Rodolfo Cosentino, un cirujano ortopedista de prestigio mundial

“Si tenía algo que enseñar y decir, quería hacerlo en mi país”. Y vaya que lo hizo.

Con esa personalidad apacible y amable que se formó en su infancia, parte de la cual transcurrió en un campo de Brandsen, el Dr. Rodolfo Cosentino explicaba de manera clara y pausada, que los profundos conocimientos que había adquirido y las técnicas de cirugía de reparación ortopédica que desarrolló durante sus años de perfeccionamiento profesional vividos en Estados Unidos y que fueron replicadas virtualmente en el mundo entero, deseaba aplicarlas en Argentina, al mismo tiempo que seguir su carrera de investigador y de docente.

Era un hombre entrañable; imposible de no admirar y de querer. Su humanismo parecía crear un aura que lo rodeaba. Por algo, cuando recién recibido de médico en la facultad de la UNLP realizó sus primeras prácticas en el Hospital de Niños de nuestra ciudad, era uno de los “preferidos” de Sor María Ludovica, tal como lo testimoniaron coincidentemente muchos pediatras de la época.

Desde joven practicó distintos deportes en forma activa, llegando a obtener el título de campeón argentino de paleta.

Si bien su pasión fue su especialidad médica, las artes plásticas, particularmente la escultura lo atrajeron desde joven en grado superlativo y lo llevaron, como veremos, a dejar una obra instalada nada menos que en el patio seco del Teatro Argentino, del que fue vecino y al que tanto amó.

Pero también fue un consumado escritor y no sólo de temas médicos, sino también de “las cosas de mi vida”, como comentó en una de esas mañanas de principios de este siglo cuando, “casi jubilado”, pasaba a charlar un rato por la redacción de EL DIA, contando anécdotas del tiempo que pasó trabajando en París.

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Cosentino nació el 15 de junio de 1920 en un cercano campo de Brandsen, pero pocos años después su familia se radicó en La Plata, en donde cursó el primario, el secundario y la carrera de médico en la facultad platense, en la que, aún como estudiante, se destacó en el campo de la anatomía.

SU CARRERA MÉDICA

Al recibirse se casó con Olga Luaces e inició la práctica médica, como se dijo, en el Hospital de Niños, en donde trabó amistad con Sor María Ludovica.

Su ferviente deseo de perfeccionarse lo llevó a presentarse como postulante y obtener una beca del Gobierno francés, para trabajar en el Hospital Cochin de París, en el que se diplomó como “asistente extranjero”, y en el Departamento y Cátedra de Ortopedia y Cirugía Reparadora de la facultad de Medicina de la capital francesa, en donde permaneció poco más de un año entre 1953 y 1954.

Seguidamente obtuvo otra beca en el Departamento de Cirugía Ortopédica de la Universidad de Iowa, Estados Unidos, donde trabajó con el doctor A. Steindler y con quien colaboró en uno de sus libros.

Pero al concluir la beca, fue contratado por esa casa de estudios como investigador asociado en el Departamento y Cátedra de Cirugía Ortopédica. Allí escribió el “Atlas de anatomía quirúrgica”, obra sumamente elogiada por publicaciones científicas internacionales prestigiosas y que fue publicada de inmediato, sirviendo de guía para ortopedistas de muchas naciones.

En 1960 decidió regresar al país, y a los pocos meses tomó la posta del Dr. Francisco Arena como jefe del Servicio de Ortopedia y Traumatología del Hospital Gral. San Martín de nuestra ciudad y luego como profesor titular de la Cátedra de Ortopedia y Traumatología de la facultad de Medicina platense.

Perfeccionó de gran manera la Escuela Platense de Ortopedia, con intervenciones quirúrgicas operaciones complejas que manejaba con ductilidad debido a sus conocimientos anatómicos, y compartiendo todos sus conocimientos en forma abierta y desinteresada con sus discípulos.

Con vocación docente escribió en esa época los libros “A un joven cirujano” y “Carta a un ortopedista joven”. Al mismo tiempo atendía su consultorio particular en el que la cantidad de pacientes no cesaba de crecer.

GRAN RECONOCIMIENTO

Escribió diez libros de ortopedia, dos de los cuales fueron traducidos al inglés; y fue autor de una gran cantidad de trabajos publicados en el país y en el exterior, muchos premiados por la Academia Nacional de Medicina, la Asociación Argentina de Ortopedia y Traumatología y la Sociedad Argentina de Pediatría.

En noviembre de 1991 fue designado Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Medicina. Fue presidente de la Asociación Argentina de Ortopedia y Traumatología; fundador y primer presidente de la Asociación Platense de Ortopedia y Traumatología; profesor emérito y vicedecano de la facultad de Medicina de la UNLP; y además, recibió la distinción de Cirujano Maestro por la Asociación Argentina de Ortopedia y Traumatología.

El Colegio de Médicos de la Provincia de Buenos Aires en 2002 le otorgó el título de Maestro de la Medicina.

LABOR ARTÍSTICA

Más allá de sus libros científicos y trabajos que publicó, el Dr. Cosentino escribió dos libros muy interesantes sobre sus vivencias personales; el primero de ellos es “Recuerdos, semblanzas y otras historias”, que tuvo dos ediciones, y el otro se llama “Mis esculturas”.

Pero más allá de la medicina, Cosentino era un consumado artista plástico, especializado en la escultura. Tenía su taller muy bien armado y provisto en una parte de su quinta de City Bell.

Allí, con la tranquilidad que lo caracterizaba, realizó trabajos en piedra, madera, y hasta en ensamble de hierros mediante soldadura eléctrica. Participó en exposiciones para médicos y obtuvo numerosos premios y distinciones.

Pero su obra artística más trascendente es la que dio en llamar “El alma del viejo teatro”.

Como se sabe, el 18 de octubre de 1977 un incendio terrible destruyó el Teatro Argentino de La Plata, del que Cosentino era vecino, y su prestigio e insistencia logró que se le cedieran algunos hierros retorcidos de la demolición, a los que, con la colaboración de varios discípulos jóvenes, llevó hasta su taller de City Bell.

Buscó una idea inspiradora que, como él mismo explicó, le permitiera hacer una escultura que “reflejara el espíritu del Teatro incendiado y su proyección hacia el futuro”. En 1982 comenzó la obra que tiene más de cinco metros de alto y un peso de cinco toneladas, y que terminó al año siguiente para donarla al gobierno bonaerense para ser instalada cuando el “nuevo” Teatro Argentino estuviese terminado, pero la burocracia imposibilitó a Cosentino ver a su escultura colocada allí.

Su escultura finalmente fue emplazada en diciembre de 2021 en el sector del patio seco del Teatro Argentino que da a la calle 9, durante una ceremonia en la que se recordó la vida y obra del querido maestro, que había fallecido el 24 de octubre de 2005.