Gimnasia tiene una base desde la cual plantear el futuro sin repetir viejos errores

Más allá de la desilusión del final del campeonato, Pipo logró cambiarle los objetivos: dejó de mirar el promedio y jugará una copa

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Ya está. La campaña del 2022 es historia y cada uno le dará el valor que considere desde las ilusiones que se hizo. Quien mantuvo siempre los pies sobre la tierra valorará la clasificación a la Sudamericana como un objetivo cumplido que debería ser una costumbre y no -como ha sido en los últimos años- una excepción. Aquel que se permitió soñar con lo que era hace 8 fechas una campaña impresionante, sentirá la desazón de no haber ingresado al menos a la Copa Libertadores. Eso, para los hinchas.

Quienes toman decisiones en la vida de Gimnasia, en cambio, tienen otro nivel de análisis. Hoy Gimnasia logró construir gracias a Néstor Gorosito una base que puede servir de plataforma de lanzamiento después de años de mirar la tabla de promedios y gritar por semana además de los escasos goles propios los de 4 o 5 rivales ocasionales de competidores como Patronato o Aldosivi. Por suerte, es una página que el Lobo parece haber dejado atrás.

Sin embargo, que el famoso “colchón de puntos” actual no de pie a la experiencia no tan lejana del árbol tapando el Bosque, del “no pasa nada, equilibremos los números” que terminó en un equipo salvado del descenso por la pandemia y seis años después, con números similares a los que propiciaron el Concurso preventivo de acreedores.

El futuro es con los pibes, sí. Con Benjamín Domínguez, Tomás Muro, Alexis Steimbach y los que vienen detrás pidiendo pista. Pero es también con los grandes, con una columna vertebral que el club debe intentar sostener y con reemplazos a la altura cuando la continuidad sea imposible. Dejar de incorporar suplentes para ser quirúrgico en la búsqueda, como lo fue Gorosito a principio de año.

Si ese mercado de pases que propició las llegadas de Cristian Tarragona, Ramón Sosa, Agustín Cardozo, Oscar Piris y Franco Soldano fue de una efectividad altísima, el último mercado (con una inhibición sui generis que no hubiera impedido la llegada de Weigandt, por ejemplo) fue un error. La medalla en el pecho de dirigentes y cuerpo técnico por hacer una gran campaña a costo cero terminó sin brillo. Al Lobo le faltaron ese par de jugadores que se pongan el equipo y salten a la cancha, más cuando la salida de Carbonero y lesiones graves (de Tarra, Miranda y Chávez) obligaron a variantes que el equipo nunca tuvo.

Ahora, en medio de la incertidumbre por un panorama político de río revuelto, Gimnasia debe mirar hacia adelante sin tropezar con esas mismas piedras que reaparecen cada vez que quien toma decisiones cree que nunca se equivoca.

 

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