“Fuga de la muerte”: el poema icónico de Paul Celan sobre el terror
Edición Impresa | 25 de Mayo de 2025 | 04:04

“Leche negra del alba te bebemos al ocaso / al mediodía te bebemos te bebemos en la mañana en la noche / te bebemos y bebemos”. Así arranca “Fuga de la muerte”, el poema más célebre y desgarrador del escritor judío Paul Celan. Nacido en 1920 en Chernivtsi, una ciudad que pasaría de manos rumanas a soviéticas, y de allí al dominio nazi, Celan supo desde muy temprano que el lenguaje podía ser tanto una trinchera como una tumba.
Escrito entre 1944 y 1945, cuando Celan ya había sobrevivido a un campo de trabajos forzados y perdido a sus padres, el poema fue publicado por primera vez en rumano y, luego, en alemán, en la colección “Amapola y memoria”. Desde entonces, no dejó de repetirse en escuelas, homenajes y antologías. Con el correr de los años, y a pesar de las controversias que lo rodearon, se convirtió en una de las piezas literarias más representativas del Holocausto.
“Cavamos una fosa en el aire donde no yacerás confinada”, escribe Celan. La línea es una imagen atroz y poética a la vez: los muertos no tienen tierra, sólo aire. Una fosa suspendida, como la memoria misma, como la lengua que busca nombrar lo innombrable.
El poema está escrito con forma de fuga, un término musical que alude a una estructura polifónica, donde los motivos se repiten y varían. Pero Celan, en su versión rumana, elige llamarlo “Morirtango”, fundiendo la idea de fuga con una danza fatal. No es casual: los músicos judíos eran forzados a tocar tangos en los funerales de sus compañeros en los campos de exterminio. “Él grita: tocad más dulce la muerte / esta muerte es un amo y señor de Alemania”.
En ese vaivén entre el arte y el horror, Celan hace que la repetición funcione como un eco traumático. Una letanía que insiste, que no deja olvidar. Una música fúnebre: “Te bebemos de noche / te bebemos de madrugada al mediodía te bebemos en la tarde / te bebemos y bebemos”. La imagen de la “leche negra del alba” condensa la paradoja: un alimento materno teñido de muerte.
Pero no todo es símbolo. También hay nombres: “Margarita”, “Sulamit”. El pelo dorado de la alemana, el pelo ceniciento de la judía. Una tensión bíblica y racial, una dicotomía brutal entre el victimario y la víctima. “Un hombre habita la casa / juega con sus víboras y escribe / cuando oscurece escribe a Alemania tu dorado pelo Margarita”. El asesino no es un monstruo mítico. Es un hombre que escribe cartas, que tiene perro y escritorio. Esa normalidad es, quizás, lo más espeluznante. Pensadores expresaron que escribir poesía después de Auschwitz era un acto bárbaro. Celan respondió escribiéndola. No como gesto de belleza, sino como acto de memoria.
Una poesía que no ilustra, que no explica. Una poesía que suena. Celan no narra: compone. No argumenta: canta. Y su canto duele. Duele como sólo puede doler una música que supo ser real.
Editorial: Alción Editora
Páginas: 210
Precio: $42.500
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