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Su valía internacional y el amor por la ciudad de La Plata. La relevancia de la educación. En la escuela primaria y pública de su barrio, El Mondongo, aprendió la importancia del esfuerzo y del mérito personal, valores que lo acompañaron por siempre
El platense hasta la médula René Favaloro (1923-2000) fue un cardiocirujano y educador, reconocido mundialmente por haber desarrollado el bypass coronario con empleo de la vena safena magna. Sin embargo, su condición de humanista, de amante de la historia, de emocionado admirador de las cualidades de San Martín y Belgrano, de interesado en la vida social y política del país, así como de su permanente voluntad por sanar y rescatar del olvido social a los más humildes, lo convirtieron en una figura eminente de la Argentina.
Se formó en la escuela primaria y pública de su barrio, El Mondongo, en la que aprendió la importancia del esfuerzo y del mérito personal -“allí crecimos todos entremezclados, sin acordarnos de nuestros orígenes o diferencias y sin preocuparnos si el abanderado era un niño judío, pues sólo pensábamos que lo merecía por ser el mejor y nos sentíamos orgullosos de custodiarlo”- consolidó su cultura con los mejores profesores que encontró en el Colegio Nacional y estudió medicina con grandes catedráticos en la Universidad Nacional de La Plata, donde se doctoró con una tesis sobre el íleo.
Favaloro, junto al presidente Raúl Alfonsín
Una vez recibido, previo paso por el Hospital Policlínico, se mudó al pueblo pampeano de Jacinto Arauz para reemplazar por un tiempo al médico local, que tenía problemas de salud. Allí estudió bibliografía médica actualizada y empezó a tener interés en la cirugía torácica. A fines de la década de 1960, en la clínica de Cleveland, de Ohio, comenzó a estudiar una técnica para utilizar la vena safena en la cirugía coronaria.
En 1971, regresó a la Argentina a operar al sanatorio privado Güemes, de la mano de su amigo el cardiólogo intervencionista doctor Luis de la Fuente, quien se lo propuso y lo convenció. A principios de la década de 1970 fundó su fundación homónima, a instancias del doctor De la Fuente.
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Fue miembro de la CoNaDeP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), condujo programas de televisión dedicados a la medicina y escribió libros. Durante la crisis de 2000, el PAMI contrajo una importante deuda con su fundación, lo que produjo en él una fuerte depresión. El 29 de julio de 2000, después de escribirle una carta al entonces presidente De la Rúa criticando el sistema de salud y su corrupción, se quitó la vida de un disparo al corazón.
En los días en que se celebró el Centenario de La Plata, Favaloro agradeció a la Ciudad “haber pasado mi niñez en baldíos interminables, rodeados de casuarinas y paraísos, y en sus calles de tierra que recorríamos a diario al ir a la escuela entre zanjas llenas de renacuajos, ranas y sapos. A esa escuela orillera, heredada de la ley 1.420, emplazada en pleno barrio El Mondongo con mayoría de chicos pobres, muy pobres y maestras ejemplares que a veces, hasta con rigor, corregían nuestros defectos”.
Si alguien se tomara el trabajo de releer con lentitud cada uno de los conceptos de este párrafo, verá con claridad que Favaloro fue -indudablemente, antes que un médico reconocido en el mundo-, el mejor modelo humanístico de la enseñanza pública en la Argentina.
Favaloro siempre le agradeció a La Plata por la infancia que tuvo y la educación que recibió
Recuerda que asistió a esa escuela orillera, heredera del impulso de Sarmiento, con mayoría de chicos pobres pero indiferenciados, indistintos, igualados por el guardapolvo obligatorio. En ese escenario profundamente democrático y educativo, sigue diciendo, “crecimos todos entremezclados, sin acordarnos de nuestros orígenes o diferencias y sin preocuparnos si el abanderado era un niño judío”, añade Favaloro. Y remata su añoranza sobre aquel abanderado al que los demás protegían “pues sólo pensábamos que lo merecía por ser el mejor y nos sentíamos orgullosos de custodiarlo”.
Cada vez que hablaba de José de San Martín, y lo hacía muchas veces, los ojos de Favaloro se humedecían por la emoción: “Recordemos siempre el renunciamiento de San Martín. Tengámoslo presente, pues en algún momento de la vida, grande o pequeño, según sea nuestra responsabilidad individual o social, tendremos que hacerlo y, como el Libertador, hagámoslo en silencio”.
Le agradeció a La Plata “por brindarme el Colegio Nacional”, por haber tenido a su alcance la Biblioteca de la Universidad, por haber transitado la Facultad de Medicina: “En sus galpones y aulas humildes nos formamos con profesores que, además de entregarnos los conocimientos específicos, nos hicieron comprender que sin esfuerzo y una dedicación sin límite, nada se consigue”.
“Sin esfuerzo y dedicación sin límite, nada se consigue”, dijo este médico sencillo, hijo de un carpintero, que ni bien recibido -mucho antes de convertirse en un cirujano de fama mundial- quiso aprender el ejercicio de la medicina en el más humilde pueblo del campo argentino. Nada más que en su alma, siempre ávida de conocimientos, llevaba impreso el sello de la libertad.
La Fundación Favaloro publicó una serie de testimonios del cardiocirujano, demostrativos de la importancia que le concedía al conocimiento y a los valores educativos de cada persona. Aquí van algunas de esas frases.
- “Siempre he creído que toda realidad futura se eleva sobre cimientos de ideales y utopías. Sin duda, soñar es tarea fecunda. Dejaría de existir si no tuviera por delante desafíos que involucren por sobre todas las cosas, contribuir dentro y fuera de mi profesión al desarrollo ético del hombre”. (Conferencia “Ciencia Educación y Desarrollo”, Universidad de Tel Aviv, mayo de 1995).
- “Debe entenderse que todos somos educadores. Cada acto de nuestra vida cotidiana tiene implicancias, a veces significativas. Procuremos entonces enseñar con el ejemplo”. (Conferencia “Ciencia Educación y Desarrollo”, Universidad de Tel Aviv, mayo de 1995).
- “Todos somos culpables, pero si hubiera que repartir responsabilidades las mayores caerían sobre las clases dirigentes. ¡Si resurgiera San Martín caparía a lo paisano a varias generaciones de mandantes!” (De “Recuerdos de un médico rural”).
- “¿Escucharemos alguna vez los mensajes que nos legaron con sus vidas y sus libros Sarmiento, Hernández, Hudson, Mallea, Martínez Estrada, Agustín Álvarez, Luis Franco, Julio Irazusta, Henríquez Ureña (por no citar sino algunos pocos) o seguiremos siendo testigos de la decadencia de la sociedad de consumo?” (De “Recuerdos de un médico rural”).
- “En cada acto médico debe estar presente el respeto por el paciente y los conceptos éticos y morales; entonces la ciencia y la conciencia estarán siempre del mismo lado, del lado de la humanidad” (Congreso de Bioingeniería 1999).
- “Es necesario insistir una vez más que si no estamos dispuestos a comprometernos -principalmente los universitarios- a luchar pos los cambios estructurales que nuestro país y toda Latinoamérica demanda -principalmente en educación y salud- seguiremos siendo testigos de esta sociedad injusta donde parece que el tener y el poder son las aspiraciones máximas”. (De “Recuerdos de un médico rural”).
- “Estoy convencido de que la única manera de rescatar y preservar a los hijos de la villa miseria es con escuelas hogares. ¿Qué podemos esperar de semejante promiscuidad que engendra el alcoholismo, el abuso sexual y el incesto, el robo, la riña y el asesinato? De ahí saldrán los resentidos sociales y el caldo de cultivo para doctrinas foráneas tan perjudiciales”. (De “Recuerdos de un médico rural”).
El legado de Favaloro adquirió una enorme relevancia
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René Favaloro siempre destacó el valor de la educación pública y la igualdad de oportunidades que ésta brinda. Desde allí, llegó a ser una eminencia de la medicina
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