Estimado lector, muchas gracias por su interés en nuestras notas. Hemos incorporado el registro con el objetivo de mejorar la información que le brindamos de acuerdo a sus intereses. Para más información haga clic aquí

Enviar Sugerencia
Conectarse a través de Whatsapp
Temas del día:
Buscar
La Ciudad |Homenaje a Pato C

Hoy es el Día del Disc Jockey argentino: aquellos que le pusieron "onda" a La Plata

Por qué cada 24 de julio la música recuerda a un pionero que hizo bailar a un país en tiempos difíciles. Y los que le dieron giros a los vinilos en la capital bonaerense

Sergio Pomares
spomares@eldia.com

24 de Julio de 2025 | 11:00

Escuchar esta nota

En épocas donde todo parecía más gris, cuando el país transitaba años oscuros entre crisis económicas, dictadura militar y heridas abiertas, hubo quienes, sin vestirse de héroes ni alzar pancartas, ofrecieron un bálsamo silencioso: música, luces y movimiento. Hoy, 24 de julio, se celebra el Día del Disc-Jockey argentino en homenaje a uno de esos alquimistas del sonido: Pato C, el legendario Jorge Hugo Manushakian.

Nacido el 25 de mayo de 1941, de raíces armenias y alma incansable, Pato C creció en una Argentina convulsionada. Su historia personal también estuvo marcada por el dolor. Huérfano desde niño tras la pérdida de sus padres en la travesía migrante hacia Buenos Aires, enfrentó la vida desde abajo. Fue apenas un chico cuando empezó a entender que la música podía cambiar los estados de ánimo, iluminar noches de techos de chapa en clubes de barrio, hacer olvidar, aunque sea por unas horas, lo que dolía.

A los 15 años ya estaba bailando rock and roll y rockabilly en pequeños boliches y salones, con un magnetismo que traspasaba consolas. Pato no era solo un DJ. Era un artista que entendía el pulso del público. Se adaptó, se transformó, y lo dio todo en cada cabina. Supo pasar del funky al rock, de la salsa a la música disco, de la electrónica al pop. Grabó más de 400 discos, trabajando con sellos como RCA, MH, Poligram, Epsa Music, y Almali. En las décadas del 70 y 80, su nombre estaba asociado a las noches más explosivas de Lanús, Bahía Blanca, Monte Hermoso y muchas ciudades más.

Era un tiempo donde el DJ no era una figura de redes sociales ni de festivales internacionales. Era el que llegaba temprano con vinilos bajo el brazo, enchufaba sus bandejas y se ponía a armar el clima. Todo en él era precisión, oído entrenado y pasión.

Y aunque el país y la tecnología cambiaron, Pato C siguió aferrado a su esencia. Los 90 lo encontraron desfasado frente al avance digital. Sin sponsors, sin recursos para adaptarse a los nuevos equipos, y con un circuito más competitivo, comenzó a despedirse de la masividad. Sin embargo, la llama nunca se apagó. A comienzos del nuevo milenio, ya entrado en años, volvió esporádicamente a las pistas, acompañado por jóvenes DJ que lo admiraban como un maestro.

Tuvo un solo hijo, a quien amó profundamente, aunque con quien el diálogo sobre la profesión fue duro: “Es que el ambiente es muy bravo: un DJ puede llegar muy alto, pero cuando cae, se terminó", dijo alguna vez. Era una sentencia nacida de la experiencia.

La caída fue silenciosa, como lo son muchas en este país. Entre 2001 y 2002, en medio de una crisis que también se llevó sueños, Pato sufrió problemas de salud y estuvo internado, olvidado y solo en una clínica. Pero fiel a su estilo, volvió a levantarse, aunque ya sin el brillo de antes. Los últimos años de su vida los vivió en el barrio de La Boca, lejos de las pistas, pero cerca del recuerdo de una época que lo tuvo como protagonista.

Falleció un 24 de julio de 2018, el mismo día que ahora lleva su nombre. Desde entonces, cada año los DJ argentinos lo homenajean como lo que fue: un pionero, un caballero, un laburante de la música. Y dio un pedido a aquellos que son solo computadoras: "Por lo menos un par de bandejas, que se mezcle un poco, hacer un poco de circo, el movimiento de los dedos…".

Los famosos DJ que tuvo La Plata

Asalto, cassette, botellita, apretar. Cheto, re copante, quemo, careta. Raros peinados nuevos, bandas y bandas que surgían y el poder ser más de tres en una esquina. Libertad, literalmente libertad en todo tipo de sentido promediando los 80'. Y poder cantar esas canciones prohibidas, todo gracias a aquel que pinchaba los discos. Banana, churro, groncho, bagarto. Llamar y esperar que del otro lado esté ese amor, y que no te atienda la madre o padre. El tocadiscos o Winco si tenías en tu casa, sino juntarte en lo de algún amigo. Las salidas al centro. Pero de noche, era ponerse la mejor pilcha y dar vueltas de un lugar a otro. Quizás te encontrabas a La Rubia del Centro en Sidharta, o al Lorenzo Lamas versión platense. O era así y ahí cómo y dónde se conocían tus viejos...

Hubo un tiempo en que La Plata no necesitaba megafestivales, luces LED ni DJs internacionales para vibrar hasta la madrugada. Bastaban dos bandejas, una buena colección de vinilos y un talento especial para leer el alma de la pista. En la ciudad universitaria por excelencia, entre clubes sociales, boliches y salones que se transformaban con una bola de espejos, hubo nombres que marcaron una era. Fueron los que pusieron música cuando la Argentina ardía o tambaleaba. Los que, como Pato C, creyeron que un buen beat podía curar.

Entre los años 80 y 90, La Plata vivió su propio boom disc-jockey. Jóvenes con oficio y pasión, casi siempre autodidactas, se convirtieron en referentes para miles de pibes y pibas que, sábado tras sábado, encontraban en la pista un espacio de libertad, alegría y desahogo.

Uno de los nombres más recordados es Gustavo Zurita, del mítico Musicomanía, que no solo revolucionó los clubes platenses, sino que sembró una cultura musical que todavía resuena. Zurita no solo mezclaba, contaba historias con sus selecciones. Era capaz de transformar un salón en una experiencia colectiva, donde el pop, el rock, el funk y lo emergente se fundían en una misma noche.

En la otra punta del dial, pero igual de icónico, Luis Zerillo fue pionero de las fiestas electrónicas en la ciudad. Su nombre está ligado a la primera noche platense donde la electrónica dejó de ser “música rara” y se convirtió en lenguaje generacional. Fue un adelantado, un visionario. Donde otros veían solo loops y sintetizadores, él escuchaba el futuro.

No se puede hablar de esa época sin nombrar al legendario Rubén “Flaco” Kavanagh, cuyo carisma era tan potente como su oído fino. O de “Cachito” Galeano, alma de infinidad de fiestas y clubes sociales, siempre con una sonrisa, siempre con el tema justo. Muchos todavía recuerdan su forma particular de bailar tras las bandejas, como si fuera uno más de la pista.

El “Gordo” Suárez, “Barato” Suárez, pusieron su sello en decenas de locales bailables de La Plata. Sus equipos, armados casi a pulmón, y su selección musical marcaron a generaciones enteras. La gente no iba solo al boliche: iba a escucharlos a ellos.

También está la historia de Gustavo Valdovinos, un clásico en las matinés y bailes populares. Hoy, su legado sigue vivo en su hijo Rodrigo, quien tomó las bandejas con el mismo amor y compromiso. Una historia de herencia, de esas que emocionan, de esas que muestran cómo la música puede pasar de generación en generación como si fuera un oficio sagrado.

Y cómo olvidar a “John John” y Pablo Balat, otros dos nombres imprescindibles en el mapa nocturno de La Plata. Con estilos distintos pero la misma entrega, supieron ganarse su lugar entre los grandes. John John, con su impronta internacional; Balat, con una versatilidad que lo llevó de fiestas privadas a eventos multitudinarios sin perder su esencia.

Aquellos DJs no buscaban likes ni seguidores. Buscaban hacer bailar. Leían el clima, se adaptaban, arriesgaban. Cuando no existía Shazam, ni internet para bajar una canción en segundos, ellos sabían exactamente qué poner. Y lo hacían desde el corazón. Su fama no se medía en cifras, sino en pistas llenas, en chicos abrazándose, en parejas que se formaban al ritmo de una canción.

Fueron años intensos, donde la Ciudad era otra, pero también la misma. Una ciudad que se entregaba a la noche con entusiasmo. Una juventud que encontraba en el boliche o en el club social una pequeña victoria frente a las inclemencias del país.

Hoy, en el Día del DJ Argentino, sus nombres vuelven a sonar. No en la radio ni en Spotify, sino en la memoria colectiva de quienes los vivieron. Fueron más que DJs: fueron parte de la banda sonora emocional de una ciudad entera.

Ellos supieron lo que Pato C alguna vez dijo con melancolía: “Un DJ puede llegar muy alto, pero cuando cae, se terminó”. Pero también supieron que, si el recuerdo queda, si el baile sigue, nunca se terminan del todo.

Hoy, más que nunca, el vinilo gira por él.

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE a esta promo especial
+ Comentarios

Para comentar suscribite haciendo click aquí

ESTA NOTA ES EXCLUSIVA PARA SUSCRIPTORES

HA ALCANZADO EL LIMITE DE NOTAS GRATUITAS

Para disfrutar este artículo, análisis y más,
por favor, suscríbase a uno de nuestros planes digitales

¿Ya tiene suscripción? Ingresar

Full Promocional mensual

$670/mes

*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $6280

Acceso ilimitado a www.eldia.com

Acceso a la versión PDF

Beneficios Club El Día

Suscribirme

Básico Promocional mensual

$515/mes

*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $4065

Acceso ilimitado a www.eldia.com

Suscribirme
Ver todos los planes Ir al Inicio
cargando...
Básico Promocional mensual
Acceso ilimitado a www.eldia.com
$515.-

POR MES*

*Costo por 3 meses. Luego $4065.-/mes
Mustang Cloud - CMS para portales de noticias

Para ver nuestro sitio correctamente gire la pantalla