Viajes, fotos y la obsesión por capitalizar los triunfos provinciales

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Mariano Pérez de Eulate

mpeulate@eldia.com

Sobrevuela un simplismo analítico que tiende a proyectar los recientes resultados del último súper domingo electoral a nivel nacional. Se caería en un error al decir que la victoria de tal o cual postulante provincial beneficia linealmente al candidato presidencial de este o aquel espacio. Es verdad, no obstante, que pueden leerse tendencias y conveniencias.

En Tucumán y San Luis se eligió gobernador. En Corrientes, hubo elecciones legislativas de medio término porque esa provincia tiene trastocada la fecha en que elige a sus autoridades ejecutivas. Y en Mendoza se dio la Primaria Abierta de cara a elecciones provinciales, que serán en setiembre. Los oficialismos se impusieron en tres de esos distritos, continuando una propensión ya vista en elecciones anteriores.

El tucumano Juan Manzur no pudo ser candidato a vicegobernador, como pretendía para eternizarse, por aquel fallo de la Corte Suprema de Justicia. Pero el triunfo de Osvaldo Jaldo es claramente su triunfo. El PJ le sacó 20 puntos a Juntos por el Cambio, consolidando el perfil peronista del distrito. Está claro que los cambiemistas no le encuentran la vuelta a Tucumán.

El rol de los gobernadores

Para el ex jefe de gabinete de Alberto Fernández significa la ratificación de un liderazgo provincial que podría ubicarlo como representante de los gobernadores justicialistas en una eventual fórmula presidencial. El ministro Wado de Pedro, lanzado a esa carrera con la impronta K pero buscando ampliar su pertenencia originaria, corrió a fotografiarse con los ganadores del último domingo justamente porque ni Manzur ni Jaldo son kirchneristas.

Allí le fue muy mal a Ricardo Bussi, hijo del ex gobernador Antonio (primero puesto por la dictadura y, por esas cosas raras que tiene este país, luego elegido por el pueblo) porque cayó respecto a su última incursión. Bussi junior era el candidato de Javier Milei, una de las pocas provincias en las que el libertario blanqueó afinidades y hasta jugó en la campaña con su presencia.

Milei viene mal a nivel provincias: de 10 elecciones que hubo para renovar gobernadores, ningún postulante que dijo jugar en su nombre obtuvo un resultado más o menos digno. Puede decirse, no obstante, que sólo en el caso de Bussi, y del riojano Martín Menem, que en su momento arañó el 15% de los votos, el libertario puso el cuerpo en los distritos.

Suena a error prematuro o premeditado intento de manipulación decir que el hecho de que les haya ido mal a los candidatos milenistas en las provincias implica un achicamiento de las chances de Milei a nivel nacional. Quien, como postulante a la Presidencia, ha logrado instalar un escenario de tercios de acuerdo a la mayoría de las encuestas (él mismo, el Frente de Todos y Juntos).

Es que la discusión “Milei Presidente”, en la que aparece como el depositario de buena parte del descontento popular con la clase política tradicional representada en el peronismo y en los socios de JxC, pasa por la cuestión del manejo de la agenda nacional, no por las coyunturas provinciales.

Está claro que en las provincias la población no culpa de los problemas del funcionamiento de la economía al actor de cercanía (por ejemplo, a su gobernador) sino que enfoca el enojo en los protagonistas que trabajan en la capital federal. Así, vota a un mandatario provincial del PJ pero acaso rechace la propuesta presidencial del peronismo en octubre. Es el insumo que usa Milei para inyectar esperanza a los propios. Y lo que, objetivamente, le permite seguir siendo competitivo de cara a las PASO de agosto, en las que tal vez resulte el candidato individual más votado.

Festejos y “guerra”

Juntos por el Cambio tuvo el domingo una noche de festejos, tal vez los más rutilantes en lo que va del año electoral. Y coincide con el pico máximo de la guerra en el PRO entre los presidenciables Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich.

San Luis, Mendoza y Corrientes fueron excelentes noticias para la oposición. Pero, en verdad, en ninguna se ganó por las figuras del alcalde porteño o de la ex ministra de Seguridad.

El puntano Claudio Poggi, peronista de origen, dio el llamado batacazo contra el gobernador Alberto Rodríguez Saá.

Poggi ya había sido gobernador impulsado por el otro Rodríguez Saá, el Adolfo, que ahora se peleó con su hermano y se volvió su opositor. Familia complicada. Larreta fue el principal defensor de esa alianza provincial con Poggi, rompiendo el purismo amarillo -casi antiperonista- que defienden Mauricio Macri y Bullrich. Por eso estuvo en la celebración del triunfo.

El meta mensaje de San Luis que mandó el jefe porteño tiene que ver con la conveniencia política de aliarse con los peronismos no kirchneristas en la búsqueda de ampliar el espacio opositor. El caso del cordobés Juan Schiaretti, que generó un punto de máximo tensión en el PRO, es la obvia referencia a la que apuntó la foto alzándole la mano a Poggi, junto a los radicales Gerardo Morales y Martín Lousteau que comparten su criterio.

Donde sí posó Bullrich para la instantánea fue en Mendoza. Su aliado Alfredo Cornejo se impuso en la Primaria de Juntos y fue el candidato individual más votado. Cornejo es a Bullrich lo que Morales es a Larreta: socios radicales de peso en la pelea por la candidatura presidencial.

Cornejo debió lidiar en la interna con su correligionario Luis Petri. Las malas lenguas dicen que éste recibió alguna ayuda -fiscalización, recursos- del larretismo. Habladurías. Rodríguez Larreta había tenido un gesto hacia Cornejo cuando obligó a Omar de Marchi, un hombre de su riñón, a bajarse de las PASO de Juntos. De Marchi al final fue por afuera, supuestamente sin el apoyo del alcalde porteño, y quedó como el segundo candidato más votado, restándole ciertos votos conservadores al radicalismo. No hay constancia de que Larreta se haya enojado demasiado por este desenlace, más allá de que mandó un emisario para felicitar a Cornejo.

Aunque hubiera querido, Larreta no llegaba el domingo a Mendoza porque antes de aterrizar en San Luis pasó por Corrientes, donde el gobernador radical Gustavo Valdés obtuvo un triunfo aplastante en la elección legislativa local. Tuvo su foto con él, primereando a Bullrich. Pero, digámoslo, Valdés ni por asomo es hoy un radical larretista jugado. Tampoco está con la ex ministra de seguridad, aunque en el bullrichismo han coqueteado con la idea de ofrecerle la candidatura a la vicepresidencia. El hombre espera para jugar sobre seguro, en su rol de cacique provincial.

En todos los casos, hubo malas noticias para el kirchnerismo, casi invisibilizado. Pero en especial en Mendoza, donde la camporista-cristinista Anabel Fernández Sagasti respaldó a un candidato, Omar Parisi, que sacó menos del 7% de los votos.

 

 

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