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Bergoglio con Néstor y Cristina Kirchner. Relaciones tensas
Mariano Pérez de Eulate
mpeulate@eldia.com
El Papa falleció sin haber regresado a la Argentina desde que partió, allá por 2013, al cónclave romano que lo consagraría como tal. En todos esos años, tuvo una relación sinuosa con la política vernácula, que en muchos casos procuró beneficiarse con la cuestión de su nacionalidad, fingió cercanías que no eran tales y hasta forzó cambios de posturas respecto a su figura al ritmo de conveniencias personales. Francisco siempre tuvo en claro todo eso, supo administrar su agenda y tuvo gestos de perdón frente a sus antiguos críticos.
Cuando Jorge Bergoglio fue electo Papa gobernaba el país Cristina Fernández. Iba por su segundo mandato y el entonces Arzobispo de Buenos Aires representaba para el kirchnerismo literalmente un enemigo político. En vida, Néstor Kirchner lo había definido como el “jefe de la oposición”, entre otras razones por sus homilías críticas por la cuestión de la pobreza en Argentina y los manejos maniqueos de la ayuda social. Kirchner los sentía como ataques hacia él, aunque el religioso no siempre buscaba personalizar su mensaje sino aludir a insensibilidades de la clase política en general.
Bergoglio aún no era Papa pero, más allá de sus homilías, se plantó frente a algunas decisiones del poder. Como cuando sucedió la guerra contra el campo, en 2008, donde claramente se posicionó del lado de los productores agrarios, y luego durante el gran debate que produjo la ley de matrimonio igualitario, promovida por el gobierno de entonces desde una óptica despojada de cualquier concepto moral o religioso, como sí pedía la Iglesia que él ya comandaba.
La tensión entre los Kirchner y el obispo de la capital federal fue tal que en un momento se resolvió el traslado del tradicional tedeum del 25 de Mayo a otras provincias -como Tucumán, Salta, Mendoza- a pesar de que la revolución se dio en la plaza histórica, frente a la Catedral Metropolitana. Es más: no se recuerdan fotos de Cristina como Presidenta en esa ceremonia.
Hay otro detalle que enturbió más aquella relación. A través de medios amigos, la gestión kirchnerista planteó una campaña contra Bergoglio en la que se lo acusó de ser cómplice de la última dictadura militar. ¿Cómo? Se dijo que “entregó” a dos sacerdotes jesuitas -su orden, donde ya era uno de los más encumbrados- al gobierno de entonces. Nunca se pudo probar en la Justicia pero el daño fue hecho. El archivo es bochornoso cuando se repasan tapas de diarios de aquella época y declaraciones de referentes K, algunos que todavía siguen cercanos a Cristina.
Por cierto, siempre será recordado aquel signo de desprecio de la expresidenta cuando el día en que Bergoglio fue elegido Pontífice, ya auto bautizado con el nombre del que tal vez sea el santo más popular de la Iglesia Católica (San Francisco de Asís), ella dijo en un discurso que se había enterado de que habían nombrado a un Papa “latinoamericano”.
Pero la relación con Cristina fue mejorando una vez que Bergoglio llegó a Roma, un poco por el recule de ella y otro poco por la actitud conciliadora del propio Papa. Fue con la que más se vio de todos los mandatarios argentinos que atravesaron su pontificado: en el Vaticano varias veces y en otros países donde coincidieron por reuniones globales. E incluso la ex presidenta usufructuó eso políticamente, con alguna foto que se utilizó en campaña (recordar 2013 y al hoy incinerado Martín Insaurralde estrechando la mano papal) Dicen que la exmandataria, en su momento, pidió las disculpas correspondientes por los años de hostilidad, que fueron retribuidas con aquel pedido de “Hay que ayudar a Cristina” que el Papa comunicaba cada vez que lo visitaba algún argentino que ocupaba un lugar relevante. Sobre todo cuando la gestión de la dama sufría momentos de endeblez. Que los hubo. Y varios.
Se ha discutido mucho sobre el pasado de simpatía peronista de Bergoglio. Hay que tener en cuenta que el peronismo inicial, el concebido por Perón, fue un partido que abrazó la doctrina social de la Iglesia y acaso eso explique bastante esa eventual cercanía ideológica. Además, por su formación religiosa en la Compañía de Jesús, es natural que el Papa nunca haya comulgado con ideas vinculadas al liberalismo económico o a la derecha política.
Esto último definió buena parte de su relación conceptual con Mauricio Macri, que asumió en 2015 cuando Bergoglio ya llevaba más de dos años como líder de la Iglesia mundial. Pocos recuerdan, sin embargo, que tenían una relación bastante cordial, correcta, cuando Macri era jefe de Gobierno porteño. Épocas en que tenían un antagonista común: los Kirchner.
Es más, cuando asumió en Roma Bergoglio pidió forzar el protocolo para que pudiera asistir el jefe del PRO, que en los hechos era el líder de la oposición local pero que había sido excluido de la delegación oficial del gobierno argentino. Con Macri sí habían tenido un desencuentro cuando éste gobernaba la CABA: fue porque el entonces alcalde no apeló un fallo de una jueza de la Ciudad en favor de la unión marital de dos personas del mismo sexo.
Ya con Macri presidente se vieron dos veces en forma oficial. Una de ellas pasó a la historia por la ostensible cara de disgusto del Papa. O acaso de incomodidad. Lo que le valdría acusaciones de que sólo simpatizaba con gestiones de cuño justicialista. De la otra trascendió el desparpajo inocente de la pequeña Antonia Macri, la hija del mandatario argentino con Juliana Awada.
Un gesto que llamó la atención del Papa con Mauricio Macri
Pero los cuatro años de gestión macrista estuvieron, en rigor, surcados por desconfianzas y acusaciones veladas en ambos sentidos: la Rosada diciendo que el Papa inflaba a los opositores que lo visitaban y los alentaba para endurecerse frente al gobierno; y los voceros oficiosos vaticanos en Argentina acusando a los principales asesores presidenciales de minimizar el rol de Bergolglio y, sobre todo, su prédica real en nuestro país. Además, en 2018 Macri dio luz verde -o no se opuso, digamos- para que se debatiera la cuestión del aborto en el Congreso, que finalmente no saldría en ese momento.
No obstante, Macri siempre mantuvo canales comunicantes a través de dirigentes de su espacio muy queridos por Francisco, como Esteban Bullrich, Gabriela Michetti o María Eugenia Vidal.
Cuando Alberto Fernández llegó al poder de la mano de Cristina fue innegable que se generó cierta expectativa en la Iglesia. Se trataba de uno de los pocos kirchneristas con los que había podido hablar civilizadamente en los años de tensión porque había sido jefe de gabinete de los dos presidentes Kirchner.
Un repaso por los primeros tiempos de la gestión de Alberto arroja que el Papa incluso intercedió ante la titular del FMI, Kristalina Georgieva, para pedir alguna indulgencia por el tema de la deuda con el organismo. Eso, y los rumores de que vendría al país, fueron decodificados como un gesto de cercanía propiciado por el propio Francisco ante un presidente que prometía la moderación.
Se ha discutido mucho sobre el pasado de simpatía peronista de Bergoglio
Pero pasó lo contrario. Alberto se radicalizó, se “cristinizó” para graficarlo mejor, en relación con la oposición política, la prensa y todo lo que fueran divergencias con su gestión en general. Y, sobre todo, se puso al frente de la legalización del aborto, que terminó en la actual Ley de interrupción voluntaria del embarazo. En el país del propio Papa. Eso fue en 2020, el año del Covid.
Francisco recibió a Alberto como presidente antes de la pandemia y antes de aquella ley que para él fue un mazazo. Nunca más lo recibió, a pesar de los pedidos oficiales y de que Fernández le pusiera su nombre al hijo recién llegado. Sí le obsequió una foto en la residencia de Santa Marta pero luego de haber dejado la Rosada y con Javier Milei ya como jefe de Estado.
Alberto F. lo visitó con Fabiola a Francisco. Otros tiempos
El libertario también fue un ejemplo de conversión. Pasó de la falta de respecto total en la campaña (“Comunista”, “el enviado del Maligno en la tierra”, “zurdo hijo de puta” y una ristra más de bajezas salieron de su boca) a la docilidad total en una reunión que mantuvieron en febrero del año pasado, con sonrisas mutuas incluidas para la foto de ocasión. Es más, al contrario de su tendencia explosiva frente a las críticas, Milei reaccionó en forma muy moderada cuando el Papa cuestionó la represión policial en la ya famosa marcha de jubilados y militantes opositores y ayer lo despidió con un posteo respetuoso y medido.
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