No quiso entregarles los documentos y lo balean

TRAS RECIBIR EL IMPACTO, MIGUEL ANGEL ESQUIVEL CORRIÓ PIDIENDO AYUDA. “CREÍ QUE ME IBA”, DIJO AYER DESDE LA CAMA DEL HOSPITAL SAN MARTÍN DONDE QUEDÓ INTERNADO, DESPUÉS DE QUE LO OPERARON

No es fácil atravesar las noches calurosas de enero en la Ciudad para quienes no tienen medios para refrescarse. La manera que encontró Miguel Angel Esquivel (26), un vecino de barrio Hipódromo, fue haber ido junto con cinco amigos a tomar algo a Plaza Malvinas. Mientras charlaban, los sorprendieron cuatro ladrones que, además de robarles, le pegaron un tiro a uno de ellos.

Los seis jóvenes, entre los que había dos chicas, tienen entre 24 y 27 años. Todos habían visto primero a dos adolescentes que pasaron en moto por 50, de 19 a 20. Pero aunque notaron que no llevaban patente ni luces en el vehículo, les restaron importancia.

“Un minuto después volvieron a pasar de nuevo, pero ya eran cuatro en dos motos. Se subieron a la plaza y se encapucharon. Ahí me di cuenta de que nos iban a robar”, aseguró Esquivel, todavía dolorido en la cama que ocupa en el hospital San Martín.

Lo que a los ladrones les interesaba desde un principio era robarse la moto de uno de los jóvenes. “Nos pedían la llave pero después también querían que les diéramos la plata y los celulares”, siguió la víctima.

Aunque había previsto que los cuatro menores que los acorralaron eran ladrones, Miguel Angel reconoció: “No pensé que tuvieran un arma de verdad”.

“ME TIRARON A QUEMARROPA”

Su pronóstico era erróneo. Cuando el muchacho les dijo a los asaltantes que no tenía celular ni plata, y que no estaba dispuesto a darles sus documentos, uno de los agresores apuntó el caño del arma para arriba y en dirección a Esquivel.

El delincuente apretó el gatillo, disparándole “a quemarropa”, según dijo la víctima. La bala entró directo en su abdomen.

El grupo de delincuentes se había salido con la suya, porque estaba listo para huir con los teléfonos, el dinero y las otras pertenencias de valor del resto de los chicos.

A la confusión y los nervios se le sumó la decepción. Separado de su grupo, empezó “a correr y terminé por caerme en la fuente de la plaza. Le pedí ayuda a un taxista que se asustó y se fue. Cuando intenté parar a la gente que pasaba en auto, me pasó lo mismo. Solamente me ayudó la Policía y los de la patrulla municipal”, subrayó el joven.

Los agentes se quedaron al lado del muchacho intentando calmarlo hasta que llegó la ambulancia y lo llevó a la guardia del Policlínico. Si bien lo operaron, fuentes del caso indicaron que no le sacaron la bala.

Para Miguel Angel, empleado en un comercio y estudiante de primer año de Licenciatura en Turismo de la UNLP, lo de anoche fue una pesadilla que espera olvidar pronto: “Solamente quiero salir de acá y no tener secuelas”, sostuvo.

Este fue el primer asalto que sufrió y para él estuvo cerca de ser el último: “creí que me iba”, admitió.