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Economía Dominical |EL NUEVO DILEMA GLOBAL

El intervencionismo en el comercio mundial se expande y llega hasta Estados Unidos

La intervención gubernamental se hace más difícil cuanto más cerca está una economía de la frontera tecnológica

El intervencionismo en el comercio mundial se expande y llega hasta Estados Unidos

¿China crece por el intervencionismo o por la fuerza del mercado? / Web

19 de Febrero de 2023 | 05:02
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Ahora todos somos intervencionistas. En Estados Unidos -hasta hace poco bastión del libre mercado- el miedo a China, la preocupación por la seguridad de las cadenas de suministro, las aspiraciones de reindustrialización y las esperanzas de una transformación ecológica se combinaron para remodelar las políticas comerciales e industriales.

La Unión Europea comparte la preocupación de EE.UU. por China, sobre todo en cuanto a la amenaza tecnológica. Pero también le preocupa el carácter ‘EE.UU. primero’ de la política estadounidense, en particular la Ley de Reducción de la Inflación, de U$S369.000 millones. Esta creciente creencia en la capacidad de los gobiernos para remodelar sus economías para mejor puede haber sido inevitable, dadas las decepciones económicas y las tensiones geopolíticas, según revela un informe del Financial Times.

Una gran pregunta es qué harán estos cambios hacia el nacionalismo económico y el intervencionismo en la economía mundial. Tal como están las cosas hoy, una desintegración profunda parece improbable, aunque, por desgracia, es imaginable. También sería muy costosa, como señala “La fragmentación geoeconómica y el futuro del multilateralismo”, una reciente nota de debate del FMI. Además, cuanto más profunda sea la desintegración, mayores serán esos costos. El desacople tecnológico sería el más costoso de todos, especialmente para los países emergentes y de bajos ingresos.

COSTOS GEOPOLÍTICOS

Más allá están los inevitables costos geopolíticos. Como ha señalado acertadamente James Bacchus, exlíder del órgano de apelación de la Organización Mundial del Comercio, contener estos costos en el mundo actual plantea enormes desafíos.

Una cuestión más restringida es hasta qué punto funcionará el nuevo intervencionismo en sus propios términos. ¿Obtendrá el gobierno estadounidense, que es el actor más activo y potente, los resultados que desea de las políticas que ahora se compromete a emplear? Hay buenas razones para dudarlo. Intervenir con éxito es difícil.

No es que falten argumentos teóricos a favor de la intervención. Al contrario, desde Alexander Hamilton, los argumentos a favor de la protección de la industria naciente (y otras intervenciones similares) son bien conocidos. El argumento central es que los mercados por sí solos no aprovecharán las oportunidades disponibles. Ricardo Hausmann, de Harvard, ha reiterado recientemente estos argumentos. También se pueden sumar los de la protección de la seguridad económica, tecnológica o militar.

Sin embargo, en la práctica es bastante difícil que este intervencionismo funcione. Con demasiada frecuencia, por ejemplo, se da por sentado que los éxitos de Japón, Corea del Sur y, más recientemente, China se deben a un intervencionismo gubernamental con visión de futuro. Esto es exagerado: el principal motor fue la competencia de mercado.

Además, la intervención gubernamental se hace más difícil cuanto más cerca está una economía de la frontera tecnológica: innovar suele ser más difícil que copiar. No menos importante, existe una economía política de la intervención, en la que los perdedores eligen a los gobiernos en lugar de que los gobiernos elijan a los ganadores. Cuanto más abierto esté un Estado al lobby, mayores serán las posibilidades de captura. Esto es especialmente aplicable a EE.UU.

En 2021, el Instituto Peterson de Economía Internacional publicó un informe titulado 50 años de política industrial estadounidense. En él se detallan algunas políticas grotescamente caras de protección industrial, señalando que “los consumidores y contribuyentes estadounidenses están pagando actualmente más de u$s 900.000 al año por cada puesto de trabajo salvado por los aranceles al acero de Trump, ampliados por Biden”. A veces, el bipartidismo puede ser insensato.

¿Qué ha funcionado? Como era de esperar, la estrella ha sido Darpa, quizá el programa de innovación más exitoso de la historia mundial. Otro éxito fue la Operación Warp Speed, el programa de vacunación [contra el Covid] de la administración Trump, un triunfo del que muchos republicanos han querido renegar. Otro fue el Research Triangle Park de Carolina del Norte. El fomento del ensamblaje de automóviles extranjeros funcionó bastante bien, al igual que los créditos fiscales para los paneles solares.

Sin embargo, lo sorprendente es la frecuencia con que esos programas no lograron hacer competitivas a las industrias, salvar puestos de trabajo a un costo razonable o hacer avanzar la frontera tecnológica. Esto fue especialmente cierto en el caso de las medidas comerciales y los subsidios a empresas específicas. Los grandes éxitos se produjeron en la combinación de gastos públicos y privados en investigación y desarrollo, como cabía esperar. En vista de ello, cabe preguntarse si los programas de subsidios actuales funcionarán.

PRODUCCIÓN DE CHIPS

Frente a esto, hay razones legítimas de seguridad para promover la producción de chips, sean cuales sean los costos. Una vez más, a falta de mejores políticas, los subsidios para la transición ecológica deberían empujar la economía en la dirección correcta. Además, los subsidios tienen la ventaja de ser transparentes, mientras que la protección es un impuesto oculto sobre los consumidores que se transfiere a los productores. Los aranceles también sesgan la producción hacia el mercado nacional, mientras que las subvenciones son neutrales entre los mercados nacionales y extranjeros.

Sin embargo, los subsidios no son neutrales entre países: ganan los que tienen los bolsillos más llenos. Además, las subsidios, especialmente los limitadas a los productores nacionales, provocarán fricciones, incluso con los aliados. El resultado será una guerra de subvenciones. Esto puede reducir las emisiones de los países de ingresos altos. Pero no resolverá el cambio climático mundial, que depende de una cooperación fructífera hacia una transformación global.

El nuevo intervencionismo tiene muchas causas y muchos objetivos. En teoría, podría conducir a mejores resultados, especialmente cuando los argumentos a favor de la intervención gubernamental son sólidos, como en el caso del cambio climático o la seguridad nacional. Pero también existen grandes riesgos potenciales, entre ellos que muchos de estos programas resulten ser un enorme despilfarro de dinero, como lo han sido tantos programas intervencionistas en el pasado. Además, estas intervenciones empeorarán las guerras comerciales en curso. La fragmentación es muy fácil de iniciar. Pero será difícil de controlar y aún más difícil de revertir.

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