El panorama económico se volvió a complicar
Edición Impresa | 7 de Febrero de 2022 | 03:06

Ricardo Rosales
prensa.rosalesr@gmail.com
La confusión y el desconcierto describen con bastante precisión lo que ocurre con las perspectivas económicas en los últimos días, luego que se anunciara un “entendimiento” del gobierno argentino con el FMI. El pequeño lapso de euforia oficial y expectativas favorables en los mercados, duró un suspiro. La política se metió de lleno y las internas partidarias locales y otras puertas afuera del país, terminaron por enredar los términos de un programa que aún está bajo negociación, con pronóstico incierto y sin certeza alguna sobre el engendro que podría alumbrar finalmente.
Por el momento, el resultado es un empeoramiento de las proyecciones económicas: se espera una inflación del 55%, según el REM (Relevamiento de Expectativas del Mercado) que realiza el Banco Central, y una recaída de la actividad económica para el segundo trimestre del año, del 0,3% por debajo del alcanzado el año último. Las previsiones no son infalibles, pero reflejan el deterioro del panorama económico por la intromisión de los vaivenes políticos que, apenas parecen empezar con la renuncia a la presidencia del bloque de diputados de Máximo Kirchner.
Las objeciones al entendimiento con el FMI tienen un capítulo local y otro internacional, entre la interna oficialista y la gira presidencial por Rusia y China.
Mientras l organismo internacional respondió, sincerando su posición, y abriendo más interrogantes sobre el resultado de la negociación. El brasileño Ilan Goldfajn, nuevo director para el Hemisferio Occidental del FMI, habló en una reunión virtual con analistas de Wall Street, en la que dijo se trata de un programa “realista y pragmático que no corregirá todos los desequilibrios económicos” de la Argentina y admitió que “no están dadas las condiciones para una estabilización rápida”. Kristalina Georgieva, la titular del FMI, dijo algo similar: “Tuvimos que calibrar el programa para que sea implementable” y agregó que “nuestro principal foco es sacar a la Argentina de este camino muy peligroso de alta inflación”. A continuación se sumó el destrato de Alberto Fernández hacia EE UU y el FMI, en su encuentro con Vladimir Putin en Moscú. El ensayo diplomático del Presidente agregó otra incertidumbre, difícil de digerir en Washington DC y también a sus colaboradores más cercanos.
Andrés López Obrador, actual presidente de México, con el que Alberto Fernández imaginó sellar un eje progresista en América Latina, y dijo ser uno de sus maestros, le recomendó en su primer encuentro que no hablase en público “contra los gringos”. El Presidente no siguió ese consejo: dijo en Moscú que la Argentina buscaba librarse de la dependencia del FMI y de los EE UU, casi en simultáneo con un pedido de auxilio al gobierno de Joe Biden para que destrabara las negociaciones con el FMI. La preocupación que generaron esas declaraciones y las peleas locales entre los seguidores de Alberto Fernández y los de la vicepresidenta Cristina Kirchner, hicieron tanto ruido que el embajador en Washington DC, Jorge Arguello fue llamado a Buenos Aires para reorganizar las negociaciones con el FMI.
En el combo de alternativas diplomáticas se agregó la gira de Alberto Fernández por China, con la firma de adhesión a la Ruta de la Seda y las especulaciones sobre la ayuda de Pekín. China tiene con la Argentina un swap por 130.000 millones de yuanes (unos U$S 20.000 millones) para usar para pagar las importaciones chinas. Es una suerte de descubierto que tiene el país y se computa como reservas. La aspiración del gobierno argentino es que esas compras a China se puedan pagar en yuanes, en lugar de dólares. Las compras a China suman unos U$S 12/13.000 millones que el Banco Central liberaría si las operaciones se realizaran en yuanes. Hasta ahora, China quiere dólares. Otra ayuda desde Pekín es el financiamiento para grandes obras que alcanzaría los U$S14.000 millones, aunque primero Alberto Fernández debería cerrar el acuerdo con el FMI.
Los devaneos diplomáticos de Alberto Fernández no caen bien en la administración demócrata de Biden, aunque les preocupa más las internas locales dentro de la coalición gobernante, entre el peronismo que acepta el acuerdo con el FMI y el kirchnerismo que no lo digiere. La vicepresidenta aún no se pronunció sobre el acuerdo y eso aumenta el desconcierto. Nadie cree demasiado la versión de que la renuncia de Máximo Kirchner fue una decisión individual, al menos no en la Casa Rosada y en el mercado. En Honduras, en su última declaración pública, CFK acusó al FMI de manera indirecta de propiciar el ingreso del narcotráfico en la región debido a las políticas de ajuste.
La oposición tampoco apoyaría el acuerdo con el FMI si el oficialismo en el Congreso sigue dividido. La ley vigente requiere que el acuerdo con el organismo sea sancionado por ley por el Congreso. Aunque tampoco parece ser esa la preocupación principal: el acuerdo podría salir, pero no creen posible que el peronismo acepte la disciplina fiscal en plena campaña por las presidenciales el 2023. Otra vez la Argentina incumpliría un acuerdo con el FMI, sería el número 22 de una extensa historia de fracasos. “El trasfondo tiene que ver con una política que ha llevado el gasto público a un nivel infinanciable”, dice el economista Jorge Vasconcelos. No existen muchas opciones, y se trata de una decisión claramente política. El gasto público excede largamente las posibilidades de la economía argentina. No es ya viable mantener un desequilibrio fiscal permanente de 3/2,5 o 2%% del PIB y acumular deuda por U$S 14/15.000 millones cada año.
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