Creció la malnutrición: cerca de la mitad de los chicos de barrios populares no llega a comer lo necesario
Edición Impresa | 10 de Enero de 2023 | 01:32

Con tres años cumplidos hace unos meses, Thiago pesa cerca de 25 kilos, casi el doble de lo que se considera normal para su edad. Al verlo en los brazos de su mamá, que apenas puede alzarlo, nadie diría que no come bien; y sin embargo tiene un problema de malnutrición que los médicos de la salita sanitaria a la que asiste temen que comprometa su salud. Como la mayoría de los chicos de su barrio, El Palihue, su dieta está compuesta casi exclusivamente de tres cosas: papas, fideos y arroz.
Aunque generalmente se asocia la malnutrición con el bajo peso, ésta puede darse también por una ingesta de alimentos de baja calidad nutricional. De hecho eso es lo que se viene viendo desde hace tiempo en los barrios populares de casi todo el país, donde un estudio realizado en 2022 observó que casi la mitad de los chicos (el 48,5%) sufre malnutrición tanto por presentar baja talla como sobrepeso y obesidad. Se trata de una tasa que supera en 4,5 puntos la registrada en los mismos lugares hace apenas tres años, antes de que estallara la pandemia de Covid.
El estudio, realizado por la Universidad Popular de Barrios de Pie sobre un total de 38.622 niños, niñas y adolescentes que asisten a comedores en dieciséis distritos (Buenos Aires, CABA, Catamarca, Chaco, Córdoba, Corrientes, Jujuy, La Rioja, Mendoza, Misiones, Salta, Santa Fe, Santiago del Estero, Tierra del Fuego y Tucumán) revela además que en algún momento de los últimos años una cuarta parte de ellos dejó de ingerir alguna de las cuatro comidas diarias
Como muestra el relevamiento, la malnutrición observada en los barrios populares tiene diversas formas pero responde a una misma causa: la carencia de micronutrientes esenciales, en especial durante las etapas tempranas de la vida. Aunque en la mayoría de los chicos relevados el problema se traduce en sobrepeso (20,9%) y obesidad (24,5%), un 3,2% de ellos presenta déficit de peso y un 6,7%, baja talla, dos cuadros que suelen producirse por desnutrición crónica; en otras palabras, por haber pasado largos períodos sin comer bien.
EN MARCADO AUMENTO
Si se compara los resultados del estudio actual con los registrados en 2019, cuando se lo había realizado por última vez, “se evidencia un aumento marcado de la malnutrición”, resalta el médico Marcos Caviglia, el especialista en Medicina General y Familiar que estuvo al frente de la investigación. “En aquella ocasión -recuerda- se había detectado una malnutrición global del 44,1%, con un sobrepeso de 22,5% y obesidad del 19,6%”.
Energía y nutrición
Para dimensionar la emergencia sanitaria que atraviesan miles de familias argentinas, promotoras del equipo de salud de Barrios de Pie utilizaron técnicas antropométricas y de detección de malnutrición recomendadas por la Sociedad Argentina de Pediatría y el propio Ministerio de Salud de la Nación. De esta forma pusieron en evidencia que el tipo de alimentación que consumen en general los chicos de barrios populares “suele cubrir las necesidades energéticas, pero no los requerimientos nutricionales que necesitan para lograr un desarrollo adecuado y mantener la salud”.
“La situación se viene agravando sistemáticamente desde 2019. Uno de cada dos chicos de nuestros barrios tiene una pésima alimentación. Necesitamos que el Ministerio de Desarrollo Social entregue los bolsones alimentarios que corresponden y que en ellos haya alimentos proteicos para que nuestros chicos se alimenten con la misma dignidad que el hijo de cualquier funcionario”, reclama Norma Morales, dirigente de Barrios de Pie.
Por el aumento del precio de alimentos, la mayoría redujo el consumo de nutrientes esenciales
En efecto, como señala el estudio entre sus conclusiones, los altos índices de malnutrición tienen relación directa con el tipo de alimentación de las familias de los barrios vulnerables: alta en hidratos de carbono complejos y grasas saturadas, y baja en frutas, verduras y carnes magras.
“Debido al aumento indiscriminado de precios en alimentos, la mayoría de las familias redujo el consumo de nutrientes esenciales. Además se detectaron altas tasas de inseguridad alimentaria, llegando casi a una de cada cuatro las familias en las que algún menor dejó de realizar alguna comida por falta de recursos”, señala la investigación.
UN REPRODUCTOR DE POBREZA
Al analizar qué y cuánto comen las familias más postergadas del país, y la Región, el estudio revela algunos datos alarmantes. Entre ellos menciona por ejemplo que en el 58% de los hogares se sirven porciones más chicas y que en el 87% de ellos hay angustia porque los alimentos se acabarán por falta de recursos.
La investigación muestra también que sólo en el 17% de las familias se come carnes o huevo una vez al día, como recomienda el Ministerio de Salud. En otras palabras, el 83% de las familias tiene un aporte proteico menor al necesario. De hecho, un tercio de ellas consume estos alimentos sólo una vez por semana o menos, según la investigación.
En cuanto al consumo diario de verduras, éste sólo alcanza al 14% de las familias, mientras que el 44% las consume una vez a la semana o menos. Con las frutas sucede algo similar: apenas en el 19% de los hogares se consume una vez por día, mientras que el 37% las consume una vez por semana o menos aun.
Con respecto al consumo de lácteos entre los niños que asisten a los comedores y merenderos de Barrios de Pie en gran parte del país, el trabajo remarca que “sólo el 25% los consume diariamente, en tanto que el 32% de las familias lo hace un vez por semana o menos”.
En términos generales, cuando se indaga sobre variaciones en el consumo durante el último año para carnes, frutas, verduras y lácteos, que son nutrientes esenciales, los datos indican que las familias disminuyeron su consumo alrededor de un 50%. Por el contrario, aumentó un 35% la ingesta de alimentos más económicos y rendidores, aunque nutricionalmente menos convenientes, ya que son ricos en hidratos de carbono como papa, batata, fideos y arroz.
“La malnutrición que vemos en nuestros barrios suele afectar el desarrollo neurológico y el crecimiento de los niños y niñas; pero además tiene impacto directo en la salud, ya que significa una peor capacidad inmunológica del organismo que facilita la aparición de infecciones, la merma de la capacidad intelectual y de aprendizaje, problemas respiratorios, trastornos gastrointestinales y hepáticos, disminución de la capacidad de realizar actividad física y mayor riesgo de trastornos psíquicos como depresión o ansiedad”, afirman desde Barrios de Pie.
Los responsables del estudio son contundentes al describir la gravedad de la situación: “Que los niños más humildes tengan menos posibilidades de desarrollarse y salir adelante tiene un impacto directo en la reproducción de la pobreza”, impidiendo que puedan salir de ella alguna vez.
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