Taruchas del Naranjo

Las ramas de los sauces se van entrelazando y el sol desdibuja sus rayos en un mar de hojas que nos permiten "pescar bajo techo" a medida que el arroyo se va angostando. A esas alturas, las aguas del curso ciego han dejado de correr y lucen quietas e intrigantes. Bajo las ramas caídas sobre las costas de barrancas socavadas por la corriente, las tarariras más grandes del Delta aguardan pacientes el paso de sus presas. Y allí fuimos a buscarlas.

Junto a los amigos Marcelo Husein López y Roberto Gil, salimos en un cómodo trucker desde Dique Luján, tomando por el Canal Arias; cruzamos el Paraná de las Palmas y tomamos por el Canal La Serna, luego Canal 4, viramos en el Paraná Miní río abajo hasta el Arana, desde allí hasta el Barca Grande. Luego tomamos el Naranjo, donde hicimos los primeros intentos. Y más tarde fuimos hasta el Guazú y de ahí río abajo hasta el arroyo ciego, donde hicimos la pesca.

Ibamos munidos de morenas vivas y anguilas, carnadas sumamente rendidoras. También, por las dudas, llevamos filet de sábalo, más por miedo a quedarnos sin carnada que otra cosa.

NAVEGACION

La sola navegación constituye una aventura aparte. El Delta, en la tercera sección, deja de ser tan transitado y el silencio se apodera de los cursos lénticos como los arroyos visitados. Fuimos remontando los mismos hasta los tapones de camalotes que nos impidieran avanzar, probando en cada boca de desagüe.

Los tiros, a fondo durante la mañana y sumando boyas plop por la tarde, se hacían bien pegados a las barrancas, donde la profundidad oscila entre 0,90 a 1,20 metros. Allí, la clave era "ponerle la carnada en la boca" a la tararira, esperando respuestas.

PIQUES SUTILES

Los piques se evidenciaron de manera sutil: toquecitos leves, llevadas tímidas y finalmente el arrastre inconfundible de la gran tararira. Perdimos varias por no clavar con suficiente energía. Además se nos perdió una boya plop al primer tiro dado que el nylon 0,26 del reel resultó insuficiente para el embate de una grande.

Así las cosas, ya con multifilamento y nylon 40 en nuestros reeles de baitcasting, empezamos a cobrar las primeras. La cosa estuvo repartida, logrando tres o cuatro por cabeza y errando idéntica cantidad de piques. Eso sí, los portes son asombrosos: algunas llegan a los 3,5 kilos. Y de noche, mosquitos mediante, salen mejores.

Es una pesca fascinante donde la combinación de morenas o trozos de anguilas sangrantes, con zoquetes de sábalo de remate, fue la carnada ideal. Hay que ir con un guía bien baqueano y conocedor.

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