BAFICI: "Proyecto Fantasma", absurdas desventuras con un espectro amigo

El chileno Roberto Doveris, autor de "Las Plantas", regresó al festival porteño con una película que continúa con su estilo "indie" aunque se mueve con mayor liviandad que su premiado debut

Quienes hayan visto “Las Plantas”, de Roberto Doveris, reconocerán enseguida en “Proyecto fantasma” el estilo de su director. Sin embargo, en esta historia sobre un joven actor que trabaja como paciente simulado en extrañas terapias alternativas para ganarse la vida y que de repente se queda sin compañero, con deudas, con un perro y con un chaleco poseído por un fantasma, Doveris también cambia, muta: siete años después de su ópera prima, que le valió el premio a mejor película en la Berlinale Generations, el cineasta chileno apuesta en la película que acaba de pasar por el BAFICI por un tono más liviano y juguetón.

“Hay una dirección de estilo que se parece, que tiene que ver con quien soy y cómo me enfrento a la puesta en escena”, dice Doveris, que en estos siete años entre proyectos se dedicó a la producción. En esa continuidad que señala están los actores que se repiten, “con los que tengo afinidad, que podría considerar amigos”, también cierta atmósfera heredera del “mumblecore”; pero a la vez, dice, “hay una distancia: ‘Las Plantas’ era más oscura, tenía una atmósfera un poco deprimida. Aquí, aunque el personaje está un poco bajón, la película trata de ir levantándolo, e intenta que el público viva ese viaje con humor y ligereza”.

Así, las circunstancias de Pablo, el protagonista, no son felices, pero Doveris lo acompaña con cariño, empatía y, sobre todo, humor. “Cuando escribía el guion me divertía un montón, había cosas que ya me parecían graciosas. Cuando uno se propone mirar la gente que a uno lo rodea, uno descubre que la realidad es incluso más exagerado que la ficción: pasan cosas absurdas, y capturar esas cosas absurdas, esas cosas que no se repiten, tiene algo de mágico, algo que tiene que ver con el cine”, explica sobre este abordaje cómico de las desventuras del pobre Pablo que tiene que ver,,agrega, “con mi forma de relacionarme con la vida y mi entorno, que también está atravesada por el humor. Aunque haya hecho una película super dark, en realidad también tengo ese otro lado de reírme de la tragedia. Por ahí dicen que la comedia es tragedia más tiempo…”

- Muchos señalan que el humor de la película es un humor indie, absurdo, asordinado, heredero del mumblecore y otras etiquetas. ¿Qué dice ese humor de la generación que retratás?

- Efectivamente, es un humor heredero del mumblecore, del cine independiente, también del cine LGBT como el de Greg Araki: es una forma de relacionarse con el humor que no es el humor del chiste con remate, sino que parte de mirar con ternura y con ironía las cosas que pasan y que pueden ser un poco absurdas. Nuestra generación, creo, habita ese lugar, un poco incrédulo de las cosas, un lugar de tomarse las cosas no tan en serio. Al personaje le pasan cosas malas, pero tampoco está en plan “voy a abrazar esta pena”. 

- Hablando de las cosas que le pasan a tu protagonista: tiene un fantasma en la casa. Pero no es el típico fantasma del cine de terror del cine…

- Nosotros grabamos las escenas con alguien con traje verde. Pero después eso desapareció, y apareció la animación, que tenía la virtud de que siguiera siendo espeluznante, pero que no fuera horror, que transmitiera algo más lúdico. Y como había que dibujarlo cuadro a cuadro, lo podíamos ir transformando con el paso del tiempo, podíamos jugar con el género del fantasma, hacer un nuevo fantasma cada vez. 

- Rodaron la película durante la pandemia, lo cual explica la necesidad de contar una historia en pocas locaciones y con pocos personajes. ¿Cómo fue ese adaptarse a las circunstancias?

- “Proyecto Fantasma” fue rodada en un momento donde en Chile nos permitían tener reuniones de hasta 15 personas y no nos permitían desplazarnos de nuestros barrios: entonces la película tiene esa impronta, de película grabada con un grupo pequeño, con unos desplazamientos pequeños. Grabamos casi todo en mi casa, y las locaciones son todas del mismo barrio, y de alguna manera se termina configurando un universo muy específico, que está mirado con ternura pero también un poco ridiculizado: siento que hay un tono muy ambiguo en ese retrato. Pero es algo muy lindo: es el barrio que me rodeo, y aunque mañana viva en otra parte, inmortalicé una forma de vivir con mis amigos y la gente del barrio.

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