Tarariras y dorados salen en Entre Ríos

Ha sido dura la temporada de tarariras. Hace años que no veíamos esta pobreza. Apenas salieron en alguna que otra laguna y en San Pedro sólo con el río bajo y sin viento. Para realizar un intento más, nuestro amigo Néstor Saavedra nos invitó a ir a Gualeguaychú porque Raúl Almeida, pionero de los guías de pesca en esa zona de Entre Ríos, le avisó que estaban moviéndose taruchas y dorados. "Lindo tamaño, pero con carnada, fue su consigna".

Esperamos unos días más y nos garantizó que íbamos a pescarlas, por lo que pusimos rumbo a esta cada vez más linda ciudad entrerriana. Para no fallar también contamos con los servicios de Roberto Ayala y Pablo Bofil.

Ingresamos por el Acceso Sur a Gualeguaychú y, cuando llegamos a la ciudad, tuvimos la primera sorpresa: el río estaba altísimo. Raúl nos dio la bienvenida con la mala noticia; a la noche, una fuerte sudestada había actuado como contenedor de la salida natural de agua en el Río de la Plata. Como consecuencia, el agua había subido dos metros en unas pocas horas. Gran problema para pescar tarariras. ¿Por qué?

La tararira es un pez que aguarda a sus víctimas en la costa. Cuando el agua ingresa a los campos se mete en ellos y se ubica en la maraña de pasto y palos a donde es imposible alcanzarla, mucho más con señuelos, como era nuestra intención.

Salimos igual pero con esta duda en la mente. Ingresamos por el arroyo Jeremías a un poco conocido mundo isleño aguas arriba de la boca del Gualeguaychú. Claro que lo que era un tímido arroyo que saca agua de varias lagunas se había convertido en un pequeño mar de agua dulce.

Por consiguiente, Raúl buscó la parte interior de un pequeño arroyo, hasta donde pudimos ingresar (estas lanchas de escaso calado tienen ese privilegio), pero no tuvimos actividad. Luego cruzamos a otra boca más pequeña.

El agua había desbordado todo y Raúl, con su clásica garra para buscar los peces, ingresó todo lo que más pudo. Allí Pablo clavó la primera tararira con un spinner bait tirándolo en medio de un pequeño ojo lleno de agua sobre tierra firme.

Para buscar ambientes menos alterados por la subida, ingresamos por un arroyo angosto que se corta para la navegación por un puente peatonal que une dos islotes. Aprovechamos el lugar también para ponernos a la sombra de unos árboles, ya que, para aprovechar la larga tarde, habíamos comenzado a pescar a las 10 y pronto el mediodía pedía reparo, pese a que no fue un día bochornoso.

Carlos, un turista tucumano que nos acompañó en la salida, clavó una tararira de buen porte, con carnada natural, desde el puente. Lo curioso fue que un dorado de unos dos kilos la seguía quizá en busca de las mojarras que la rodeaban. Roberto me llamó urgente para que fuera con un señuelo de media agua.

Al segundo tiro con señuelo tomó el doradillo y tuvimos un lindo doblete de costa. Como notamos una tremenda actividad de mojarras en el pequeño curso nos quedamos, compartiendo el almuerzo, y disfrutando de un gran pique de taruchas con filet de sábalo, a fondo.

Dejamos que la temperatura bajase pescando cómodamente bajo la sombra de unos árboles. A la tardecita volvimos a visitar los puntos matinales. Ya en el primer arroyo, donde no habíamos tenido actividad, Raúl clavó un par de hermosos "tamangos", de unos dos kilos, con carnada natural y a fondo.

Curiosamente no tomaban señuelos, a excepción de un Fat de Pablo al que le hincaron los dientes sin que el pescador lograra clavarla.

Las casi dos docenas de tarariras que habíamos obtenido pesaban todas entre un kilo y medio y dos kilos. Grandes, retaconas, corpulentas, sacaban la cabeza afuera para pelear mostrando un vigor que hasta nos hacía suponer que pesaban más. Por el clásico tono un tanto traslúcido del agua del río Uruguay, estas carniceras tienen el lomo negro, bien oscuro en su parte superior.

A última hora fuimos a intentar algún dorado con señuelo en Punta Inés, donde el conjunto de islas se termina hacia el sur y el río Uruguay se abre hasta alcanzar unos ocho kilómetros. Nos sorprendieron los cardúmenes de sábalos y comenzamos a garetear entre ellos. Por momentos, era difícil trabajar los señuelos porque casi siempre "robaban" algún sábalo. En medio de tantos peces, Roberto tuvo un pique fulminante de un dorado, que se desprendió, mientras que Pablo y Raúl capturaron dos lindos ejemplares, el primero con minnow verde de paleta corta y el segundo con una cuchara alemana.

La falta de luz solar nos obligó a venirnos en el mejor momento. Lamentablemente esta vez una fuerte tormenta nos impidió pescar más de las 15, pero llegaron bien a puerto y otra vez Raúl mostró su calidad como guía.

Teléfono del guía Raúl Almeida, (03446) 15-572-923.