Los quemacoches y un delito antisocial que no deja de causar daños en la Ciudad

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A través de una filmación de una grabación de video, vecinos platenses pudieron comprobar la acción dañina de tres quemacoches en la Ciudad, que en horas de la madrugada rociaron a dos vehículos con un líquido inflamable, generaron el incendio de dos de esos autos y luego huyeron del lugar. El episodio registrado en la cuadra de 41 entre 21 y 22, en pleno barrio de La Loma dejó en claro que no se ha logrado anular el accionar de estas personas irracionales. Según se sabe, en la mayoría de los casos, la destrucción de los autos es total y obliga a la presencia de dotaciones de bomberos, que deben trabajar intensamente para intentar controlar y sofocar las llamas.

También se conoce que las explosiones y el posterior trabajo de bomberos despiertan a los vecinos, convertidos luego en testigos sorprendidos de estos actos de vandalismo. Lo cierto es que la frecuencia con que esta columna se ve obligada a tratar el grave problema que representan los quemacoches no hace sino reflejar la creciente vigencia de una actividad delictiva, tan riesgosa como perjudicial para la sociedad.

Como se sabe, los quemacoches que inicialmente se dedicaron a prender fuego a automóviles de modelos generalmente antiguos y que se encontraban en mal estado, luego comenzaron a atacar en forma indiscriminada, incluyendo a vehículos nuevos, recién salidos de las concesionarias, y también a los de distinto porte.

En alguna oportunidad, en años anteriores, logró detenerse a varias personas a las que se les incautaron combustible y mechas para confeccionar las llamadas bombas molotov. Sin embargo, luego de ese operativo, los ataques no cesaron.

Desde luego que existen –y sobran- los motivos para que la población se encuentre alarmada por la inseguridad reinante. Los asaltos a mano armada, las entraderas y salideras, los robos a casas mientras no se encuentran los propietarios, los secuestros virtuales, los hurtos y otros graves delitos contra las personas y la propiedad integran un inventario demasiado nutrido, como para permitir que se instalen nuevas modalidades delictivas.

En lo que se refiere a estos actos de vandalismo algunos de los cuales también afectan el patrimonio público, correspondería que rigiera un mayor celo preventivo por parte de las fuerzas policiales, que podría verse sustentado en mínimas tareas de inteligencia investigativa que podrían servir para identificar, acaso con alguna facilidad, a quienes protagonizan estos actos antisociales.

Los distintos vecindarios, afectados por estos episodios, seguramente que están en condiciones de aportar referencias muy valiosas sobre la actividad de estos grupos. Por otro lado, los investigadores no debieran desoír las sugerencias que pueden formularle personas que conocen a fondo el movimiento y la vida de sus barrios. Lo cierto es que esta actividad delictiva y antisocial, que se ha visto incrementada en los últimos años, debería ser contrarrestada por un accionar preventivo y más eficaz de la fuerza policial.

 

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