“Fauna postal”: cada trabajo es un zoológico

Un grupo de empleados del correo queda atrapado y convive durante 5 meses en un subsuelo, en la nueva comedia de Vuelve en Julio

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“Imaginate convivir con tus compañeros de laburo cinco meses en un depósito”, lanza Celina Cascella. Y esa es la premisa de “Fauna postal”, la obra que protagoniza junto a sus compañeros del grupo teatral Vuelve en Julio, y que se encuentra desarrollando sus últimas funciones de mayo, los sábados en el Viejo Almacén El Obrero.

Una comedia, naturalmente, “una parodia del trabajo y el poder”, según define Naty Maldini, parte también del grupo, donde, en medio del encierro brutal, “todo se vuelve medio animalesco: por eso es una ‘Fauna postal’”.

La obra, estrenada en abril y con funciones agotadas desde entonces, es una creación colectiva del grupo que lleva ya más de 20 años trabajando. “Y nos conocemos de antes”, apostilla Maldini. “Es toda una vida, una familia: elegimos trabajar juntes porque confiamos en el otro”, agrega Cascella. A los ensayos, de hecho, este grupo que se conoció de joven en los escenarios de nuestra ciudad lleva ahora a sus hijos, y se viene la próxima generación: “Camilo, el hijo de René (Martiñán), estuvo dentro de una obra porque actuaban los padres, y en los ensayos estaba Camilo dando vueltas, así que lo sumamos… hasta que Camilo no quiso más”.

Esa utilización de la criatura es, de hecho, parte de la filosofía del colectivo: “Trabajamos con lo que hay”, explica Maldini. “Toda nuestra vida nos adaptamos a lo que hay. Ensayamos en casas de abuelas, padres”. De hecho, los ensayos para “Fauna postal” comenzaron en la casa del director, Chapi Barresi, hasta que les quedó chica. Se mudaron a una sala, y decidieron, para vestir la obra, invertir para armar una oficina de los 90, década donde transcurre la historia.

“La base es hacer foco en la actuación, que es nuestro fuerte. Si para enriquecer ese trabajo es necesario incorporar cosas, las incorporamos, pero dentro de las posibilidad”, cuenta Maldini. “Pero si no se hubiera podido hacer, lo hubiéramos hecho en una caja negra, adecuándonos. El foco está puesto en la actuación”.

En ese sentido, “ya sabemos que vamos a perder plata, y tal vez nunca la recuperemos”, se ríe Cascella. “Pero es nuestra prioridad, emocionalmente: si no actuamos nos morimos, no tiene sentido la vida”. Todos en el grupo trabajan más allá del teatro, nadie vive de la actuación, lo hacemos “a pulmón, remando, por amor al arte. Es invertir en nuestro deseo”.

De esa manera, a pulmón, es que se llevó adelante la producción de “Fauna postal”, protagonizada también por el mencionado Mantiñán, Xiomara Martinez y Francisco Cadierno (también a cargo de la música; el vestuario, la escenografía y las luces corren por cuenta de Sol Santacá).

La obra nació después de la pandemia: el COVID provocó que, tras un año de preparación, su anterior obra quedara postergada, reducida a formatos virtuales o a unas pocas funciones con protocolo. La pandemia también volvió algunos juegos virtuales de la puesta obsoletos: “Había que soltar”, dice Cascella, “pero seguían las ganas de laburar juntes”.

A partir de ese deseo, el grupo se juntó dos veces por semana, durante un año, cuando se podía, armando el tetris entre los trabajos de todos, los chicos, el colegio, la vida. Cada encuentro era entonces un espacio a proteger, a aprovechar: la compañía lo dedicó a realizar un peculiar proceso creativo, improvisando en cada sesión, a partir de consignas y juegos apuntadas por Barresi, que además filmaba los ensayos e iba bajando al papel lo que iba apareciendo. Un espacio de búsqueda, de experimentación, de libertad creativa y colectiva, donde, relatan Maldini y Cascella, llegaron a explorar incluso musicalizar la obra con objetos de los 90.

Cuenta Maldini que, en esos ensayos, uno de los primeros ejercicios fue mover cosas, de un lado para otro. “De repente esas cosas eran cajas, y ¿qué podían ser? Encomiendas, dijo alguien”. Y así apareció el contexto postal para la obra que relata la historia de cinco empleados que quedan atrapados en el subsuelo de una oficina del Correo, tras un incidente trágico en el edificio. Allí, entre archivos y paquetes, el grupo construye un refugio, mientras planea una fuga que quizás no les convenga, porque quizás tienen algo que ver con los hechos fatídicos que determinaron su propio encierro.

Es una comedia que roza el absurdo, y “muy física, como habitualmente sucede en Vuelve en Julio: es una obra muy coreográfica, estamos todo el tiempo en escena, y nos articulamos con los objetos, todo es coreográfico, elementos que se mueven todo el tiempo, que tienen que estar en su lugar, todo el tiempo”, cuenta Maldini.

Y es una obra sobre el mundo del trabajo, que parodia la hiperburocratización de las oficinas, una sátira del poder, con los personajes atrapados en infinitos protocolos y comités incluso cuando ya se ha disuelto la misma oficina donde trabajaban. En ese micromundo que sigue atado a las mismas lógicas, los distintos personajes “representan distintas tendencias o ideologías, que podrían plantear formas diferentes de resolver los grandes conflictos. ¿Cuál es la mejor manera de sobrevivir?”. Los discursos de la sociedad aparecen parodiados, utilizados por los personajes para convencer, para manipular al resto, mientras se debaten si salir o no, si utilizar algún documento que puede haber en las encomiendas que los rodean para iniciar una vida nueva, si permanecen allí, si salen y van presos.

Corrupción, correo, los 90. ¿Casualidad, este rebote de la obra en nuestro presente? “Empezó siendo casualidad, pero cuando ganó Milei se resignificó todo”, dice Maldini. “Y a la vez, cosas que nos parecían re bizarras eran superadas por la realidad”.

 

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