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ELDIA |INFORMACION GENERAL

El odontólogo goleador, protagonista de una historia singular de pasión futbolera

Se retiró hace dos años y sigue siendo el máximo goleador de Villa San Carlos. Como futbolista estuvo en los cinco títulos que tiene el club de Berisso y le sumó uno universitario: es Odontólogo. Tiene una especialización en Ortodoncia y hasta un grupo de hinchas del Celeste creó la primera filial que lleva su nombre. ¿Qué es de la vida de Leandro Martini y los creadores de la agrupación villera?

26 de Enero de 2013 | 00:00
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PARTIDO DESPEDIDA DE LEANDRO MARTINI DE VILLA SAN CARLOS
PARTIDO DESPEDIDA DE LEANDRO MARTINI DE VILLA SAN CARLOS

Por LEANDRO SAVORETTI

Clic para ampliarSi a usted se le preguntara qué tienen que ver un torno con una media chilena; una extracción de muela con un gol olímpico o un consultorio esterilizado con una cancha en la cual el verde césped a duras penas ha crecido, seguramente no imaginaría que sí hay algo en común. Quizás, si imaginamos una boca bien abierta y la asemejamos con un grito de gol estemos más cerca de respondernos a esa pregunta.

Es viernes. Son las siete de la tarde y Leandro Martini acaba de atender al último paciente de la jornada. Se acomoda en el sillón del consultorio de Plaza España y saca el celular para mandar un mensaje: esta noche se junta a comer un asado con sus ex compañeros de Villa San Carlos.

Fue capitán y jugaba con la diez, como Bochini en Independiente. A pesar de ser el goleador histórico del club, tiene menos goles que pacientes. Y sus horas en las canchas de fútbol como jugador son incontables como las horas de estudio. Las dos dieron buenos frutos: es un reconocido odontólogo de la Ciudad y el ídolo máximo de los villeros.

DE APUNTES Y GOLES

¿Quién sospecharía que si a un jugador de fútbol se le pregunta por su profesión respondería “odontólogo” o mejor aún, si a un odontólogo se lo interrogara sobre su carrera respondiera “más de 90 goles con el Celeste”?

La historia se inicia como corresponde en una cancha. A Leandro desde chico le gustó jugar al fútbol. Comenzó en Fomento de Los Hornos. Una tarde, participaron en un torneo que se organizó en el predio de lo que hoy es el Estadio Único. En aquella jornada “Lea”, por su entrega dentro de la cancha, llamó la atención de unos dirigentes del club berissense quienes lo tentaron para que vaya a entrenar con ellos.

Al principio dudó. El Club le quedaba a contramano: tenía que tomarse dos micros; entre ida y vuelta se demoraba más de dos horas, cuatro veces a la semana. Un amigo lo animó y fueron juntos. Después de estar entrenando unos meses con la tercera, el técnico Jorge Valdez lo convocó para la primera.

El sábado 21 de septiembre de 1991 amaneció gris, con lluvia. La incipiente primavera no se dejaba ver. Se jugaba la fecha 15 del torneo de Primera D. Leandro tenía 17 años. La Villa caía en casa contra Defensores Unidos de Zárate y “el Principito”- como lo bautizaron en el club- entraba a los 10 minutos del segundo tiempo. La Villa terminó perdiendo. Para Leandro aquella tarde no pudo ser épica. Cómo imaginar aquél día gris, que veinte años después, se convertiría en uno de los máximos ídolos Celeste.

La historia continúa desde el aula. Cuando terminó de cursar el bachillerato en el Colegio Nacional no dudó en anotarse en una carrera universitaria. Su padre, Roberto Martini -reconocido odontólogo platense- no quería entorpecer en la elección del hijo y le aconsejó que se hiciera un test vocacional. Leandro fue sólo a una clase: ya sabía que su vocación era ser odontólogo.

Su carrera universitaria la interrumpió una vez. Corría el año 1996 y un empresario lo tentó para ir a probarse a Italia. Lo llevó al club Fano Calcio de la tercera división donde no se aceptan jugadores extranjeros. Ese fue el único momento en el cual Leandro sintió que el fútbol podía darle un rédito económico. Estuvo un mes y medio y pasó la prueba. Volvió a Argentina para hacer la doble ciudadanía. No pudo conseguir todos los papeles y aquella ilusión se frustró.

Leandro no puede quedarse quieto. “Me considero un afortunado porque tuve la suerte de que mis viejos me bancaron siempre”, dice mientras camina de un lado hacia el otro. Y recuerda los años en que podía ir a entrenar por las mañanas y cursar por las tardes sin tener la necesidad de trabajar.

“Lo que hago en mi vida es por una simple la razón: la pasión” dice Martini, que sin vacilar retomó los estudios y a los 24 años se recibió. Ese sería su primer título. Pero no el único. Leandro fue parte de los planteles campeones de 1992/93 en Primera D, el Apertura de 2000 y 2001, éste último les permitió ascender a la C. Y en la temporada 2008/09 se dio el gran gusto de dar la vuelta olímpica en cancha de Gimnasia empatando y dándole la vuelta olímpica a su archirrival, Defensores de Cambaceres.

“Para nosotros Leandro es el referente más grande que tiene el club, se lo merece” dice Germán Alvarenga

Trabajó ad honorem en un consultorio del Hospital Público de Berisso. Paralelamente a los goles y la entrega dentro de la cancha, en la Facultad de Odontología fue ayudante en la cátedra de Cirugía y continuó con sus estudios: cuatro años más de dedicación lo llevaron a especializarse en ortodoncia. Luego vino la familia. Se casó con Mariana Belmonte, su novia de toda la vida, y un 21 de septiembre nació su primera hija: en honor a los colores de su amado club, no dudaron en llamarla María Celeste.

GERMAN Y LA HISTORIA DE LA FILIAL

La historia ahora se traslada a una casa en Villa Elvira. Germán acaba de regresar de un mini paseo por Chascomús junto a su novia y el hijo de ella. Trabaja como auxiliar en el Colegio La Legión. Es domingo. Hace calor. Está en cuero. Germán cuenta que siempre le gustó el futbol. Fanático del Ascenso eligió a la Villa por los colores. “Ahí están en juego los colores del barrio: a mí me tiró el celeste y blanco” cuenta Germán que tiene tatuado el escudo de la Villa en el hombro derecho.

La idea de la filial la ideó junto Ángel Banegas y un puñado de hinchas más. ¿Por qué a la primera filial villera le pusieron el nombre de Leandro Martini? “Para nosotros Leandro es el referente más grande que tiene el club, se lo merece” dice Germán Alvarenga y ceba un mate. “Se más de él que de mi novia.”- se ríe el vicepresidente de la “Filial Leandro Martini La Plata”.

El bautismo fue el 20 de junio de 2008. En la casa que Germán habitaba en Tolosa se juntaron los fundadores junto a Leandro Martini. Esa noche, se leyó el acta fundacional y se hizo un brindis. El ídolo estaba feliz. Y ellos, emocionados hasta las lágrimas.

Cuando empezaron la cuota era de 5 pesos. Ahora tienen 30 socios y tuvieron que subir la colaboración al doble porque no alcanzaba. “La idea es siempre ayudar: tratamos de estar atentos nosotros para ver qué le hace falta al club” cuenta Germán. Llegan a juntar unos 300 pesos al mes. Ellos van de a poco. Se ponen pequeñas metas y las cumplen: a la biblioteca del club le hacían falta libros. Armaron una colecta. Se repartieron por barrios: le pidieron a amigos, vecinos, y así consiguieron juntar 296.

Hace unos meses juntaron peso por peso y donaron una computadora completa para la biblioteca del club. “Ahora paramos la oreja y escuchamos que en la parte de Taekwon-do necesitan hacer el piso de goma”- dice y lo proyecta como meta para este año. Se toma el último mate y va a buscar el frasco de la yerba. Comienza la segunda ronda.

“QUE DE LA MANO…”

De Villa Elvira nos vamos para Gonnet. Son las 12.30 y a Leandro se le hace tarde. Tiene que dejar en una mueblería la muestra del forro que eligieron con su mujer para los sillones del living. El ex volante, de exquisita pegada, se sigue moviendo como si estuviese dentro de la cancha. Pero ahora, ese ida y vuelta pasa por otro lado: la familia, el consultorio y el buzo de entrenador.

A Leandro le duró poco tiempo estar alejado del césped. Había hecho el curso de técnico y a principio de 2012 Ariel Pereyra, que en ese entonces era coordinador del fútbol juvenil del Lobo, lo convocó para que se hiciera cargo de la Cuarta División. En su primera experiencia como entrenador el equipo se consagró campeón faltando dos fechas.

“Es una edad dura; los chicos están a un paso de dar el salto a primera. Y suelen enfocarse más en lo individual que en lo colectivo”, dice Leandro. “Y primero hay que generar un trabajo en equipo”. Tripero, como el Viejo Griguol, quien aún es recordado por fomentar en sus jugadores horas de estudio para su formación personal.

Después de la vuelta olímpica, los festejos siguieron en el vestuario; Leandro se hizo a un costado. Entre bombos y platillos los chicos empezaron a cantar: “que de la mano de Lea Martini todos la vuelta vamos a dar…” Y lo sumaron a la fiesta. Esta semana se reincorporó a los entrenamientos: el equipo se prepara para afrontar esta segunda temporada.

UNA SONRISA QUE CORTABA LA CARA

Aquí, allá, y en todas partes. Martini debutó como futbolista en el 91 y se retiró oficialmente el 11 de diciembre de 2010. Una semana después, los chicos de la filial -junto a la “Agrupación 18 de Mayo “y la “Agrupación Vamos con La Villa”- organizaron un encuentro amistoso para que el “Príncipe” se despidiera de su gente: el pueblo villero, sus amigos, compañeros y familiares estuvieron allí.

“Con lo recaudado pudimos comprar pecheras, pelotas y conos que le fueron entregadas al fútbol juvenil.” -cuenta Germán y remarca que “Lea, siempre que puede les da una mano”. Para esa ocasión además de lo que se había recaudado, Martini pasó a buscar la mercadería por la casa de deportes y de su bolsillo reforzó el pedido.

Cuando todavía podía asistir el público visitante a los partidos de la Primera C a Villa San Carlos le tocaba una parada difícil: jugar en La Matanza contra el Club Deportivo Laferrere. Era el 8 de diciembre de 2008. Germán, con otros hinchas que vivían en La Plata se juntaban en 60 y 122 a esperar al micro que venía con la banda desde Berisso.

Aquella tarde pasaban los minutos y nada. Cuando pudieron comunicarse con la gente en Berisso, les avisaron que el micro había tenido un desperfecto y no podía salir. Ellos no se quedaron de brazos cruzados: consiguieron alquilar un par de rastrojeras con cúpula y allí se subieron veinticinco fanáticos de la Villa.

Rumbo al Conurbano, llegaron a la cancha instantes antes de que finalizara el primer tiempo. El marcador no se había movido. Las alegrías para los celestes llegarían en el segundo tiempo. Leandro Martini se despachó con dos golazos de tiro libre: perfectos, al ángulo. El partido terminó en goleada. 3-0. Lea fue el primero en levantar las manos y agradecer a esos veinticinco hinchas. “Nosotros nos fuimos con una sonrisa que nos cortaba la cara.” - recuerda Germán y ceba el último mate.

A fines de 2012, Germán terminó de recopilar toda la información que tenía sobre Villa San Carlos. Pero algo le faltaba antes de subirla al Facebook. Desde hacía tiempo tenía la idea de hacer un escudo que sea el fiel representante de la filial. Papel y lápiz en mano dibujó un círculo; arriba le puso el nombre, el medio lo pintó de celeste y le hizo una banda blanca que lo cruza. ¿Y el escudo? Germán no lo dudó: una muela sonriendo.

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