6 de Febrero de 2005 | 00:00
POR AMILCAR MORETTI
Una película de samurais con toques de western, musical y comedia loca. En "Zatoichi", Takeshi Kitano juega con los géneros cinematográficos y desde Japón reitera cierta melancolía filtrada a través de la hibridez de la mezcla, resultado de la vacilación, el vacío y el temor en la cultura.
Kitano en "Zatoichi" toma los géneros cinematográficos y juega con
ellos, parodia cualquier solemnidad pero sin la irrespetuosidad
cínica del ignorante. Se trata de un operativo artístico (metalenguaje,
autorreferencialidad, según se quiera) transitado en las últimas
décadas, indicador -según aprecio- tanto de agotamiento como de
prueba, preparación y espera de nuevas estrategias estéticas aún
imprecisas. ¿Frivolidad? ¿Insustancialidad? Puede ser. En cualquier
caso requiere cultura fina y veteranía en las habilidades artísticas.
Puede también que no se diga nada nuevo, pero hay que saber jugar.
El humor es central, tanto como el refinamiento. En "Zatoichi" Kitano
no reverencia ni rinde homenaje a géneros centrales (algunos hoy
un poco olvidados), sino que burla con simpatía y pide el consentimiento
del espectador para disfrutar con él mientras juega a hacer un musical,
un western, una comedia loca, un melodrama o una de samurais (guerreros
del Japón feudal que han inspirado géneros de ficción muy populares
en ese país). Kitano no usa la ironía sino el humor, una de las
constantes de su estilo. Es un humor ingenuo pero efectivo porque
no es zonzo, y porque aparece de manera imprevista y, entre otros
resultados, da descanso al espectador y fija cada tanto distancia
con él. Kitano puede estar inmerso en el relato de algo muy serio,
incluso trágico (este último no es el caso de "Zatoichi"), y de
pronto hace un chiste, intercala un "gag", que es una broma visual,
física. Un ejemplo de "Zatoichi": el loco que corre alrededor de
la casa en la creencia de que es un samurai y el troncazo en la
cabeza con que lo desmaya el personaje interpretado por Kitano.
Otro, mejor aún: los tres campesinos que bajo la lluvia hacen zapateo
americano en el arrozal y terminan por caerse uno sobre otro y todos
juntos sobre un cuarto, que continuaba con su trabajo de espaldas
a ellos. Remite a Los Tres Chiflados. Y está bien. Es ingenuo pero
no estúpido. Produce una gracia instintiva, visceral, primitiva.
A la vez, como dije, pone distancia. ¿Es esto intrascendente? Bien,
si así lo fuera, ¿cuál es hoy el humor trascendente? ¿El de Jim
Carrey? Más aún, frente a ese chiste sano y subversivo de Kitano,
¿cuál es el cine trascendente y serio hoy? ¿El de los Oscar? Kitano
hace un cine serio, con algunas bromas, guiños o burlas a su propia
seriedad. Punto.
"Zatoichi" es una película de samurais, en broma, claro, con un Kitano teñido de rubio y que ciego (¿un samurai ciego?) maneja el sable como ninguno. Se sabe que esas historias de guerreros tienen puntos de contacto con el western, las películas de cowboys o vaqueros, en extinción desde hace tres décadas. En lo personal me recordó "Shane, el desconocido" (1953), con Alan Ladd como el visitante-exiliado-prófugo de su pasado que llega un buen día y acaba con Jack Palance, el matador contratado por los malos, y restablece el orden transgredido por esos malos, que son, claro, los que tienen el poder. Reconozco que puede ser "Shane" como algún otro gran western de la historia del cine. Al lado de esto Kitano pone el musical, otro género que los norteamericanos han fundado y practicado mejor que nadie. El número final, con todos los personajes, vivos o muertos en el curso del relato, es divertido y contagioso. Aunque menos accesible que la diversión boba, peligrosa y masificadora que llena hoy los medios, es bueno dejarse contagiar por esa diversión inteligente: ayuda a clarificar y pensar mejor, después. Además del musical y el western, "Zatoichi" tiene, como dije, intercalados de comedia loca o delirante, de película cómica muda, en especial Buster Keaton o bien -ya en el período sonoro- Moe, Curly y Larry (y Shemp, otro de Los tres Chiflados).
Bien, ahora las advertencias y los reparos. ¿Que "Zatoichi" no es lo mejor de Kitano? Casi seguro. Son mejores "Flores de fuego", "Sonatina" o "Escenas frente al mar". Faltaría "Dolls", su película anterior, de estreno a esta altura improbable (circula copia en DVD). ¿Que "Zatoichi" no es una gran película? Es cierto, pero es una película interesante. Y además, ¿cuántas grandes películas se estrenan por año? Muy pero muy pocas, a veces ninguna. Y hasta pueda ser que aquella película "pequeña" no advertida ahora dentro de unas décadas sea reconsiderada como una buena o gran obra. En cualquier caso, "Zatoichi" tiene de nuevo eso que (me) parece lo mejor y más específico de Kitano. Me refiero a la melancolía. El cine de Kitano tiene una melancolía cuya singularidad parece poder provenir sólo de Japón. Entiendo que la cultura del Japón hace agua, occidentalizada como está. El en una época famoso "milagro japonés", entre la recuperación económica y la revolución de la microelectrónica, tiene el altísimo y psicotizante costo de la hibridez a cuenta de la pérdida de identidad. Por allí hay que rastrear la melancolía terminal de Kitano. Como un aviso, o tal vez simple registro. El final de "Zatoichi" a todo baile y música percusiva dice algo así como esto: "¡A bailar y zapatear tap a la norteamericana, aunque con kimono, y hagámoslo como locos porque esto va para largo y tal vez sea imposible de parar!".
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