El último gran estadista argentino

Por ANGEL P. MAIZTEGUI (*)

Se cumplen este 1° de mayo 50 años de la asunción de la Presidencia de la República por este preclaro ciudadano que con gran humildad, pero con una constante militancia política, se había preparado durante toda su vida para ser presidente de los argentinos.
El mundo en el que le tocó gobernar nuestra nación entre 1958 y 1962 estaba signado por la bipolaridad y el equilibrio militar


Profundo conocedor de la Historia y de la política, muy joven abogado, Arturo Frondizi mantuvo viva siempre su profunda sensibilidad humanística y su preocupación por las necesidades del Hombre concreto. Su pasión social y su vocación por el servicio al otro lo arrastraron a la militancia desde los años 30, incorporándose a la Cámara de Diputados de la Nación desde los 40.

Opositor claro y duro, su formación y su inteligencia le permitieron siempre tener clara la diferencia entre los medios y los fines y así poder distinguir todo lo que fuera beneficioso para el interés nacional de lo adjetivo y superficial, defendiendo con fervor y consecuencia las libertades públicas e individuales.

El mundo en el que le tocó gobernar nuestra nación entre 1958 y 1962 estaba signado por la bipolaridad y el equilibrio militar, lo que imposibilitaba una guerra y forzaba al entendimiento; y ésta era la condición que hacía posible una política nacional independiente.

La nación que gobernaría Frondizi venía del derrocamiento, por un golpe cívico militar, del conductor de los sectores obreros que había viabilizado su incorporación a los niveles de decisión de las cuestiones nacionales; lugar que no abandonarían más; del hombre que condujo una importante redistribución del ingreso nacional a favor de los sectores sociales más necesitados, creando trabajo y capacitación para el crecimiento de la industria liviana.

Sin embargo, el conflicto mundial irresuelto era el subdesarrollo. Y Frondizi concentró el entusiasmo, el compromiso y la participación de tres generaciones simultáneamente. Fue el ciudadano del que André Malraux diría: "este hombre podría gobernar cualquier país de Europa" y "un adelantado a su tiempo" al decir de tantos argentinos.

Su norte fue el interés nacional. Su estrategia, el desarrollo nacional, simultáneo en todos los ámbitos del quehacer nacional, aplicando estudiada y cuidadosamente las prioridades dentro de un proyecto de ejecución que atendía todas las necesidades de una nación que en ese momento era cabeza en América latina y faro avizor observado desde todo el mundo.

Frondizi fue derrocado por otro golpe de Estado -después de soportar 36 intentos en 46 meses de gobierno-, ejecutado por la ceguera, la incomprensión y los intereses que enfrentó con valentía y habilidad.

Así fue el último estadista de nuestra historia: hijo de obreros que supieron crecer, entero, generoso, sacrificado, tan buen esposo como hermano, padre y abuelo, honrado, humilde, claro y tenaz conductor incansable de la causa nacional argentina.


(*) Dirigente del desarrollismo platense

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