta forma, los generadores especiales son económica y ambientalmente responsables en la gestión integral de sus residuos sólidos urbanos que comprende la generación, disposición inicial selectiva, recolección, transporte, transferencia, tratamiento y disposición final. Para esto, dichos generadores especiales deben presentar un plan de gestión integral e inclusiva de residuos sólidos urbanos que deberá aprobar el organismo provincial.

Dentro de la nueva resolución quedan definidas las cooperativas de recuperadores urbanos como un servicio esencial para la comunidad, así como también se fomenta el trabajo articulado con los destinos sustentables para el tratamiento y la puesta en valor de los residuos reciclables.

“Aún hay mucho por hacer, pero estamos trabajando. En estos dos años registramos 30 cooperativas receptoras de los residuos que generan los grandes generadores. Creemos que con estas políticas en 3 años podemos llevar del 15 al 30 por ciento el reciclaje. Es la meta que tenemos”, destaca el funcionario.

Un año perdido

“La problemática del plástico se puede observar desde diferentes enfoques. Debido a la coyuntura sanitaria, el consumo de productos descartables aumentó. Por un lado, la situación epidemiológica hizo proliferar la utilización de plásticos de un solo uso por el aumento de pedidos de delivery y compras de supermercado a domicilio. Esto implica que el packaging `extra´ que proviene de estas actividades lo tenemos ahora en nuestras casas. Por supuesto que este contexto no es local sino mundial. Según Naciones Unidas, su aumento ha sido tal que los sistemas de reciclaje han colapsado en algunos países. En Argentina se producen 1.300.000 toneladas de plástico al año. De este volumen, la mitad se utiliza para envoltorios de productos. Por otro lado, se emplearon más insumos médicos descartables, como guantes de látex, camisolines, barbijos, entre otros, porque así lo requiere el sistema de salud por la pandemia de coronavirus. Es evidente que este contexto produjo un retroceso en relación al empleo del plástico, donde por ejemplo en varias ciudades del país ya está prohibida la entrega de sorbetes de este material y el uso de bolsas de plástico en supermercados”, explican desde la Fundación Ambiente y Medio, donde subrayan que la solución es reducir el consumo.

“Hacemos un gran trabajo para explicar que plástico no es sinónimo de reciclable. Está comprobado que los mecanismos de reciclado no son del todo eficientes porque hay muy pocos tipos de plásticos que se pueden reciclar. El Estado debe sancionar normas que hagan más eficientes los sistemas de reciclado y de disposición final de la basura en general, y del plástico, en particular. En términos macro, se requiere una Ley Nacional para el tratamiento de residuos. La infraestructura, el número de habitantes y los recursos económicos con que cuenta cada municipio es diferente. En consecuencia, a las localidades con menor presupuesto no les queda más remedio que arrojar los residuos en uno de los 5.000 basurales a cielo abierto que existen en nuestro país. En lo que respecta a la legislación concreta sobre plásticos de un sólo uso, lo cierto es que cada vez más naciones toman medidas que los prohíben, como el Parlamento Europeo, que, durante el 2019, sancionó esta norma. En nuestro país, encontramos medidas aisladas, que poco se controlan y cumplen. Nuestro poder como consumidores está en exigirle a las empresas y a los gobiernos que desarrollen productos más ecoamigables, que generen el menor volumen de desechos posibles”.

En mayo el Senado de la Nación aprobó la Ley de Educación Ambiental Integral que plantea una política educativa permanente y transversal para cuidar el medio ambiente y generar cambios positivos. “La ley, que tiene varios aspectos técnicos, básicamente representa un componente fundamental de la formación de la ciudadanía y va a ayudar a que las nuevas generaciones incorporen conocimientos básicos. Apunta a que los estudiantes puedan comprender y entender la interdependencia de todos los elementos que conforman el ambiente, el respeto y la biodiversidad, la equidad y el reconocimiento de la diversidad cultural, el cuidado del patrimonio natural y fundamentalmente el ejercicio del derecho a un ambiente sano. Promueve una ciudadanía responsable y saldar una deuda histórica, es el inicio de la transformación cultural que promulgamos. Mediante una estrategia nacional de educación se garantizará la recepción de la información que nos dará la posibilidad, como sociedad, de tomar mejores decisiones, que favorezcan la preservación del ambiente en todos sus aspectos, incluida la lucha contra la generación excesiva de plásticos contaminantes”, analizan desde Ambiente y Medio.

Reemplazar o volver a viejos hábitos

En gran medida la modernidad se ha caracterizado por “solucionar” problemas que nos hacen ahorrar tiempo para poder dedicar más horas a la productividad, es decir, trabajar más y ganar más dinero que garantice una buena calidad de vida, supuestamente.

El plástico ha sido un aliado en la solución de los problemas de tiempo, ya que su materialización nos alcanza objetos de forma fácil y económica: paquetes de alimentos de todas las formas y tamaños, envases de bebidas y productos de higiene y es la materia prima de todo aquello que nos sirve por un tiempo como la bolsa que entregan los comerciantes, cepillos de dientes, vajilla y hasta lentes descartables. Como se menciona al principio de esta nota, la idea no es eliminar el plástico para la humanidad, sino ser conscientes de una real necesidad de su compra o utilización.

“Habría que elegir, siempre que sea posible, materiales alternativos al plástico. Un buen ejemplo es el cepillo de dientes. Hoy en día en el mercado existen opciones de bambú que son compostables, es decir, pueden convertirse en materia orgánica. Lo ideal es directamente evitar su consumo. Sabemos que en muchas veces es innecesario. Uno de los casos más burdos es el de la fruta o la verdura envuelta en plástico en los supermercados. Los alimentos pueden comprarse libres de envoltorios. Otros ejemplos de uso de materiales alternativos: elección de envases de vidrio -no sólo son 100% reciclables, sino que brindan mejor sabor y seguridad a los líquidos que conservan-, empleo de bolsa ecológica para hacer las compras, optar por utensilios de cerámica, madera o vidrio”, aconsejan en la fundación y agregan: “como los plásticos de un sólo uso se producen, como la palabra lo indica, para ser descartados rápidamente, es importante aprender a identificar qué elementos integran esta categoría para evitar su adquisición. Varillas de soporte de globos, hisopos realizados con plástico no compostable, envases o bolsas plásticas no reutilizables, son algunos ejemplos. Para evitar su producción excesiva, podemos implementar la compra a granel”.

“Nuestro poder está en exigir que se desarrollen productos más ecoamigables”

La contaminación plástica es uno de los problemas que más aumentó en los últimos años

 

 

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Es importante separar la basura

María Natalia Mazzei, abogada y activista ambiental, de @ecointensa

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