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Distinta a su batería elegante, la noticia de la muerte de Charlie Watts resonó seca, aturdiendo todo y causando uno de esos impactos que parece predestinado a marcar el fin de una época. El fin de algo. El final de un tiempo donde el rock, y los propios Stones, fueron invencibles, inmortales. El final, quizás, de los Stones.
Porque, como dejaron claro quienes lo despidieron en las redes, Watts era más que el emblemático baterista de una de las bandas más importantes de la historia de la música: era “una roca” para los Stones, como dijo Paul McCartney, “la columna vertebral de la banda”, como afirmó Paul Stanley, fundador de Kiss.
Quizás sigan, quizás no, pero parece claro que este es el principio del final
Era, desde ya, la base, el ritmo sobre el cual se asentaba la música de la banda comandada por Mick Jagger: quien llegó a ser reconocido como uno de los grandes baterías de la historia, con una técnica musical tan depurada como austera, en escena generaba una seguridad absoluta sobre el tiempo y el swing, dominando con un estilo económico pero contundente, dando el tempo para el despliegue del resto. Keith Richards y Ron Wood coincidían en que es el motor del grupo y en el escenario es Watts quien dirige la banda a pesar de lo que pueda pensar el cantante.
Y de hecho, la historia de los Rolling Stones marcó un cambio importante en el escenario a partir de “Tattoo You” (1981), cuando la batería de Watts se situó en el centro de gravitación: “El bombo de Watts se convirtió en el latido de la banda de rock más grande del mundo”, como escribió César Pradines.
Pero Watts, que también se ocupó también de diseñar varias portadas de los discos de la banda (o la contraportada viñeteada de “Between the Buttons”) e idear los escenarios de muchas de sus giras, era más que la base musical de los Stones: sereno, profesional, poco adepto a las luces que abrazaban a sus compañeros de ruta y vida, Watts fue el corazón de los Rolling Stones, el calmo ojo del huracán, el centro que mantenía en regla al resto de los Stones, ruidosos, amantes del glamour y del exceso (que él también supo frecuentar). Una anécdota pinta su rol en el combo a la perfección: cuenta Keith Richards en su autobiografía “Life” que durante una madrugada de 1984 en Amsterdam, un Mick Jagger en estado ebrio armó lío golpeando la puerta del hotel de Watts y preguntando por “su puto baterista”. Las historias de divismo de Jagger son muchas, pero pocas tienen el final de esta: Watts tuvo la paciencia de ducharse y vestirse con su habitual acicalamiento para salir, encontrar al etílico Jagger y pegarle una trompada: “Yo no soy tu baterista; vos sos mi puto cantante”, le espetó.
Pocos se le podían plantar así a Jagger, pero Watts era así, el hombre silencioso pero respetado por todos en la banda. Por eso, a menudo se le ha señalado como el factótum de la banda: como una vez dijo el propio Richards “no existirían los Rolling Stones sin Charlie Watts”.
Justamente a Richards le preguntaron una vez hasta cuándo seguirían tocando, y él respondió: “Hasta el día que mire hacia atrás y no esté Charlie Watts en la batería”.
Ese día ha llegado. Los Stones tienen compromisos asumidos (están todavía presentando el No Filter Tour que suspendieron por la pandemia) y ya habían avisado que debido a la operación de Watts no formaría parte de la gira (reemplazado por Steve Jordan, que ha trabajado con proyectos en solitario de Richards), pero la pregunta que pende es ¿y después? Muchos señalan que no es la primera pérdida para la banda, que siguieron tras la muerte de Brian Jones en 1969 y la partida de Bill Wyman en 1993. Pero era otro momento, con otra energía para la banda. Es más: Darryl Jones pudo reemplazar a Wyman porque Watts dio el OK.
Watts no solo era el centro musical de los Stones: también era la “roca” que todos respetaban
En ese sentido, la muerte del emblemático batero es más que una pérdida humana para los Stones. Es también más que la pérdida del corazón, el eje, el centro del combo: con la muerte de Watts acaba también el mito de invencibilidad que envolvía al cuarteto estable de los Stones. Como con Diego, uno creía que los Stones no se podían morir...
Los Stones quizás sigan. O tal vez no, tal vez cumplan sus compromisos y se separen para trabajar en sus proyectos individuales, o descansar. Pero parece claro que, sin el corazón de la banda latiendo, este es el principio del final. De los Stones, sí, pero también de una era.
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