El cirujano que con su bisturí dictaba cátedra en el quirófano

“A veces también bajaba un piso y en la Sala V (del Hospital Policlínico) observaba las primeras operaciones del profesor Mainetti. Era fascinante ver con qué facilidad y belleza movía sus manos en maniobras y gestos que todavía no interpretábamos en toda su amplitud”. El que formuló esta expresión fue René Favaloro, discípulo de José María Mainetti (1909-20069 al que veneraba desde joven y al que emuló -según lo dijo varias veces- para crear la Fundación Favaloro en base al modelo de la antes creada Fundación Mainetti.

Muchos otros médicos relataban escenas semejantes, de cuando también acudían para ver las operaciones de Mainetti y algunos ponían de relieve que tenía una facilidad mayor porque “podía manejar el bisturí con las dos manos, algo que le permitía obtener siempre mejores ángulo, entre otras ventajas y cualidades de las que disponía. Era siempre una lección de cirugía…”.

También recordó Favaloro que “a fines del año ‘61 el profesor Mainetti viajó a los Estados Unidos, una vez más, a intercambiar conocimientos e introducir a su regreso nuevas técnicas por él observadas y evaluadas. Mantuvo así el liderazgo de su cátedra. Le pedí se interiorizara en todo lo concerniente a la cirugía torácica y cardiovascular y me aconsejara a dónde dirigirme para especializarme. A su regreso me manifestó que, si seguía con la misma idea, el lugar era la Cleveland Clinic”. Que es adonde fue quien crearía para el mundo la técnica del bypass.

Mainetti resultó ser el arquetipo del cirujano cuya repercusión mundial fue muchas veces comprobada, cuando, por ejemplo, enfermó gravemente en 1959 el entonces secretario de Estado de los Estados Unidos, John Foster Dulles, durante la gestión presidencial de Dwight Eisenhower, y el profesional platense fue notificado por el gobierno del país del Norte que se encontraba en la lista de los dos cirujanos que serían convocados para una eventual operación quirúrgica del funcionario estadounidense. Más de cinco mil operaciones y el uso de técnicas innovadoras hicieron que su fama trascendiera más allá de las fronteras y que fuera convocado a múltiples congresos, cátedras y cursos en distintos continentes.

Un joven José María Mainetti, durante una clase en la facultad de medicina de la Universidad de La Plata

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Pero también Mainetti formó parte de una verdadera galaxia de médicos formados en la Universidad Nacional de La Plata, que conformaron una vanguardia de especialistas de excelencia en distintas ramas de la medicina, que crearon escuela y que lograron plasmar -desde las funciones que siguieron cumpliendo en los hospitales públicos- un servicio médico que hoy no deja de extrañarse.

En ese listado de eminencias pueden inscribirse, entre muchos otros, los nombres de Favaloro, Osvaldo Mammoni, Rodolfo Cosentino, Bernardo Manzino, los hermanos Liliana y Roberto Grinfeld, Rodolfo Rossi, Federico Christmann, Emilio Cecchini y, más acá, de Julio Palmaz y Horacio Cingolani.

Desde luego que una de sus obras más sobresalientes fue la creación y construcción en 1986 del Centro Oncológico de Gonnet, a cuya fecha de inauguración asistió y habló el entonces presidente Alfonsín.

Cabe señalar que a fines de los 60 había creado la fundación que llevó su nombre y, ya en el Oncológico, que se convirtió en una de las unidades médicas de investigación, atención y docencia en prevención, diagnóstico y tratamiento de tumores cancerígenos más importantes de América Latina.

Corresponde consignar que para la concreción del Oncológico -que llegó a convertirse en un centro de referencia de América para el tratamiento de tumores puso todo su patrimonio, así como su esfuerzo intelectual y físico en la iniciativa. Sin embargo, los cada vez más voluminosos costos de la aparatología médica nuclear que fue incorporando -y la gradual falta de toda ayuda estatal en los momentos críticos- asfixiaron económicamente a la empresa médica y el hospital ubicado en Gonnet quedó inactivo.

Paradójicamente, su mejor alumno, Favaloro, debió enfrentar los mismos problemas financieros en su Fundación y, si bien sus sucesores lograron sortear el cierre, el fundador dejó su propia vida cuando, vencido por la burocracia y la indiferencia estatal, decidió darse un tiro en el corazón. Ya pasados sus 90 años de edad, Mainetti siguió batallando por la medicina. Entre los dos profesionales, entonces, cerraron un círculo de similitudes pocas veces visto.

SU VIDA

Mainetti nació en Hinojo, una localidad del campo bonaerense. Realizó sus estudios primarios, secundarios y universitarios en La Plata.

Fue ayudante-disector en la Cátedra de Anatomía de la Escuela de Medicina de dicha Universidad, a cargo del Prof. Dr. Eugenio Galli, quien también dirigía la Cátedra en la Universidad de Buenos Aires.

Su famoso atlas del corazón (“Corazón. Estudio Descriptivo y Topográfico”, publicado en 1933 en Buenos Aires) fue ilustrado con las excelentes disecciones de Mainetti en La Plata y de Alfonso Roque Albanese en Buenos Aires.

Se recibió de médico en 1932 en la Universidad Nacional de La Plata donde se desempeñó como profesor desde 1940. Su vida transitó por varios hospitales públicos y privados y, entre estos últimos, siempre aludía a la eficacia con que Sor María Ludovica controlaba el funcionamiento del Hospital de Niños platense.

“A la hora del ingreso estaba en la puerta del Hospital y los médicos y enfermeros nos apurábamos porque retaba a todo aquel que llegaba tarde. Yo ya era un médico reconocido, era titular de cátedra en la Universidad y operaba en varios hospitales. Una vez llegué tarde dos minutos, porque en el camino Belgrano por el que venía, se había registrado un accidente y el camino estuvo cortado. Lo concreto es que me pegó un reto bárbaro cuando pasé por la puerta…”.

El saludo entre José María Mainetti y René Favaloro, dos eminencias de la medicina

Mainetti, conocido también en el mundo como el mentor de Favaloro, fue pionero de la bioética en el país, de la cual su hijo José Alberto Mainetti, recientemente fallecido, fue una eminencia en la materia.

En Facebook, una de sus alumnas, Alejandra L., escribió estas palabras sobre Mainetti: “Creo que no solo fue un gran médico. Nos enseñó a muchos con sus palabras y acciones lo que es ser una gran persona! Lo recuerdo con cariño y con ese afán de hacernos pensar que cuando lleguemos al noveno escalón… Debemos mirar siempre el décimo…”.

Y hay que volver hacia la relación Mainetti-Favaloro. Cerca del fin de la carrera, Mainetti le regaló un cuadro con una foto suya a Favaloro. Llevaba esta dedicatoria: “El espíritu se conoce en las grandes obras de los hombres, el alumno superó al maestro”.