Contaminación plástica: impacto múltiple en las personas

Tras demostrar que parte del plástico en el medio ambiente ingresa al cuerpo humano, la ciencia busca saber cómo afecta a cada órgano. Detalles de varias investigaciones

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La ciencia demostró hace décadas que el plástico que acaba en el medio ambiente, como el que contiene o envuelve nuestros alimentos o bebidas, termina penetrando en el cuerpo humano y, con él, los tóxicos que pueda contener.

Los científicos dividieron las partículas de plástico halladas en casi todos los órganos, tejidos y membranas del cuerpo humano en dos tipos: microplásticos (de menos de 5 milímetros) y nanoplásticos (con diámetros inferiores a 0,001 milímetros). Aunque para los ritmos del conocimiento científico el impacto del plástico en la salud es todavía un campo donde casi todo está por descubrir, estas son algunas de las evidencias clave:

Muchos bebés ingieren microplásticos desde que están formándose en el vientre de la madre, y/o los beben en la leche materna, según demostraron dos investigaciones sucesivas de un grupo de científicos italianos especializados en la materia de los hospitales de Fatebenefratelli (Roma) y Bolognini (Bérgamo), y de las universidades de Ancona y Pavía.

También en 2022, un proyecto de investigación holandés (Immunoplast) se convirtió en el primero en demostrar que el torrente sanguíneo, una especie de ‘río de la vida’ del cuerpo humano, contiene partículas micro y nanoplásticas.

En el pulmón

Otro grupo de investigadores de la Universidad británica de Hull, en York, constató la presencia de partículas microplásticas en secciones muy profundas del pulmón en pacientes vivos que se sometían a procedimientos quirúrgicos.

De 13 pacientes estudiados, 11 portaban microplásticos en los pulmones de hasta 39 tipos distintos, siendo los más comunes piezas de PET utilizadas para fabricar botellas de bebidas; polipropileno, usado para envases de plástico y tuberías; y resina, a menudo utilizada como adhesivo o sellador.

Su presencia en el torrente sanguíneo fue la pista clave que condujo a los científicos a revelar su capacidad para ‘burlar’ el control de seguridad del cerebro -la barrera hematoencefálica-, y provocar en él un estado de inflamación continuo similar al que crean enfermedades degenerativas, como la enfermedad de Parkinson o de Alzheimer.

Por su parte, el equipo del Instituto de Investigación Sanitaria (IBS) de Granada, en el sur de España, que estudia desde hace casi 30 años el impacto del Bisfenol A, ha asociado niveles altos de este contaminante, presente en muchos de los utensilios plásticos de uso diario, en niños de 9 a 11 años con problemas de pensamiento y comportamiento evidenciados en la adolescencia.

El IBS rastrea también el impacto del Bisfenol A en el sistema inmunitario, el metabolismo o el aumento del riesgo de cáncer o las alteraciones de conducta.

La ciencia también comprobó que hay partículas de plástico en el hígado, el bazo o los riñones, y sigue su influencia en problemas de fertilidad y dolencias como la diabetes, enfermedades cardiovasculares, o el cáncer.

 

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