Interrogantes por los tironeos en JxC entre Macri y el radicalismo
Edición Impresa | 7 de Junio de 2022 | 02:54

Carlos Barolo
Las recientes declaraciones de Mauricio Macri respecto al supuesto populismo iniciático del ex presidente Hipólito Yrigoyen agregaron, una vez más, una cuota de tensión extrema en la relación entre el PRO y el radicalismo, los socios mayoritarios de la alianza opositora.
Esa asociación política viene tirante desde la derrota de 2019 y, elecciones de medio término mediante, en 2021, ahora parece girar en torno a la lógica de cuál de los dos partidos debe liderar la etapa que se viene, que se supone es la de la búsqueda de la recuperación del poder. Esto es: si son los amarillos, porque anteriormente pusieron a un presidente, o si son los boinas blancas, que se bancaron cuatro años de ser socios menores por falta de figuras estelares y ahora creen estar en posición expectante por la aparición de actores taquilleros como Facundo Manes o rosqueros con oficio, como el jujeño Gerardo Morales.
¿Es posible que esa tirantez vire a la ruptura de Juntos por el Cambio? En el mundillo político se escuchan muchas visiones que dan cuenta de que tanto Macri como Morales, que es el presidente del radicalismo nacional, buscarían justamente eso: que la principal fuerza opositora se reconfigure en dos espacios. Suena arriesgado y hasta con poco sentido común.
Según esa hipótesis, Macri estaría pensando que se viene un escenario de fragmentación electoral en el que cualquier fuerza que obtenga más o menos 25 puntos porcentuales en una primera vuelta podría aspirar a entrar a un ballotage. Algo así como lo que sucedió en Argentina en 2003. Son los que dicen que el ex presidente pretendería armar un polo opositor duro, de perfil derechoso, que lo incluya a él mismo, a Patricia Bullrich, a los libertarios de Javier Milei y ciertas expresiones peronistas no kirchneristas. ¿Será por eso que insiste en mojarle la oreja a la UCR?
Esta línea de análisis ubica a Morales en algo similar, pero sin elementos de derecha en el armado. Se sabe la excelente relación del jujeño con Sergio Massa -una de las patas del oficialismo, siempre a un tris de alejarse del gobierno si la cosa viene perdidosa-, de sus diálogos con el peronista santafesino Omar Perotti o el salteño Juan Manuel Urtubey, y con dirigentes que vienen del macrismo pero que se enrolan en el bando de las palomas, entendidas éstas como dialoguistas interpartidarios. Como Emilio Monzó o Rogelio Frigerio, muy bien posicionado en la pelea que se viene por la gobernación de Entre Rios.
Palanqueados por Morales, este grupete fue el que armó la comentada comida en San Isidro, hace cosa de dos meses, a la que se sumó el cordobés Juan Schiaretti. Que, paradójicamente, es amigo personal de Macri pero la provincia que gobierna es un notable bastión electoral del ex presidente, un dato que lo perjudica en sus intereses políticos locales.
Para los nostálgicos, la exploración del diálogo entre peronistas y radicales reconoce un antecedente paradigmático en los acercamientos entre Juan Perón y Ricardo Balbín bajo la premisa, moralmente irrefutable, de la pacificación nacional. Otras épocas, otros modos, otro país.
En su respuesta a la evaluación de Macri sobre Yrigoyen (prócer sagrado de los radicales), Morales directamente acusó a Macri de querer fracturar JxC para irse con Milei, un relativo fenómeno en ascenso con buena imagen en los centros urbanos. A ese punto llegó la tensión en la coalición opositora.
Ahora bien, si se diera esa ruptura entre macrismo duro y radicalismo, que reconfigurara a la oposición, ¿en qué lugar se ubicaría el presidenciable mejor ubicado del PRO? Hablamos del alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta, de perfil componedor. Una paloma, digamos. ¿Seguiría a Macri en su actitud endogámica o procuraría una Primaria Abierta con la UCR? En todo caso, ¿Larreta sin el aval de Macri sigue siendo presidenciable? Y otra peor, ¿si Macri se lanza a la Casa Rosada, Larreta lo enfrentaría o se subordinaría a su liderazgo?
La política todavía conserva cierta lógica. Y ésta dice que para que este escenario hipotético que hoy se baraja en ciertos ámbitos de la oposición ocurra del otro lado debería darse algo similar. O sea, que el peronismo también se divida. Entre, digamos, cristinismo y no kirchnerismo. Porque si de un lado hay unidad y del otro no, es casi seguro que el divisionismo tendería a ser derrotado. Decir hoy si esto va a suceder es una quimera, sobre todo porque día a día parece fortalecerse la idea de que la jefa del espacio oficialista es Cristina Kirchner y no Alberto Fernández. La que tendrá la ya célebre lapicera para decidir candidaturas.
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